‘El viejo del puente’, de Ernest Hemingway

El viejo del puenteEs inevitable que un ser sensible se estremezca ante la barbarie que desprende una guerra. Esto le sucedió a Ernest Hemingway, quien vivió desde dentro la Guerra Civil Española y consiguió sacar de ella, además de muchos traumas, lo mejor de su literatura. Parte de ello es este El viejo del puente, que publica ahora Libros del Zorro Rojo ilustrado maravillosamente por Pere Ginard.

Es irrebatible esa afirmación que tilda a la escritura como método de exorcismo de uno mismo, como vía de escape a miedos, dudas y traumas vitales. Incluso Hemingway, viéndolo desde esa misma perspectiva, confesó aquello famoso de: «mi psicoanalista es mi máquina de escribir». Es por todo ello que siempre se ha visto a Hemingway dentro de sus escritos. Esos ambientes trágicos con personajes rotos, esa soledad que emanan sus relatos es lo que se puede disfrutar – aunque parezca extraño – en ‘El viejo del puente’. Y es que en este relato, Hemingway nos lleva a plena Guerra Civil y nos sitúa junto a un anciano que lo ha tenido que dejar todo por la llegada del frente, significando ese todo sus animales. No vemos al viejo pero lo sentimos, aunque gracias a Pere Ginard y al juego que hace de fotografía en este libro sí que conseguimos verlo. Hemingway nos sacude con unas palabras que a él le ayudan a seguir viviendo. Los libros viven cuando son abiertos y Pere Ginard ha conseguido con sus ilustraciones dar vida eterna a este.

Acabando con un epílogo de Ian Gibson que nos acerca un poco más a la solitaria figura de Hemingway, El viejo del puente es toda una delicia para la vista, tanto por el contenido de sus palabras como de sus dibujos. Es una demostración clara y contundente de la afirmación que hizo el escritor americano y que podemos leer en la solapa de este libro: «la prosa es arquitectura y no decoración».

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