Gerardo Rodríguez Salas: “El futuro de la literatura son los espacios fronterizos”

Gerardo Rodríguez Salas es profesor titular de Literatura Inglesa en la Universidad de Granada, máster en Estudios de Género por la Universidad de Oxford y Premio Extraordinario de Doctorado. Finalista del XXVII Premio Andalucía de la Crítica y del III Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros, ha publicado la colección de relatos Hijas de un sueño (Esdrújula, 2017), el texto teatral Vulanicos (Patronato Federico García Lorca y Diputación Provincial de Granada, 2021) y los poemarios Anacronía (Valparaíso, 2020) y Los hilos de la infamia (Valparaíso, 2024). Sus poemas han aparecido en revistas nacionales e internacionales como Círculo de Poesía, Altazor, Extramuros, Esteros, Estación poesía, Revista canaria de estudios ingleses o Meanjin. Asimismo, ha participado en más de 15 antologías, entre otras, Granada no se calla (Esdrújula, 2018), Caballo del alba: Voces de Granada para Federico (Patronato Federico García Lorca, 2018), Katherine Mansfield Studies (Edinburgh University Press, 2020), En-Contra-Dos (Sonámbulos, 2021), Para decir amor, sencillamente: Homenaje a Rafael Guillén (Diputación de Granada, 2021), metAMORfosis (Antología de textos contra la violencia machista; Diputación Granada, 2023) o El tiempo, lo soñado y lo real: Homenaje a José Ignacio Lapido (Comares, 2023). Sus textos han sido traducidos al francés, inglés, italiano, portugués y árabe. Lo hemos invitado hoy a pasar por nuestra sección para que podamos hacernos una primera impresión de su último poemario, Los hilos de la infamia. Valparaíso, Granada, 2024.

 

  Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Gerardo Rodríguez Salas: Los hilos de la infamia es un libro que ha marcado su propio ritmo. Durante los casi cuatro años que ha tardado en fraguarse, la ganas de publicar un segundo poemario que no quedara demasiado alejado del primero en el tiempo me hacían fantasear con que ya estaba cerrado. Pero no era así y los versos han ido madurando a fuego lento. Muy lento. El libro ha elegido el momento justo para salir a la luz. Inicialmente estaba programado para marzo de este año, pero finalmente se publicó el día 1 de abril, enfatizando así mi juego referencial con este mes (Chaucer, Eliot, Orwell o Juaristi). «¿Y qué si abril nos ha nacido roto?», así comienza el libro dispuesto a dialogar con nuestro ahora, con el horror y el sinsentido del mundo en que vivimos. Este proyecto parte de la maleabilidad de los mitos, en este caso el de Aracne y Atenea, para acercarnos a nuestro tiempo y sus circunstancias.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Desde que estudié en profundidad La tierra baldía de T. S. Eliot en la Licenciatura de Filología Inglesa (con el fascinante análisis textual de la profesora Adelina Sánchez), caí atrapado en el juego transtextual de Eliot y en su deseo y el de sus coetáneos por hilvanar fragmentos del pasado cultural para intentar buscar sentido al presente. Ese texto siempre ha estado entre mis favoritos, pero no era consciente del efecto que tendría en este poemario. Hace unos seis o siete años empecé a (re)leer textos tanto clásicos como contemporáneos de la literatura universal y a tomar notas sin saber muy bien a dónde quería llegar. Sólo sé que acabé con un documento de Word de más de 500 páginas, en principio simplemente notas inconexas de mis relecturas. Un día vi claro que quería dialogar con el mito de Aracne y Atenea, puesto que el motivo del tejido recorre sistemáticamente mi obra y mi vida (mis padres eran tejedores). Entonces entendí que quería tejer mi propio tapiz de versos a través de un juego intertextual con la literatura universal, pero creando a la vez un espacio liminal para los silencios y el desbordamiento. El punto de partida es la reescritura de las escenas de aquellos míticos tapices desde nuestra contemporaneidad.

«Se me antoja necesario un reseteo»

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Ángeles Mora, que ha redactado una sucinta y clarificadora contracubierta, da todas las pistas. Siento que hemos llegado a tal punto de saturación, tanto en las formas como en los contenidos, que se me antoja necesario un reseteo. Supongo que esta percepción es cíclica y ya lo sintió Eliot, nos dice Mora en la contracubierta, en los años veinte del siglo pasado. En su Tierra baldía, él escribió un himno al caos, un intento de afrontar la barbarie desde la fragmentación y los vestigios culturales que nos brinda la literatura. En una época en la que ya no entendemos la realidad sin el filtro de las redes, unos hipervínculos llevan a otros y a otros y a otros y acabamos enredados en los bulos y el efecto panóptico de internet. Mis poemas están trufados de referencias, unas más obvias, otras menos, pero hay un hilo que las hilvana y teje un nuevo tapiz más allá de los retales. Quiero pensar que tras ese hilo hay una araña del siglo XXI que teje no una tela que atrapa, sino que libera al urdir un tejido democrático y colectivo, donde intervienen activamente las y los lectores.

