La clave está en Turgeniev

Por Carmen Moreno.

La clave está en Turgeniev. Marina Sanmartín. Eutelequia, 2012. 146 páginas.

Leí a Marina Sanmartín la primera vez por casualidad. La editorial Baile del sol me mandó un ejemplar de su libro de relatos para que lo reseñara. Sentí, leyéndola, que escribir parecía fácil, como si las palabras se le derramaran directamente de los dedos. Desde entonces me declaro, y ella lo sabe, ferviente admiradora de su capacidad de narrar.

Cuando me habló de La clave está en Turgeniev pensé que era una aventura en la que, tal vez, no había calculado bien los riesgos. Me asombró, sin embargo, que esa misma soltura de los cuentos se encontrase en su novela. Marina, todo hay que decirlo, ha sido inteligente y ha decidido comenzar su trayectoria novelística desde una historia de dimensión corta e impacto potente.

La clave está en Turgeniev es un laberinto de personas, actos, sufrimientos y deseos que provoca que el lector, en muchas ocasiones, se pierda por los pasillos de ese laberinto. La novela de la valenciana se hace en algunos momentos complicada porque, Marina, decide tender hilos, pero no dar la madeja para despistar, para no ofrecer una historia acabada desde el principio.

Eli y Lucía se encuentran después de muchos años y deciden ponerse al día de sus vidas. Eli monta una tela de araña en torno a su historia para explicar la ausencia de su pareja en ese encuentro. Esa tela de araña atrapa a Lucía como a una mosca indefensa que, a pesar de conocer cuál va a ser su destino, no puede librarse de él.

Turgeniev es la excusa para narrar cómo la muerte de una niña desencadena el derrumbe de un mundo aparentemente organizado. “… y no hay fuerza en el mundo que pueda impedir que, cuando yo quiera, vaya a verlo y me quede con él en la oscuridad del jardín, bajo el murmullo de los árboles y el sonido de la fuente.” Y así, como Turgeniev, muestra Marina Sanmartín el fatum que lleva a sus personajes a actuar como lo hacen, a ser prisioneros de los instintos, de los miedos.

El debut de Sanmartín en el “género grande” de la literatura es un espejismo donde las almas se reflejan en su vertiente de víctimas y verdugos; donde los actos solo se miden por la sangre que llega hasta los ojos que vigilan. Y Turgeniev, mudo desde la muerte, es el único que conoce el misterio.

 

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