Goldenstein

Goldenstein
Adriana Hidalgo Editora
Colección: Los Sentidos
Género: Arte-Fotografía
Páginas: 134
por Juliano Ortiz

“Recientemente la fotografía se ha transformado en una diversión casi tan cultivada como el sexo y el baile, lo cual significa que la fotografía, como toda forma artística de masas, no es cultivada como tal por la mayoría. Es sobre todo un rito social, una protección contra la ansiedad y un instrumento de poder”, así expresa la escritora Susan Sontag lo que para ella es hoy la fotografía. Si nos atenemos a esta afirmación, solo habría ciertas personas que podrían escapar a este designio, y sin ninguna duda, Alberto Goldenstein sería una de ellas.
El pibe común que cierto día sintió una inspiración y se compró una cámara Reflex, comenzó en el seno familiar, peregrinó por muchos pasillos, frecuentó un calidoscopio de gentes, se preguntó, ¿A dónde ir?¿A quién ver? Y así huyó, (porque buscar es huir) en una exploración incansable. Llegaron los tiempos norteamericanos, “me dejé llevar por el viento o por las señales que el viento traía”, el artista como esponja de lo que sucede a su alrededor, el que capta la realidad y la hace propia, el que no miente. Las galerías de arte y la New England School of Photography (Nesop), dónde se anotó, le “volaron la cabeza” descubriendo el objetivo de su viaje humano. Así, en ese recorrido atemporal de posesión de las imágenes, Goldenstein rompió reglas, liberó sus sentidos hasta llegar a Buenos Aires, como quién termina siempre volviendo a sus orígenes. Luego, el taller, el Centro Cultural Rojas, los colores, la pintura, Mar del Plata, el pasado que vuelve, las palabras, la escalera, el Chelsea Hotel, la otra mirada, la sensibilidad, el hombre.
Las fotos de Goldenstein tienen algo de esa mente satelital que todo lo equipara, tienen algo de Whitman también en su canto al hombre moderno, en su exaltación del cuerpo eléctrico y el mundo material…” nos dice María Gainza en uno de los dos especies de extraordinarios prólogos del libro. Es como la continuación del momento a través de la lente, la inmortalidad de ese momento pero también del sentido que capta el fotógrafo.
El artista provoca o no es artista, es movimiento no es quietud, es interrogación perpetua no solo del artista, también del espectador ante el hecho o corpus creativo. En una entrevista brindada a Télam enfatiza, “Cuando salgo a fotografiar es como si pudiese sobrevolar una época y un espacio, y como si yo no formara parte de eso, como una máquina del tiempo. Estás viendo algo que te pertenece pero a la vez completamente ajeno. Me pongo en el lugar de un fabulador, de un cuentista”, las palabras, la imagen, la composición de un todo impersonal, pero que es íntimo.
A manera de prólogo, la edición incluye un ensayo de Paola Cortes Rocca quien contextualiza el trabajo del artista dentro de las discusiones estéticas de la década del 90 y la historia de la fotografía. El texto de María Gainza, a modo de segundo prólogo, manifiesta la interrelación íntima entre su biografía, su figura como creador y su obra.
Una exquisita obra que tiene un formato digamos antológico, ya que repasa la mayoría de sus muestras individuales, y más teniendo en cuenta que es la primera vez que el artista presenta su arte en forma de libro.

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