«El sonámbulo de Verdún», de Eva Díaz Pérez

 

Por Benito Garrido.

 

«Las guerras están llenas de sonámbulos que siguen vagando o huyendo de la eterna pesadilla en la que se confunden realidad y ficción.»

 

El sonámbulo de Verdún.  Eva Díaz Pérez.  Editorial Destino, 2011.  352 páginas.  17,50 €

 

Verdún, 12 de junio de 1916. Una bala, que vaga solitaria entre el humo, las bombas y los gritos, corre hacia la cabeza de un soldado que aguarda en las trincheras francesas mientras piensa en una escena de su infancia en la que aparece una ciudad hermosa, un recuerdo que pasea por su mente para evadirse del olor putrefacto de las trincheras. Se trata de un proyectil que determinará su destino y el de otros cuatro personajes: Jaroslav, un artesano marionetista que sabe fabular historias; Klaus, un periodista que es capaz de recordar memorias ajenas; Fritz, un artista vienés que le gusta remover el pasado para encontrar respuestas en el presente, y Libuse, una joven que intenta revivir la vida de alguien que no conoció a través de sus objetos. Son cuatro voces que se cruzan en un tablero de juego.

 

A través de la vida azarosa de estos cuatro personajes, la autora hace un repaso de la historia europea del siglo XX: las trincheras de la Gran Guerra, el derrumbe de la indolente Viena, la Praga mágica castigada por los totalitarismos, el campo de concentración de Terezín… Escenarios para la memoria que se suceden a través de una saga invisible de personas que en realidad no se conocen. Solo nosotros sabemos cuales son los hilos invisibles que los unen. La línea del tiempo salta de un momento histórico a otro, de una ciudad a otra, de tal manera que en el libro se recorrerán todos los conflictos que marcaron el pasado siglo: las guerras, los totalitarismos opresivos, el exterminio.

 

Una novela que juega con el paso del tiempo, el contraste entre pasado y presente, y el destino que aguardaba a aquellos soldados que caminaban sonámbulos por las trincheras de la Gran Guerra. Una voz que narra la desaparición de una época de certezas y de la seguridad amable del mundo de ayer que se convirtió en un paisaje lleno de muertos, locos y silencios. Un conflicto que transformó la Europa de principios del siglo XX, y donde empezaron a escribirse los horrores del porvenir.

 

Para hablar de su libro, hemos tenido una pequeña charla con la periodista y escritora Eva Díaz Pérez.

 

P.- ¿Por qué un relato bélico con trasfondo de novela histórica?

R: En todas mis novelas existe un fondo de escenografía histórica. Siempre he pensado que el pasado sigue estando e influyendo mucho en el presente. En esta concretamente está la Gran Guerra, un hecho que a los españoles nos puede resultar hasta exótico ya que no llegamos ni a participar. A mí me interesaba mucho porque creo que ahí es donde arranca la modernidad, la contemporaneidad en una Europa que se desata ya definitivamente del siglo XIX y que nos sirve para explicar el camino que lleva hasta el momento que hoy vivimos. De hecho, en mi libro hago un recorrido por la historia europea del siglo XX con todas sus pesadillas, un repaso de esa Europa que se devora a sí misma.

 

P.- ¿Qué te aportaba literariamente ese momento histórico?

R: Cuando empecé a hacer investigaciones sobre la Primera Guerra Mundial, como prólogo a la Segunda (porque se cierran mal determinadas heridas en el tratado de Versalles), me di cuenta que aun siendo la primera cruzada moderna, era como una guerra bisagra con cierto toque romántico. Todos pensaban que se trataría de un conflicto que se cerraría en pocas semanas como forma de romper ese sistema de alianzas que venían del siglo anterior. También pensaban que iba a ser como una guerra antigua (el precedente europeo anterior era la guerra franco-prusiana de 1870), pero es todo lo contrario, pues se empieza a usar el armamento moderno: el soldado está dentro de la trinchera agazapado como un conejo esperando la bala o el obús que le lleve a la muerte. La sensación del miedo atroz es algo terrible. Es una mezcla entre guerra romántica y guerra moderna con toda la atrocidad mecánica y salvaje que conlleva. Además es en momentos así cuando se revela realmente la condición humana, en lo mejor y en lo peor. Son situaciones extremas que ayudan a entenderse a uno mismo pues sacan todos los defectos y virtudes de las personas. Los personajes representan entonces una imagen de la vida.

