Sobre el humor

Por Carlos Javier González Serrano.

Sobre el humor, Simon Critchley. Quálea Editorial, 2010. Traducción de Antonio Lastra. 168 pp. 22,95 €.

La editorial cántabra Quálea nos presenta un libro poco usual por dos razones bien diferenciadas: en primer lugar, porque el atrevimiento y la soltura con la Critchley redacta su obrita (apenas 170 páginas) no son habituales en el ámbito ensayístico; después, porque la facilidad con la que se lee no repercute en absoluto en la calidad filosófica del planteamiento del autor. Cada vez es más difícil encontrar publicaciones que, de una manera o de otra, traten sobre filosofía o pensamiento en sentido estricto con el rigor que tal perspectiva merece.

Los libros de autoayuda proliferan en una sociedad cada vez más lastrada por una crisis de identidad que domeña la idiosincrasia del ser hombres y mujeres. Los problemas a los que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana son acogidos, generalmente, como afrentas personales contra nuestro destino. Hasta aquí nada raro. El verdadero problema surge en la medida en que tales conflictos no son resueltos por nuestra propia capacidad de análisis y acción.

Simon Critchley toma en consideración al hombre como inserto en un contexto determinado, en una circunstancia concreta, e intenta realizar un análisis de lo que el humor supone en el desarrollo de nuestra vida. En la “Introducción” del propio autor leemos que «los chistes perforan nuestras predicciones habituales del mundo empírico. Podríamos decir que la disyunción entre el modo de ser de las cosas y el modo en que el chiste las representa, entre la expectación y la realidad, suscita el humor. El humor deshace nuestras expectativas al producir una realidad nueva, al cambiar la situación en la que nos encontramos».

Critchley no se cansa de explicar que el humor funciona en tanto que existe un contrato social tácito puesto en juego, o lo que es lo mismo, «un acuerdo sobre el mundo social en que nos encontramos como trasfondo implícito del chiste». La risa posee, entonces, un entorno natural (la sociedad), en el que su función es determinada. El filósofo Henri Bergson afirma, a través de una cita en el libro del que nos ocupamos, que «la risa debe responder a ciertos requisitos de la vida en común, debe tener una significación social».

De esta manera, el chiste presupone ya un mundo social –y por lo tanto humano– compartido, en cuyo seno es posible que se desarrolle el humor como experiencia vital. Éste contiene ciertas condiciones de posibilidad que “los jugadores” deben entender a la hora de “jugar al juego” del humor. Existen, pues, unas reglas. Critchley recuerda a Wittgenstein a través de un texto de los aforismos de este último recogidos en su Cultura y Valor: «¿Qué supone para las personas no tener el mismo sentido del humor? No reaccionan debidamente entre sí. Es como si fuera una costumbre entre ciertas personas que uno le lanzara a otro una pelota que se supone que debe coger y devolver, y algunos, en lugar de devolverla, se la guardaran en el bolsillo».

Otro de los puntos que me parecen dignos de mención es el tratamiento del tiempo por parte del autor de Sobre el humor. En un apartado al que llama “Oportunidad cómica”, Critchley explica la «peculiar dimensión temporal de los chistes. Como cualquier cómico admitirá enseguida, la oportunidad lo es todo…». Así, la ocurrencia del chiste y su efecto cómico son el resultado de un óptimo uso de la duración y el instante. Critchley aclara tal afirmación de la siguiente forma: «Cuando nos cuentan un chiste, nos sometemos a una experiencia particular de duración mediante la repetición y la digresión, del tiempo literalmente estirado como una goma elástica. Sabemos que la goma se romperá, aunque no sabemos cuándo, y consideramos esa anticipación placentera. Se rompe con la culminación del chiste, que es una repentina aceleración del tiempo».

Un análisis pormenorizado del libro requeriría decenas de folios, por lo que nos contentaremos con recomendar encarecidamente a los amantes de la buena literatura inserta en la forma de ensayo, que no duden en adquirir y leer esta preciosa obrita. El empleo del adjetivo no es baladí; Sobre el humor es una publicación digna de mención no sólo en cuanto al laborioso y atento trabajo de documentación que Critchley pone sobre la mesa, sino por la manera en que se discuten las afirmaciones de tan diverso elenco de autoridades (procedentes de la filosofía, psicología, sociología, etc.), y la forma que el autor elige para introducir sus propias conclusiones a todo este respecto.

Termino con una cita de Trevor Griffiths en Comedians que, por la cercanía con un autor al que venero y admiro (A. Schopenhauer), me ha parecido especialmente atractiva: «Un auténtico cómico es un hombre atrevido. Se atreve a lo que sus oyentes esquivan y temen expresar. Lo que ve es una especie de verdad sobre las personas, sobre su situación, sobre lo que les hace daño o aterroriza, sobre lo que es duro, sobre todo sobre lo que quieren. Un chiste relaja la tensión, dice lo indecible, cualquier chiste vale. Pero un aténtico chiste, el chiste de un cómico, hace algo más que relajar la tensión, tiene que liberar la voluntad y el deseo, tiene que cambiar de situación».

One thought on “Sobre el humor

  • el 24 octubre, 2010 a las 10:52 pm
    Permalink

    de las muchas maneras de emanicipacion la cultura popular es una de las mas compleja yrica la segunda vida y mundo frente a la cultura oficial y patriarca logocentrica.Cultura mucas veces reprimida y censurada como resutado de la ortodoxia oficialista de lo que es la alta cultura,diferencia en los modos y usos de el lenjuage y surelacion con el mudo social que crean las difrencias artificiales y snobistas de la llamada alta cultura y cultura popular,es mas bajo la batuta de la considecion de la filosofia posmoderna esta distincion es puesta en cuestion al considerar toda obra o dicurso como mera narrativa y no argumentativa por lo que quien crea que es mejor la alta cultura no esmas que un snobista purista que no es mas que una version literaria y linguistica de la moralina y las buenas costumbre.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *