Fernando Sansegundo a la cabeza de una familia de Eduardo De Filippo

Por Horacio Otheguy Riveira

La Navidad en casa de los Cupiello es una cómica locura entre generosos, pícaros, hambrientos, solitarios, enamorados que no son correspondidos y ardientes amantes que sufren más que gozan. Sucede en Nápoles. Y en cualquier lugar del mundo donde haya pobres y miserables que se protegen entre sí como únicos abrigos para combatir el frío. Amor, risas y drama en una obra escrita por un monstruo sagrado del teatro italiano, que además la protagonizó y dirigió, y que seguro adoraría a esta compañía de audaces que en un reducido espacio representan un guirigay de cuidado. Eso sí, bajo la encantadora protección de un grande del teatro nacional: Fernando Sansegundo.

Estreno en España de una función italiana de los años 30 que abrió las puertas del éxito popular de un grupo familiar de gente de teatro con Eduardo De Filippo a la cabeza.

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Los Cupiello conforman una familia en bancarrota del Nápoles de entreguerras, adaptada en esta ocasión a la época actual con muy pocos detalles que la diferencien de aquel entonces. Ayer y hoy tienen un contexto similar para que las muecas de la risa se confundan con las ganas desbocadas de un llanto imposible, «pues siempre hay que vivir con la comedia puesta, como si fuera un smocking la ropa vieja que sacas del baúl» (Alberto Sordi, Un borghese piccolo piccolo, 1977).

Un género, el grotesco italiano, que la directora Aitana Galán ha comprendido «veramente», divirtiendo y conmoviendo con personajes fascinantes del primero al último, detestables incluidos, encabezados nada menos que por Fernando Sansegundo, quien compone a un paterfamilias muy gracioso, tierno y soñador en medio de las mayores tormentas. Un espectáculo de memorable enjundia que merece reponerse o pasar a una sala mayor, ya que sólo estará hasta el 8 de enero en la sala pequeña del María Guerrero.

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De pronto, en medio de la algarada, el paterfamilias imbuido en sus ensueños, descubre algo diferente al torbellino en que vive, una ilusión «millonaria», el recuerdo de un lugar donde apenas lo han invitado: la cocina de su yerno rico desde donde se ve el mar. Fernando Sansegundo atrapa y entrega al público la infinita poesía que surge del dramático y cómico barullo de la Navidad en casa de los Cupiello. Una secuencia brevísima que sólo un gran actor puede lograr con muy poco, como en el drama invisible de su repentina enfermedad o su empeño en adorar a una familia que necesita considerar maravillosa, y que se va desarticulando momento a momento.

Gran labor de equipo dirigido por Aitana Galán (Málaga, Sin anestesia, Sobre algunas especies en vías de extinción)  en clara demostración de talento y amor por un autor a quien además le rinde tributo en el programa de mano, donde expone una brillante síntesis de la trayectoria de uno de los mayores hombres de teatro europeos, surgido de las entrañas del gran espectáculo popular italiano, único país en el mundo donde la comedia grotesca, la ópera, la revista musical y el dramón más desgarrador han ido de boca en boca por pueblos y ciudades, hasta que se lo apropió la burguesía y marcó distancias con precios desorbitados. Sin duda, hay que hilar muy fino para lograr el punto justo de la interpretación del grotesco, dar en la diana del lugar donde el ser humano se descompone, desolado, y en su descomposición disfruta haciendo reír a los demás.

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Todo es triste y cómico, ruin y angelical; la pobreza y la miseria moral bailan entre dramas que dan risa incluso a quienes los padecen: es el grotesco italiano que creara Luigi Pirandello (1867-1936) y secundara con maestría Eduardo De Filippo (1900-1984), hombre del espectáculo  total, con una creatividad hiperactiva tremenda: actor, autor teatral, guionista, novelista, director, productor, jefe de su propia compañía, y realizador televisivo y cinematográfico con 13 películas en su haber.

Su primer gran éxito sucedió en los primeros años 30: Natale in casa Cupiello, ahora estrenada por vez primera en España en una puesta en escena sorprendente que resuelve con acierto las dificultades de un escenario inadecuado, con muy poca profundidad. En ese espacio reducido, el caos de la familia, las idas y venidas tan cómicas como desgarradoras tienen el alma profunda de un teatro que sólo los italianos fueron capaces de crear con tanta energía como una imaginación que supera los límites del realismo, sin dejar de trabajar con él. Valga la contradicción, ya que es en este terreno singular donde los personajes pueden reír y llorar por dentro, y provocar en el espectador carcajadas que le demuestran que es un ser «finito», ridículo y sublime.

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No comparto el prólogo y el epílogo de la adaptación de la directora, pero sí otros aportes personales, siempre sobre el respeto general a la obra. Son cambios menores porque fundamentalmente mucho hay que agradecerle. Y, además de lo ya señalado, uno de los aspectos más relucientes de su propuesta es el desafío multicultural de su reparto, algo inédito en Madrid (desconozco si en otras comunidades ha sucedido).

Todo acontecimiento teatral parte de una convención aceptada por el público que se acomoda para ver, escuchar e integrarse emocional e intelectualmente en una ficción, en algo que se representa al margen y dentro del mundo; dentro de ese universo aceptado de antemano en esta Navidad en casa de los Cupiello los intérpretes extranjeros no dominan el castellano de España, cada uno lo habla combinado con su acento original, y el resultado es formidable porque además son estupendos comediantes. Así, hay una hija, Ninuccia, interpretada por una actriz taiwanesa que ya hemos aplaudido en otras funciones, incluso en una haciendo de varón con mucha gracia (Huichi Chiu), una napolitana desconocida para mí que me ha fascinado, parece surgir de una cocina donde Anna Magnani prepara la pasta; cubre un personaje menor con mucho estilo, y además, por arte de la directora, una Pulcinella para remarcar el espíritu tradicional del propio De Filippo, enamorado de este personaje de la Commedia Dell Arte (Maria Filomena Martignetti), y Mariano Rochman, actor, dramaturgo y director argentino con notable trayectoria en España, cuyo marcado acento porteño participa abiertamente de los modos y maneras de su Nicolino Percuoco, el rico empresario respetuoso de la familia, enamorado de la hija y cobarde «a la italiana», amenazando con muerte violenta, una y otra vez, al amante de su esposa, quien se limita a correr para que no le alcance.

Todos ellos conviven en armonía con un reparto español fogueado en muchas aventuras. Una armónica delicia «cuasi» musical porque allí están los eficaces recursos de Rosa Savoini (madrileña con apellido italiano) como la sufrida mamma; la formidable composición física —pues ambos tienen muy poco texto— del hijo ladronzuelo compulsivo de Críspulo Cabezas y el amante loco por Ninuccia quien le abofetea cada dos por tres y luego le besa apasionadamente (Daniel Moreno); y por último, Gloria Albalate que borda a Pasqualina, un ser «descolgado», pícaro e ingenuo a la vez, que siempre se sorprende a sí misma asegurando que se va a ir de esa casa de locos —de donde la están echando todos los días—, pero nunca da un paso para hacerlo.

Con acentos y estilos diversos, todos conforman un sobresaliente coro de buenazos y bribones al borde y en medio de toda clase de desastres.

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En el centro, Eduardo De Filippo interpretando al protagonista en una de las versiones de su obra, por él mismo dirigida.

Cualquiera que haya visto actuar a compañías italianas que han pasado por Madrid, como la de Vittorio Gassman, el Piccolo Teatro da Milano o incluso «al mejor payaso del mundo» en el Price, David Larible —además de los magistrales arquetipos de la grandísima comedia italiana en el cine de los 40 a los 70, léase Vittorio De Sica Dino Risi, Luigi Comencini, Mario Monicelli, Alberto Sordi…—, reconocerán en esta producción el ambiente de un autor que ha hecho del mero teatro costumbrista un arte mayor cuya pasión por la gente del pueblo y las dificultades de las familias se convierte en una expresión atemporal, siempre impregnada de actualidad.

Algunas de sus obras más populares transcurren en familia con tan marcadas características que no se parecen: Filomena Marturano (dos veces representada en Madrid por Concha Velasco), es también la de mayor éxito internacional, con tres películas, la primera, argentina de 1950, la segunda, italiana de 1951, dirigida por el propio De Filippo, ambas con el mismo título; la tercera de 1964, realizada por Vittorio De Sica, Matrimonio a la italiana.

También llevadas al cine, las últimas estrenadas en España con temática familiar: Nápoles millonaria (dirigida por Francisco Vidal en Sala Tú), Yo, el heredero, otra producción del CDN en el María Guerrero, ésta dirigida por un italiano, Francesco Saponaro, y en catalán, con dirección de Sergi Belbel, Sábado, domingo y lunes. 

«Aitana Galán disfrutó en el año 1993 de una beca concedida por el Gobierno italiano y el Instituto Italiano de Cultura para ampliar estudios artísticos en Roma. Asistió a quince encuentros de Narrativa en Literatura, Cine y Teatro dirigidos por Duccio Camerini, así como también estuvo presente en cursos del Centro Sociale di Roma». Datos obtenidos del breve currículum existente en la web de la Asociación de Directores de Escena de España (ADE), y que vienen muy bien a la hora de comprender su profunda querencia por este autor y por la cultura italiana en general. Como también es actriz, autora y gestora teatral confío en que hará todo lo posible por rescatar algunas de las muchas obras, no solo del gran De Filippo, sino de sus colegas, creadores de un largo y apasionante repertorio.

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Autor: Eduardo de Filippo

Adaptación y dirección: Aitana Galán

Ayudante de dirección: Romina R. Medina

Intérpretes (por orden alfabético): Gloria Albalate, Críspulo Cabezas, Huichi Chiu, María Filomena Martignetti, Daniel Moreno, Mariano Rochman, Fernando Sansegundo, Rosa Savoini

Escenografía: José Luis Raymond

Iluminación: Alfonso Pazos

Vestuario: Ana Rodrigo

Música y espacio sonoro: Pablo Hernández

Fotos: marcosGpunto

Una producción del Centro Dramático Nacional

Teatro María Guerrero. Sala de la Princesa hasta el 8 de enero 2017

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