 

P.- Supongo una laboriosa tarea de documentación. ¿Es importante en una novela como la tuya?

R: Evitar anacronismos y buscar verosimilitud es básico en una novela de este tipo. Para llegar a concluirla con el rigor que se merece hay que bucear mucho en documentaciones, en la historia de las mentalidades. Eso te permitirá evitar situaciones absurdas. Ha sido un trabajo exhaustivo de investigación en todos los sentidos (hasta incluso de como iban vestidos, o las enfermedades que padecían) que me permitiese entrar en la novela, meterme en la época. Aunque luego a mí me interesaba sobre todo lo que sentía ese soldado en la trinchera. Es en ese sentido una novela más introspectiva. Dentro de este libro también hay toda una biografía de lecturas que me han servido de referencia clave: Zweig, J.Roth, Musil, Kafka, Hrabal, Marai… Si quieres contar ese mundo, que biográficamente no es el mío, necesito de esos autores para poder ponerme en situación. La nostalgia por el corazón de Europa es común a todos ellos.

 

P.- La muerte que llega representada en una bala,  pero que no termina de hacerlo.

R: Es como una escena congelada: una bala que sale de una trinchera alemana y recorre el frente hasta que llega, o no (ahí está también el suspense en la novela), a la cabeza de otro soldado. Esa bala recorre todas las páginas de la novela, porque si llega a su destino ocurrirán una serie de cosas, y si no llega ocurrirán otras diferentes. En ese sentido, estamos ante una novela distinta porque no vas por caminos hoyados, pero el resultado creo que es algo realmente atractivo.

 

P.- Tu libro tiene un narrador realmente peculiar, diferente.

R: Encontrar la voz narrativa adecuada me costó mucho pues se trata de un narrador que no se limita a describir las cosas, sino que va continuamente interpelando al lector, le hace preguntas, narra con escepticismo, con ironía, se ríe de cómo se cuenta la historia. Son trampas narrativas muy brechtianas que hacen que el lector tenga que completar la historia, y le atraiga.

 

P.- El azar es otro personaje clave que articula la historia.

R: El azar es algo que siempre me ha interesado mucho literariamente. Son cuatro los personajes en distintas épocas que no se conocen entre sí pero que están unidos por el azar, algo que solo conoce el lector. La novela se convierte entonces en un juego, donde las ciudades son tableros de ese juego. Por eso hago también alusión a los dados, como el juego en que cada número indica lo que hay que hacer, el camino que hay que tomar. Son, como te decía, hilos invisibles que nos unen definitivamente a todos.

 

P.- ¿Con qué personaje te has identificado más a la hora de escribir este libro?

R: Quizás el archivero periodista es con quien más me identifico por lo que supone su vida, pero todos los demás tienen algo de mí. Las ciudades son también protagonistas aparte de escenarios. Praga, Viena y Verdún son las tres lugares que marcan el corazón del continente. En las fachadas de esas ciudades está la fatiga de la historia. Son símbolo del sufrimiento de las guerras y de los opresivos regímenes políticos.

 

P.- ¿Eres en tu escritura más de ideas y estructuras prefijadas o de soltura espontánea?

R: Escribo sobre todo en verano, y como la documentación me ocupa mucho tiempo, no me puedo permitir el aislamiento para ponerme a escribir. Cualquier lugar me vale para hacerlo. Me gusta que haya libertad en la novela, no soy muy exigente con la estructura narrativa, sobre todo en este caso que hay saltos en el tiempo. Tengo que tener claro donde voy, pero doy libertad y espontaneidad a los personajes para que evolucionen a lo largo de la historia. No me gusta seguir fórmulas de escritura.

 

Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971) es licenciada en ciencias de la información y trabaja en la redacción de cultura del diario El Mundo en Sevilla, labor por la que ganó el Premio de Periodismo Universidad de Sevilla y el Ciudad de Huelva. Su primer libro fue el satírico El polvo del camino. El libro maldito del Rocío (2001), al que siguieron sus novelas, Memoria de cenizas (2005), Premio Unamuno, y con la que recibió una cálida acogida crítica; Hijos del Mediodía (2006), Premio El Público de Narrativa de Canal Sur, y el El Club de la Memoria, finalista del premio Nadal en 2008. Es también autora de los ensayos La Andalucía del exilio y Sevilla. Un retrato literario.

 

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