Marina Casado: «Es fascinante intentar derribar las barreras entre los géneros»

Marina Casado (Madrid, 1989) es periodista, filóloga y doctora en Literatura Española con una tesis sobre Rafael Alberti. Trabaja como funcionaria docente en un instituto madrileño y ha colaborado en medios como El Periódico de España, Zenda, Culturamas, El País… Ha publicado siete poemarios, dos novelas y dos libros de ensayo. En poesía, obtuvo el Premio Internacional Carmen Conde con Este mar al final de los espejos (Torremozas, 2020), el Premio Internacional León Felipe con Entra la noche (Celya, 2023) y el Premio Paul Beckett con Otros sabrán de mí (Fundación Valparaíso, 2023). Su obra poética ha sido traducida al francés, al italiano y al rumano, y recibió también el II Premio Jóvenes Creadores (Madroño) del Ayuntamiento de Madrid. Fue cuatro veces finalista del Premio Adonáis de Poesía. En narrativa también ha obtenido galardones como el Primer Premio del VI Certamen Literario SER Madrid Sur o el Primer Premio del XV Certamen de Relato Corto «Eugenio Carbajal» del Ayuntamiento de Mieres. Su primera novela negra es La manzana de Eris (Cuadernos del Laberinto, 2023). Marina es miembro fundador del grupo poético madrileño “Los Bardos”, quienes acaban de publicar una antología con La Imprenta: Si el amor fuera un ala. Hoy la he invitado a que nos dé su Primera Impresión acerca de Entra la noche, su libro más personal, en sus propias palabras.

 

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Marina Casado: Se trata de un libro que me hace mucha ilusión por varias razones. Cuando lo escribí, no esperaba que fuera a ser tan bien acogido, porque se aleja bastante de lo que ahora se lleva en poesía, si es que podemos hablar de “modas” en un género tan minoritario. Fue una sorpresa que me concedieran el Premio León Felipe. Creo que es mi libro más personal, en el que más he dejado libre mi voz, sin plantearme gustar o ser comprendida. Además, cuenta una historia; es un adentramiento en la propia identidad.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

La inspiración fue inicialmente musical. Concretamente, surgió a partir de un álbum conceptual de los Moody Blues que me ha fascinado desde siempre: Days Of Future Passed (1967). Hay en él una canción dedicada a cada una de las partes del día, combinando las voces con la Orquesta Sinfónica de Londres. Una verdadera preciosidad. La última canción, la más famosa, “Nights in white satin”, alude a la noche: el tiempo del amor, en el que se cumplen todos los deseos. Me gustó mucho esa especie de viaje hacia la noche y ese fue el germen de la idea. La noche como una especie de universo cerrado e íntimo.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

El símbolo de la noche tiene en esta obra connotaciones positivas. No es el final de la luz o de la esperanza, sino que tiene su propia luz. Es ese momento en el que nos quedamos a solas con nosotros mismos y dejamos fluir las emociones ocultas, las reflexiones, los recuerdos. Es el tiempo de mayor inspiración; la ciudad de la poesía por excelencia. Por eso, en esta obra la concibo, simbólicamente, como un templo que representa una incursión en la propia alma. La voz lírica abandona la realidad para profundizar en ese mundo nocturno y mágico.

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

La emoción, la identificación, la comprensión. Es lo que siempre he perseguido, porque es lo que siempre he hallado en mis poetas favoritos. Lo ideal sería que un lector sintiera “suyo” uno de mis poemas.

¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro?

Creo que es uno de los puntos fuertes de esta obra. Tras un poema titulado “Despedida crepuscular”, hay tres secciones: “Pórtico”, “Vidrieras” y “Altar”. Forman parte de esa entrada alegórica del sujeto lírico en el templo de la noche. La primera sección constituye un acercamiento a la idea de la noche y a la infancia como paraíso perdido; la segunda está compuesta por tres poemas largos, en tono surrealista, que cuentan tres historias. La última sección es la que más profundiza en la identidad del yo lírico.

Me di cuenta de que tenía muchos poemas que hablaban sobre la noche.

¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

Me di cuenta de que tenía muchos poemas que hablaban sobre la noche. La noche como un destino, como un universo íntimo, como el final de un viaje. Así que decidí otorgarle un sentido al conjunto. Es mi forma habitual de componer los poemarios: reviso los poemas que ya tengo escritos, los selecciono y compongo una estructura. Se trata de un trabajo posterior a la escritura.

Es fascinante intentar derribar las barreras entre los géneros.

