Memoria de hispanismo. Miradas sobre la cultura española

 
Por Mercedes Martín de la Nuez.
 
Memoria de hispanismo. Miradas sobre la cultura española. Joaquín Álvarez Barrientos (Ed.). Madrid, Siglo XXI, 2011, 200pp.
 

Siempre me ha parecido irónico que tras el franquismo vinieran la monarquía y los nacionalismos. De la misma manera que tras la “ansiada” revolución obrera apareció la tiranía de Stalin o de Castro, triunfaron aquí las más diversas tiranías tras la retirada de la “tiranía oficial”. Empezando por los nacionalismos. Recuerdo que en el colegio me preguntaban: ¿tú eres “goda”? Y yo, a sabiendas de que eso era algo malo que podía reportarme todo tipo de oscuros peligros, respondía con ansiedad: “yo no, yo soy canaria” (mi padre era peninsular y a mí se me notaba el acento). En el colegio los niños imitaban a los adultos, espoleados por el nacionalismo canario. El nacionalismo absurdo, tiránico, dañino, resentido y oportunista, que premia a los que ponen la palabra “canario” en el título de su libro, que sanciona a los que no la ponen, que inventa una cultura aparte, cuando en realidad las culturas se mezclan de tal modo que son inseparables.

 

En la universidad, casi todos mis profesores tenían la palabra “canario” en los títulos de sus publicaciones. En los seminarios de doctorado se ofrecía uno sobre teoría de la literatura canaria… Tres cuartas partes de los seminarios eran sobre literatura canaria… De todo esto me quedó el siguiente trauma: ¿qué es la literatura canaria? Una literatura subvencionada que ponía especial empeño en que los nombres de los protagonistas, la flora y el acento fueran reconocidos como canarios.

 

Este libro, Memoria de hispanismo, narra la aventura de unos historiadores y filólogos que estudiaron lo que quisieron, sin mirar de dónde venían. No estaban obligados a ser hispanistas y no obligaban a nadie a luchar por ningún bando so pena del destierro, no fueron premiados, no fueron sancionados, sólo se volcaban en el estudio y la conservación de una cultura. Para acceder a los textos tenían que engañar al funcionario de turno, el cual había sido entrenado para delatar, censurar y sospechar de ciertas palabras como anarquía, socialismo, etc. Los archivos estaban descuidados y ellos venían a cuidarlos, interpretarlos, mantener viva una cultura.

 

Asombroso es, para algunos, leer con cuánto amor gente de otros lugares se vuelca de esta manera, sin subvención autonómica. A muchos les sorprenderán las riquezas que los hispanistas de todas partes encuentran en nuestra cultura, frente a la pobreza que ven los que asocian la riqueza al progreso tecnológico (por desgracia, son mayoría). Las Humanidades son otra cosa, no dan dinero ni tienen por qué darlo, cultivan el espíritu de las personas, haciéndolo generoso y reflexivo, crítico y político de verdad, sin nacionalismos ni xenofobias.

 

La cultura hispánica está puesta en duda por el antiimperialismo de dentro y de fuera. Sin embargo, los que permanecen ajenos a estos resentimientos y reclamos identitarios de todo tipo, aprecian el estilo ensayístico, crítico y literario del pensamiento de tradición hispánica que va desde Alfonso Reyes a Ortega y Gasset, de Juan de la Cruz a Zubiri, del Quijote a Hijos del Limo, por ejemplo.

 

Jean Canavaggio, Clara E. Lida, Hans-Jhoachin Lope, Nigel Gledinning, Carlos Blanco Aguinaga, Russell P. Sebold, Margit Frenk y muchos otros cuentan su historia, que se entrecruza con la de España de mediados del siglo XX. Reputados hispanistas de uno y otro lado del Atlántico aparecen a lo largo de sus páginas. No era que estas personas no tuvieran ideología ni patria, sino que anteponían su vocación a cualquier xenofobia y partidismo. Estas palabras de Margit Frenk, la famosa hispanista autora del Corpus de la antigua lírica popular hispánica (siglos XV a XVII), nos sirven de moraleja:

 

Cuando apareció por fin el Corpus, en 1987, Eugenio Asensio me dijo un día en Madrid, con gran énfasis: “¡y lo has hecho tú!”, frase enigmática que yo quise interpretar como “lo hiciste tú, que no eres española y vives a miles de kilómetros de aquí”…

 

Esta es la escena que imagino al acabar el libro: el filólogo y el historiador trabajando (a pesar de que en el aire hace poco silbaron las bombas y las balas y aún resuena el eco).

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