Serie Directores de Cortos: 1- Jota Linares

 

Por Rubén Romero Sánchez

 

 

Jota Linares

 

En Culturamas apoyamos con todos nuestros medios a los jóvenes directores de cine que triunfan en el mundo del cortometraje. A partir de hoy, cada dos jueves publicaremos entrevistas con los más representativos. El primero es Jota Linares (Cádiz, 1982), autor de magníficos cortometrajes premiados en todo el mundo.

Jota hablando de cine es un torrente desbocado. Y eso se agradece. No suelta su discurso; no se limita a responder a las preguntas que le hago, sino que las toma como pretexto para contar historias, anécdotas, expresar lo que siente por el cine. Su obra no hace concesiones al espectador. A veces es incómoda porque nos muestra desnudos ante los demás, indefensos, como niños que buscan refugio en medio del bosque. Me recuerda a Truffaut, o a Rohmer, o a Casavettes. Gente con clase tras la cámara, con cosas que decir, que utilizaba la forma del mensaje como un recurso narrativo más. Quedamos en Callao, un local fresquito, gran cristalera desde la que contemplar la plaza. Enfrente los cines Callao, donde se proyectó su corto 3,2 (lo que quieren las mujeres). Hablamos durante más de una hora, el tiempo se pasa volando. Luego se despide, se pone los auriculares y se sumerge en el hormiguero de la gran ciudad que le espera y a la que aún no se ha acostumbrado.

 

Cuándo decides que quieres contar historias con una cámara?

Siempre ha estado decidido. Cuando ya me lancé fue estudiando Periodismo, donde me metí para especializarme en crítica de cine. En 2º de carrera, con 19 años, decidí que tenía que ser valiente y atreverme. En mi familia no hay tradición de cine, son agricultores, mi madre es limpiadora, pero había un videoclub en el pueblo, un videoclub ilegal porque también era tienda de muebles; compraban las pelis en Carrefour y las alquilaban ilegalmente en la tienda. Mi madre me alquilaba todos los fines de semana una. Recuerdo el primer Fotogramas que me compré, el de Frankenstein de Kenneth Branagh, en enero del 95, Los puentes de Madison, con 13 años…

 

¿Qué directores te han influido?

Stanley Kubrick y Almodóvar. Mi corto 3,2 es un homenaje a Eyes Wide Shut. El pijama que lleva Marta Hazas es el mismo pijama que lleva Nicole Kidman en la película. Hasta la luz tratamos de imitarla. Recuerdo de ver El resplandor con unos 11 años. El impacto me duró meses. Aparte del miedo yo vi que esa película tenía algo: los movimientos de cámara, que luego descubrí que era la steadycam, el uso del espacio o la música, el plano secuencia… Empecé a obsesionarme con él, intenté ver todas sus películas. Recuerdo el día que murió, yo acaba de llegar del instituto, estaba comiendo, y vi la noticia de la muerte en la tele.

Y a mi madre la recuerdo desde siempre viendo películas de Almodóvar. Una vez fueron del pueblo a Sevilla a ver Mujeres al borde del ataque de nervios. Yo era muy pequeño y no tenía con quién dejarme, así que me metió en el cine. Y durante mucho tiempo recordé de esa película el gazpacho. Yo me identifico con él, porque para gente como yo, que no ha podido pagarse una escuela de cine y es autodidacta, es muy importante ver que una persona igual al final ha llegado. Es una persona que aprendió a base de equivocarse. Sus primeras pelis son malas. Pepi, Luci y Bom es mala, tiene torpezas, y ahora hace La piel que habito. Hace un cine mayúsculo, libre y universal.

De ahora también me gustan Sofia Coppola, John Cameron Mitchell, François Ozon, o Paul Thomas Anderson, que no me parece un genio, sino un visionario.

 

Placer, de Jota Linares

El sexo está presente en todos tus cortos. Pero además de explícito aparece como pretexto para hablar de las relaciones humanas. Y los personajes se desnudan en tus películas física pero sobre todo emocionalmente.

En mi grupo de amigos hablamos mucho de sexo, y en la Facultad, que es donde empecé a hacer cine. En la carrera teníamos la asignatura de Dirección, y el profesor nos prohibió usar cámara en mano y meter desnudos y escenas de sexo. Y de ahí surgió el corto Placer, como acto de rebeldía. Hicimos un corto para aprobar y al margen de la Facultad hicimos Placer. Pero es que además yo estaba viendo una censura que antes no existía, en el mundo en general: Janet Jackson enseñaba una teta y se volvía el mundo loco. Y yo quería contar una historia de gente joven, y en las relaciones entre los jóvenes el sexo está muy presente. Y en 3,2 el sexo sí es la excusa para contar una historia. Este corto ha tenido mucha censura en España, fuera no. En los festivales nos lo censuraban diciendo que la proyección era al aire libre, o que iban niños… Sobre todo por parte de festivales financiados con dinero público. Pero es que en ese corto no se enseña nada en ningún plano.

