SATURNO

19-SaturnoPor JUAN CARLOS VICENTE. Se tumbó junto a ella y pasó sus manos por la curva de sus caderas. La excitación pasaba por imaginar a otras mujeres, otras situaciones en las que ella no aparecía y sin embargo estaban relacionadas íntimamente. Cuando ella se giró él se acercó a su boca y notó la calidez húmeda de las lenguas rozándose.

El cuerpo se volvió y él levantó la camiseta de tirantes. Los senos desplazados a los lados y la espalda arqueándose. La agarró por la cintura y bajó los pantalones cortos y  las bragas de encaje. Él ya estaba desnudo, siempre anticipado al placer que se gestaba en su cabeza mucho antes de tomar el cuerpo de su mujer. La luz de la mesilla les envolvía en una penumbra agradable y cálida mientras la penetraba.

No era un acto de amor, era la búsqueda del sudor. Recordó a la chica atada y la boca abierta, mordiéndole los labios, la posterior limpieza con lejía de la cavidad carnosa y hedionda tras el sexo forzado. Entonces se excitó más. Agarró las manos de su mujer contra el colchón y aumentó la profundidad de las sacudidas, ella le envolvió con las piernas, levantando el cuerpo como si fuera también capaz de atravesarle.

 

Escuchó el llanto difuminado por la distancia entre las habitaciones y se levantó en medio de la oscuridad de la casa.

Alzó al niño de la cuna y se lo puso contra el pecho. Era blando, frágil e incompleto. Encendió la luz auxiliar para contemplarlo, lo separó de su cuerpo sujetándole por las costillas y el tórax. Dormido, introdujo una mano en la boca de su padre, un movimiento reflejo, un sueño articulado y físico.

Mantuvo la posición unos segundos, conteniéndose.

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