RAPA: Un thriller “tranquilo”

Por Gerardo Gonzalo.

Recientemente Movistar ha estrenado la serie de seis episodios Rapa. Ficción sustentada, promocionalmente, en el prestigio de la anterior obra de sus creadores, Hierro, una serie que me interesó, con un estilo naturalista y una estética muy cuidada, pegada a un territorio muy específico, y que sin duda es una buena carta de presentación para interesarse por la ficción que nos ocupa.

Alguna de las cosas que hay en Hierro, están en Rapa. Un entorno muy concreto, una apuesta por la verosimilitud, y aunque aquí quizás la historia sea algo menos ambiciosa, no deja de ser también interesante. Si hubiera que compararlas, en el caso de Hierro estaríamos ante una sinfonía de paisajes, tensión, multitud de personajes y asesinatos, y con Rapa lo que se nos presenta más bien es una pieza de cámara, más íntima, modesta y “confortable” o “tranquila”.

Explico lo de confortable y tranquila, ya que la serie, teniendo muchas virtudes que posteriormente desarrollaré, tiene una apuesta argumental que puede resultar algo controvertida. La cuestión es que casi desde el primer momento sabemos quién es el malo, intuimos buena parte de su motivaciones y por tanto el grueso de la trama solo se sustenta en lo accesorio, en el interés de terminar de encajar algunas piezas que expliquen el porqué de lo que ha pasado, y que la investigación, sobre la que el espectador va siempre por delante, termine de cerrar bien el caso. Un interés este que quizás no sea suficiente para todo tipo de público, sobre todo aquel acostumbrado a tramas trepidantes llenas de giros y sorpresas, que demasiado pronto puede llegar a sentenciar con desgana que ya se sabe lo que ha pasado y quien ha sido”.

De ahí el término, confortabilidad. Como espectadores, no nos caben ya grandes sorpresas, no vamos a llevarnos sustos, nos mueve el interés por ver cómo se termina de deshacer el nudo principal, pero tenemos ya tan acotado todo, que no caben giros que nos intranquilicen en exceso. De hecho, para mí los momentos de mayor tensión, provienen de situaciones de relax objetivo, como las que se generan en el contexto de dar o recibir un masaje, y es que parece que esa tensión sobre la que se sustenta la serie, viene desde la contemplación de una práctica que con carácter general se realiza para eliminarla, un contrapunto este, muy interesante, y adecuado a su tono pausado e introspectivo.

Pero esto no tiene por qué ser un hándicap que haga desmerecer la trama. Es una característica que quizás no sea muy corriente en las hiperbólicas ficciones de intriga actuales, pero que aquí se agradece y nos da la oportunidad de detenernos en otros detalles y personajes, que en cierta forma constituyen un pequeño mundo en el que a uno no le importa adentrarse y de cuyo desarrollo se disfruta. Lo aparentemente accesorio toma el protagonismo y descubrimos que no está nada mal.

Los principales responsables de que no decaiga la historia son sus protagonistas Mónica López, eficaz en su papel de policía, profesional, muy pegada a la realidad y absolutamente verosímil y Javier Cámara, como ese profesor enfermo, metido a investigador aficionado, que confecciona un personaje complejo, difícil, poco evidente, que no sabemos por donde va a salir, pero absolutamente fascinante, y que eleva el nivel de la serie cada vez que aparece. Una pareja extraña, poco probable, con remedos de Holmes y Watson, con una relación compleja y un momento personal de ruptura en cada uno de ellos, que se enfrentan, a la vez que interactúan, con una mala que se aleja del arquetipo de criminal sofisticado y complejo, muy bien encarnada por Lucía Veiga a la que se le añaden algunos matices motivacionales que no permiten considerarla una villana absoluta.

Creo que la serie está bien, y aunque no termina de generar momentos, giros ni sorpresas de envergadura, se ve con agrado, se sigue con interés, sus personajes tienen atractivo y su tono contenido es un contrapunto interesante a los policiacos convencionales….en resumen, un “thriller tranquilo”.

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