 

Te arriesgas mucho en tu cine. Haces fundidos en blanco de más de un segundo de duración, unos primeros planos que son primerísimos planos. Y los diálogos también son muy arriesgados.

Cada uno bebe del cine que bebe, y eso al final te sale en el tuyo. Por ejemplo, Juanfran Viruega tiene una elegancia visual acojonante, por sus referentes, Ophuls o Malick. A mí me encantan Kubrick y Almodóvar, así que la rebeldía al final me sale por algún lado. Siempre he querido desafiar al espectador de alguna manera. Esto hace que cortos como Placer o 3,2 se granjeen muchos enemigos. Luego todo el mundo opina por internet, por el anonimato, y eso hace daño. Pero yo no hago este cine para provocar; la rebeldía me sale inconscientemente. Ahora estoy haciendo cortos, y tengo más libertad. Si alguna vez hago un largo, sé que habrá un productor detrás que me irá poniendo frenos, pero ahora tengo que aprovechar mi libertad total, y no lo voy a desaprovechar.

 

Rubén Romero Sánchez y Jota Linares

Antes hemos hablado de lo arriesgado de tus diálogos, del desnudo emocional al que sometes a los actores, ¿cómo consigues esa fe que se trasluce en ellos hacia tu proyecto, cómo los llevas a tu terreno y extraes esas interpretaciones enormes?

Hablo mucho con ellos. Yo les quito los “momentos de querer un Goya”, cuando se ponen intensos. Eso no lo quiero. También trabajamos la vocalización, pero sobre todo intento que se sientan cómodos. Me preguntan mucho del personaje, yo hablo mucho, aunque a veces les paro, les digo: “esto no es el Actor´s Studio”, a mí no me importa cómo mueve la ceja un personaje. Al final todo se limita a lo que decía Anthony Hopkins: salir ahí y hacer las cosas bien, no equivocarse. Sobre todo les rebajo intensidad, lo que busco es muchísima naturalidad. A veces dicen de otra manera el texto, si se sienten más cómodos. Siempre les digo que acepten si les gusta el guión, no sólo porque quieran trabajar en un corto.

 

¿Cómo ves el circuito de cortos en España?

Algunos te tratan bien y otros son de traca. En algunos siempre premian a los mismos. En otros meten cortos terroríficos sólo por el nombre del director. En otros entran los cortos a dedo. Yo estuve en uno muy famoso en el que supe los premiados el mismo día que llegué al festival, cuando el jurado se reunía al final. En otros, sin embargo, te tratan de lujo, con mucho cariño, como en Avicine o el de Aguilar de Campoo. Hay mucha polémica en la selección de cortos, pero ahí tengo mucha manga ancha. Esto es como Operación Triunfo, no cogen a los mejores, sino a una representación de todos los géneros. También hay festivales muy petardos, todos llenos de cine social, o de comedietas sin gracia. El gran olvidado de los festivales en España es el cine de terror. Siempre están los alegatos contra la prostitución, que copian las imágenes de Iñárritu en Biutiful, oscuras y con cámara en mano, y ya cansan. Y luego en los festivales de cine fantástico ves grandes cortos que no aparecen en festivales generalistas.

 

Hace tiempo me decía Juanfran Viruega que en España teníamos la idea de que el corto es un paso previo al largo, cosa que no sucede en muchos países de Europa.

Es verdad, aunque en España cada vez hay más directores de largos que vuelven al corto. Como este país es de circo y pandereta, eso es bueno y es malo. Si un director con nombre sigue haciendo cortos, significa que le está quitando el puesto en festivales a un director joven, porque aunque su corto sea lo peor lo van a meter en los festivales, por el mamoneo que hay en este país. Aunque también hay gente como Sánchez Arévalo que tras largos hace cortos y son buenísimos. En mi caso el mundo del corto me ha dado muchas alegrías, pero para mí sí es un paso al largo, porque no creo tener el don de contar algo en poco tiempo. El corto me ha dado la opción de dirigir a Macarena Gómez, una de mis tres actrices preferidas, en Ratas. Es una actriz muy generosa, parecía una principiante por las ganas que ponía. Todo esto me lo ha dado el corto, pero si alguna vez hago un largo no creo que vuelva al corto.

 

3,2 (lo que hacen las novias) de Jota Linares  (Completo)

 

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