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

En esta propuesta poética hay muchas capas de significación. Como digo, el efecto más esperado por mi parte es que el público lector tenga un papel activo en la construcción de esta tela de araña en la que yo mismo he acabado enredado. El último poema da claves al respecto. Estos hilos de la infamia somos nosotras y nosotros mismos. Yo simplemente pongo un espejo de palabras frente a las y los lectores. Es un poemario que, aparte de jugar intertextualmente, apela a los sentidos, por lo que espero que el público lector se deje llevar y atrapar por las imágenes, los silencios, las sugerencias, los márgenes. Por supuesto que parte del juego es descifrar o simplemente reconocer las alusiones, pero más allá invito a entregarse a este paseo por lo que somos, por nuestra infamia como especie y esos hilos sutiles que nos hacen ser lo que somos. Tal vez así nos aceptemos y, aunque no quede ya mucha esperanza de salvar esta tierra baldía, al menos aprendamos a habitar lo que queda de ella y a ajustar nuestras expectativas.

¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

Como decía antes, me costó mucho dar con la estructura definitiva. Todas esas lecturas de las que hablaba no me llevaban a ninguna parte hasta que entendí que las escenas de los tapices de Aracne y Atenea serían el eje vertebrador. A partir de entonces, creí tener la estructura clara: las 5 escenas, triunfantes y aleccionadoras, del tapiz de Atenea y las 17 de Aracne, cuestionando los abusos divinos, a las que se suman los 7 poemas de la introducción y los 7 de la conclusión. Un total de 24 escenas que representan el carácter cíclico de nuestra infamia, un día completo que no tiene fin. Sin embargo, una vez montada esa estructura, quise que la irreverente Aracne cobrara todo el protagonismo, por lo que sus escenas abren y cierran este tapiz, mientras que las de Atenea quedan encerradas en el centro. Incluso algunos poemas han cambiado de orden ya en las galeradas. Yo diría que ha sido un proceso deliberado e intuitivo a la vez.

«Hay un lirismo que se convierte en el hilo conductor de todos mis textos»

¿En qué medida veremos en él —o no— al Gerardo Rodríguez Salas de tus anteriores obras?

Es, sin duda, un proyecto muy diferente a los anteriores: Hijas de un sueño (2017) fue una colección de relatos donde rescataba las hablas rurales de mujeres de pueblo, nada más alejado del estilo de este libro, tendente a cierto barroquismo y a estructuras más complejas. A su vez, mi primer poemario, Anacronía (2020), buscaba un lenguaje intencionadamente sencillo para reflejar la sentida elegía por el hermano ausente. Cada uno de mis proyectos tiene un carácter propio, pero hay un lirismo que se convierte en el hilo conductor de todos mis textos y supongo que ésa podría ser mi voz poética, independientemente de la polifonía que siempre busco en mis escritos.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte sólo con tres poemas de Los hilos de la infamia, ¿cuáles serían?

Complicado, sobre todo en un libro tan orgánico, donde los poemas no tienen títulos, sino números, para crear el efecto de tela de araña. Si tengo que escoger tres: el poema 1 de la introducción, «¿Y qué si abril nos ha nacido roto?»; el poema I, «Europa, tus trebejos parten hacia la noche»; y el poema XVIII, «no duele ser tu monstruo».

«Mi hábitat natural es la poesía»

Narrativa, teatro, poesía, ensayo… ¿Eres un escritor completo? ¿En qué género te sientes más cómodo?

Por mi bagaje académico como profesor e investigador universitario el ensayo siempre ha sido un género en el que me he sentido como pez en el agua. Pero, sin duda, mi hábitat natural es la poesía. Creo que es el género donde más puedo aportar, si bien cada vez estoy más convencido de que el futuro de la literatura son los espacios fronterizos, donde la poesía dialoga con la narrativa o el teatro o el ensayo, y desaparecen las etiquetas. Creo que ese territorio fronterizo es el de Los hilos de la infamia.

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su «Primera impresión»?

