Son del Duero

Por Fernando García Malmierca.

Durante los meses de agosto y septiembre podemos disfrutar en la ciudad de Zamora de las intervenciones urbanas Son del Duero, proyecto que intenta dinamizar la calle Balborraz de dicha ciudad, antes ruta natural de bajada hacía el río, con el objetivo de habilitar un camino simbólico que una la ciudad con el Duero.

A tal efecto el Ayuntamiento de la ciudad ha convocado a ocho artístas para crear un conjunto de intervenciones o señales físicas que indiquen ese camino de ida y venida, antes activo con los oficios artesanos y comerciales e intertar dotarlo de una nueva función.

Comienza el recorrido con la intervención de Fernando de Dios y sus «Juegos de agua», grandes imágenes que preludian de forma artística el fluir del agua y sus caprichosas y armónicas sensaciones cromáticas.

Siguen las intervenciones de Mª José Rodriguez Tobal y Aquilino Ramos que con su «Fuente de los deseos» y «Sin prisa» realizan dos grandes intervenciones escultóricas con referencias fluxus, la primera, con la intención casi mágica, de que se cumplan tus deseos y la segunda, en un homenaje a Wolf Vostell, el artista hace un guiño ecológico invitando a aparcar definitivavente el coche y seguir el recorrido a pie.

El artista zamorano Antonio Pedrero, realiza en «Conversaciones» una instalación donde reina la confusión sonora y sensorial, remedando los batiburrillos de los programas «de opinión» de nuestros medios de comunicación y el exceso de estímulos que al final desinforman creando estupefacción y vértigo.

La calle Balborraz, calle histórica cuya rehabilitación recibió el premio Europa Nostra en 1997, está intervenida lo largo de su recorrido por dos instalaciones: una sonora realizada por Arturo Ledesma, que rememora las señales acústicas en clave que empleaban los artesanos para su comunicación, con tintineos y réplicas, y la otra, «Camino del agua» es una gran flecha de 200 metros realizada por Fernando García Malmierca, que recorre la distancia que señala, en un juegoconceptual sobre la importancia del recorrido, en este caso ecológico, de forma que el destino es el cámino, como en los grandes viajes iniciáticos.

«La ruina Dorada» es otra intervención de Arturo Ledesma, tratándose de una forma piramidal asentada en la orilla del río, en forma de falsa ruina y monumento funerario deslocalizado, que emite al anochecer una vibración simil del ruido blanco intra terrestre que procede de una profundidad y produce una expansión sin límites.

El recorrido termina en el propio río con un bello poema de Juan Manuel Rodriguez Tobal flotando y moviéndose con los vaivenes del agua.

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