El perseguidor

El perseguidor. Julio Cortázar. Ilustraciones de José Muñoz. Libros del Zorro Rojo. 88 pp. PVP: 12,50 €

Por Sara Roma

El-perseguidorHace poco el escritor y crítico literario Juan Malpartida aseguraba en una conferencia que quienes quisieran introducirse o conocer la literatura de Julio Cortázar leyeran su relato El perseguidor. Y en efecto no se equivoca. Leer esa obra fue la puerta de entrada a la literatura de uno de los mejores narradores hispanoamericanos del siglo XX. Aquella fue la primera dichosa lectura de todas las que me ha proporcionado su literatura y aún lo sigue haciendo porque la obra de ficción de Cortázar es polisémica y en cada relectura descubrimos algo diferente.

Llegué a Cortázar a través de esta novela breveen una edición que publicó Alianza Cien, pero hace poco me he vuelto a reencontrar con ella en una espléndida edición ilustrada a cargo de Libros del Zorro Rojo, que ha acertado al contar con la colaboración de José Muñoz quien hace un año volvió a demostrar con El extranjero, de Camus, que los clásicos ganan más acompañados por sus vivas ilustraciones en blanco y negro.

Leer esa obra fue la puerta de entrada a la literatura de uno de los mejores narradores hispanoamericanos del siglo XX. Aquella fue la primera dichosa lectura de todas las que me ha proporcionado su literatura y aún lo sigue haciendo porque la obra de ficción de Cortázar es polisémica y en cada relectura descubrimos algo diferente.

El perseguidor, que apareció publicado por primera vez en Las armas secretas (1959), narra la historia de Johnny Carter , un saxofonista de jazz, adicto a la marihuana y con una percepción del mundo y del espacio-tiempo muy particular. La historia no solo está dedicada a la memoria del saxofonista Charlie Parker, sino que también está inspirada en él.

En una entrevista que le realizó Omar Prego poco antes de su fallecimiento, Cortázar revela algunas consideraciones formales de la creación de este cuento como, que rompa con su universo personal y nos presente a personajes existenciales que no están al servicio de una historia fantástica, que el protagonista sea un trasunto de Charlie Parker o que cada capítulo esté escrito en un tiempo verbal diferente.

Cuestiones técnicas al margen, lo que importa de El perseguidor es la historia del viaje a los infiernos del saxofonista Johnny Carter, un inadaptado que vive al margen de las convenciones y cuya adicción a la marihuana que quizás es la que le provoca una percepción del mundo y del espacio-tiempo muy particular (“Tú  no haces más que contar el tiempo”, le achaca Bruno). Su talento, además de la música, es la capacidad “de echarlo todo a perder”. A Johnny lo acompañan personajes que transitan por ambientes de nocturnidad y sordidez y que se alimentan de la música (Miles Davis) y la literatura (Dylan Thomas), como es el caso de Bruno, el narrador omnisciente de los últimos días de este “virtuoso saxofonista cuya vida discurre al filo de la lucidez y la autodestrucción”.

Leer o releer El perseguidor y Rayuela es le mejor de los homenajes que los lectores podemos brindar a Cortázar en el centenario de su nacimiento.

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