¿En qué medida veremos en él —o no— a la Marina Casado de tus anteriores obras? ¿Es tu primera incursión, aunque sea parcial, en la prosa poética?

 Hay una continuidad en mi poética, sí. Son las mismas imágenes de siempre, pero más maduras y, quizá, más subterráneas u oscuras. Manejo los mismos símbolos que en otras obras; alguien que me haya leído antes se dará cuenta enseguida. En Los ojos fríos del vals (BajAmar, 2022) ya concebía la noche como un lugar alegórico donde nacen la inspiración y la magia, donde florece la propia identidad.

Respecto a la prosa poética, ya me había aventurado en obras anteriores. En la ya mencionada Los ojos fríos del vals, incluso llego a rozar las fronteras de lo teatral introduciendo acotaciones en algunos poemas. Es fascinante intentar derribar las barreras entre los géneros. Al final, no son más que etiquetas.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Entra la noche, ¿cuáles serían?

Menos mal que son tres, porque dudo entre “Morada de la noche”, “Flores para Helena” y “Las célebres órdenes de la noche”.

Debo ser fiel a mis ideas poéticas.

Este libro te ha valido el XXI Premio León Felipe. ¿Qué ha significado para ti, para tu carrera literaria?

Sinceramente, creo que este es el premio que más ilusión me ha hecho de todos los que he recibido a lo largo de mi vida. No solo porque lleva el nombre de uno de mis grandes referentes poéticos, sino también por lo que significa que lo haya obtenido, precisamente, con este libro, que, como he dicho, está muy alejado de todas las corrientes actuales. Me ha servido para convencerme de que debo ser fiel a mis ideas poéticas, no intentar modelar mi voz a las modas o a los premios, porque, siendo yo misma, también puedo gustar.

Y hablando de premios… ¿Puedo hacerte la “pregunta Adonais” [Risas]?

Después de cuatro años siendo finalista y sin llevarme nada, he perdido la esperanza. “Mi reino no es de ese mundo” [Risas]. No obstante, probaré suerte el último año que me queda antes de abandonar la “juventud literaria”. Ya hay hasta “memes” con mi historia… [Muchas risas]

Me gusta ponerle nombres a todo.

Tampoco quisiera quedarme con la curiosidad: ¿qué es el “Marinismo”?

Todo lo relativo a mi universo. Mi forma de ver la vida, supongo, y mi poética. La poética “marinística” se caracteriza por ciertas imágenes: el mar, la noche, los espejos, el color azul, las golondrinas, el otoño… Más allá de lo literario, invento neologismos –o “marinismos”–, perfecciono el arte de la “heladología”… Me gusta ponerle nombres a todo y, cuando no lo hago conscientemente, son mis sueños los encargados. La palabra “Marinismo” surgió en un sueño, precisamente.

He de señalar que este “Marinismo” mío nada tiene que ver con el movimiento barroco iniciado por el italiano Giambattista Marino…

El prosaísmo en poesía nos va asfixiando cada vez más.

¿Corren buenos tiempos para la lírica, Marina? ¿Son, por ejemplo, Los Bardos, un buen exponente en ese sentido?

Para la lírica, concretamente, no corren buenos tiempos. El prosaísmo en poesía nos va asfixiando cada vez más. Hay una tendencia general a despreciar la melodía, el ritmo. Si atendemos a los libros premiados en los certámenes de los últimos años, sobre todo en los jóvenes, nos percatamos de esto. No quiero decir que no existan poetas líricos actualmente, poetas que sigan creyendo en la imagen y en el ritmo. Los hay y muy buenos. Pero no se les suele conceder el valor que realmente tienen. Creo que todo viene de un mal desarrollo de lo que se llamó “poesía de la experiencia”, que tuvo como representante al gran Javier Egea, pero ahora ya no es eso. Es otra cosa, que ha ido evolucionando desde entonces. O, mejor dicho: involucionando.

Los Bardos somos unos rebeldes, en ese sentido. Seis poetas que apuestan por la lírica y se exponen a ser tachados de “conservadores” o “clásicos” en determinados ámbitos. En realidad, ahora lo verdaderamente “moderno” sería no desesperarse por serlo. Por suerte, existen lectores y amigos que nos comprenden. Y ya lo dijo Bécquer: «Mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía!».

La manzana de Eris es tu primera incursión en el género de la novela negra. ¿Qué es más difícil escribir, poesía o narrativa? ¿Dónde te sientes más cómoda?