La serendipia ha querido que Ángeles Mora, que escribe la contracubierta de mi libro, haya publicado unas semanas antes que yo su poesía reunida (1982-2024), ¿Quién anda aquí? (Tusquets). No sólo a mí, sino a todas y todos los lectores de poesía nos encantaría conocer la «Primera impresión» de esta poeta, Premio Nacional de Poesía, entre otras distinciones, que nos regala más de 40 años de dedicación a este género literario en un bellísimo libro. Me/nos gustaría saber quién anda aquí, tras todos esos versos y tantas noches soñando con bicicletas.

 

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Tres poemas de Los hilos de la infamia

 

1

¿Y qué si abril nos ha nacido roto?

¿Acaso hubo esperanza alguna vez

para nosotras que alumbramos hilos

suculentos, segundos azarosos

que torpes tintinean, sin sosiego,

en sonoras patenas del destino?

¿Por qué vendisteis nuestro albor? ¿Por qué

esperamos delante de la ermita

clausurada? ¿Por qué tanta noche? Ich

glaube an Nächte. ¿Por qué os aterra tanta

luz sucia, nuestra luz? ¿Por qué parimos

llamas sin leño? ¿Por qué nos recluís

en trémulas corazas diminutas?

Si tenéis la verdad, guardadla bien:

nosotras zurciremos los abriles.

 

I

Europa, tus trebejos parten hacia la noche

danzando entre cenizas, retando a la guadaña.

Quizá eres el delirio de niñas que cruzaron

espejos o quizá fuiste peón y reina

con los pies atestados de plomo y de negrura.

¿Quién te tornó en tablero? ¿Quién robó tus colores?

¿Quién hizo un continente de tu carne ultrajada?

¿Por qué son tus casillas mayores cada vez

y tus piezas sucumben entre aduanas y lindes

bajo un pie colosal de bronce y unas fauces

y un arma que no yerra? ¿Quién odia tu tez bruna?

Hoy doblará un fervor de incienso, capirotes

multiusos que camuflan los siglos de la infamia

descalzos por las calles, persistentes mareas

que inundan el tablero pespuntado por límites

ficticios, ratoneras que urden los de siempre.

Aquí no habrá cobijo ni dios para vosotros,

ni serán bienvenidas las pieles atezadas,

ni colmará la luna las pozas de otros ojos,

ni abriremos las puertas de nuestros corazones.

 

Europa, tus cercados no te protegerán

de ti misma. Los hijos que no pariste nunca

se agolparán sin tregua en la fe de tu orilla,

breves tallas de sal en el televisor.

¿Dónde está mi bebé? ¡Ayudadme, he perdido

a mi bebé! Es nunca una palabra de humo

sin retorno y sin fin y Joseph cualquier nombre,

aunque ella lo repite gritando sin compás

en la balsa que vino en su busca. Los brazos

abiertos sueñan mar mientras otros no sueñan

―ni Aylan ni Galip, ya no sueñan―y yacen

de bruces o besando el suelo que no quiso

abrazarlos, no quiso acallar con arrullos

las ráfagas de ayer, las de hoy, las de siempre.

¿Acaso importa el nombre? El cuento siempre acaba

con un buitre esperando al niño mientras tú

haces la foto, tú también cierras la puerta

que algún día tendrás que golpear.

 

Europa, hoy cabalgas sobre la yerta orilla.

Tus preces a los dioses se han teñido de blanco

fundidas con la espuma que mulle las silentes

siluetas en la playa, exiguas como el sol

de invierno, microscópicos peones que fallaron

el lance porque nunca entendieron las reglas

de la partida, nunca soñaron un futuro.

¿Ves quizás a tus nietos en estas faces tristes?

¿Vengarás estos párpados tupidos, estas luces

truncadas? ¿Ladrarás como una perra antes

de ordenar que acuchillen al homicida, antes

de cantar al unísono con todas las mujeres

terribles désmios hymnos? ¿Buscarás en el viento

aquel olor a sangre que borró la justicia?

 

Innombrables Erinias, vengad hoy estos cuerpos.

 

 

XVIII

no duele ser tu monstruo

con mirada de roca, las serpientes

sisean en la gruta que excavaste

en mi torso

no duele ser mujer, hombre, águila, quimera

mural en blanco, pinta tus secretos

en mí, dibuja tus caprichos

en mí, esboza el mapa de mi carne

sin borrar tus costuras

aquel barro que hiñeron otros

con alguna caricia transitoria

paro stop hijos que galopan stop

o vuelan hacia el triunfo

la mujer sin manzana, ¿la mujer?

mírame sin espejos, son tus ojos

de piedra, son tus ojos

el mismo vientre anárquico

que parió el mismo lodo

los mismos puntos

de sutura

no duele ser tu monstruo

ni el suyo, ¿y tú?

¿de quién?

 

 

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT

Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.

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