Creo que la novela exige unas rutinas de trabajo que no son necesarias en la poesía. La poesía surge en forma de deslumbramiento, en cualquier momento del día o de la noche, y nos empuja a escribir, aunque después haya que revisar y pulir ese texto “salvaje”. Pero para escribir una novela hace falta ponerse horarios, comprometerse a no abandonarla demasiado tiempo, porque entonces se pierde el hilo. Hay que ser muy constante. Yo me siento cómoda en ambos géneros, pero hasta que no he encontrado una estabilidad económica (que llegó con mi plaza de funcionaria) no he podido dedicarme, como siempre había querido, a la novela.

¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?

Este libro ha visto la luz casi al mismo tiempo que Otros sabrán de mí (Fundación Valparaíso, 2023), con el que obtuve el Premio de Poesía Paul Beckett. Los considero a ambos como un comienzo de etapa, una etapa en la que he aumentado la autoexigencia, en la que soy más consciente de mis fortalezas y debilidades como poeta. Creo que mi voz está más definida, más madura.

A partir de ahora, a continuar, por supuesto. Ya tengo dos inéditos que estoy intentando mover por certámenes; uno de ellos, muy en la línea simbolista de Entra la noche.

Por último, como lectora, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

Repasando mis últimas lecturas, me pareció muy interesante y original el libro más reciente de Francisco José Martínez Morán: Fábula del fragmento (Balduque, 2024). Prosa poética que apuesta, milagrosamente, por la lírica.

****

Tres poemas de Entra la noche

 

MORADA DE LA NOCHE

(Desprendiéndose lentamente de la conciencia).

He caminado por la ciudad sonámbula.
He pisado las calles vacías,
como pequeñas nieblas
llenando los jardines del recuerdo.
He encontrado las puertas cerradas,
mis manos cubiertas de barro,
la voz de un dios imperturbable
peinando los crepúsculos.
Sin ti la luz desciende,
se precipita sobre los balcones,
gotea,
recorre mis mejillas.
Este lenguaje nacido de la lluvia
se compromete ahora con el barro más hondo,
con las heridas más abiertas.
Desde él me pregunto:
¿es esta la soledad
donde habitan todos los ángeles?

 

 

FLORES PARA HELENA

La mujer más bella del mundo
arrastraba en los ojos dos océanos
de peces plateados y sirenas
que besaban los esqueletos de los navegantes.
La oyeron susurrar dormida:
“Siempre el silencio engendra fuego”.
Pero ella nunca calló.
Quería conocer todos los nombres
y mirar desde todas las ventanas
para olvidar después las multitudes,
el lenguaje, los bosques grises
donde amó sin propósito
a hombres que naufragaban
dentro de sus pupilas.

La mujer más bella del mundo
quería devorar el corazón de la noche,
buscando estrellas nuevas
para trenzar su cabello de sombra.
“El poema vive en la noche”,
le susurraban las sirenas de sus ojos.
Comprendió entonces que un jardín
es un intento azul de asfixiar el reloj
y que las flores acompañan a la muerte
para tratar de confundirla.

Cuando emprendió el viaje,
no esperaba un exceso de silencio,
ni su vestido blanco transformado en sudario
o el corazón rugiendo antes de detenerse.
Pero ella nunca calló,
por eso nadie podría describir
la condición eterna de su ausencia.
Tuvo que hablar el fuego
y atrancar todas las ventanas y los nombres.
La noche se encargó de devorarla.

Hoy van a visitar su cuerpo incandescente
a las orillas del crepúsculo.
Las sirenas y los marinos llevan consigo lilas
con las que trenzan sus nevados cabellos,
cubren sus manos grises como bosques
y diseñan jardines a sus pies
por detener el tiempo.
Mientras, Helena arde, arde y sonríe;
nadie le ha confesado que está muerta
y las flores son hijas de su olvido.
Pero el silencio, al final, siempre
engendra fuego.

 

 

LAS CÉLEBRES ÓRDENES DE LA NOCHE

(Con Andrés París, frente al cuadro de Anselm Kiefer)

Un hombre solo
aplastado por todas las estrellas
podría consolarse
imaginando su propia muerte,
podría preguntarse cosas sencillas,
cosas que no terminan en su cuerpo:
de qué forma nos hiere el infinito,
por qué la tierra seca
solo reúne huesos antiguos,
de cuántas civilizaciones nos hemos olvidado,
qué es realmente el conocimiento.

(Las preguntas componen
una homilía silenciosa
bajo la madrugada).

Un hombre solo
en su sarcófago de estrellas.

Dime:
¿tú qué razones hallas
para buscar el cielo?

 

 

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *