Tolstói, Crimea y el Cáucaso

Ecos de Crimea y el Cáucaso

 

 

Si se trata de elegir entre la diversidad de la oferta televisiva y la solidez de Tolstoi, no lo dudes. Tras nuestra muerte quedarán vagando por el espacio las ondas electromagnéticas y todos los pulsos electrónicos que guardan la estupidez viajando a la velocidad de la luz. Es posible que en planeta ya no quede ni una sola bacteria viva, que esto sea un puro territorio mineral, pero cualquier alienígena podrá escuchar el parloteo imbécil con la suerte de no poder descifrarlo. Sin embargo, nuestra reválida no está ahí, sino más cerca de la conciencia o de la parte natural de la conciencia. Es decir, la reválida moral que nos atañe tiene que ver con el bien y el mal y si se nos ha dado la opción de elegir entre uno y otro. No podremos triunfar en un programa basura o en la NBA, porque nuestra condición natural y nuestros límites sociales lo impiden. Pero sí sabremos escoger entre dos opciones la más generosa. O negarnos a actuar cuando nuestro acto provoca daño. Sobre esa conciencia natural es sobre la que Tolstói creaba universos enteros. Y decimos universos pues al planeta le pertenece toda la red social y las castas, cualquier forma de vínculos entre personas y con la naturaleza o lo artificial. Pero Tolstói no se conformaba con el régimen terrenal. El alma queda dentro y fuera del planeta. El problema es que las almas no se traducen a ondas electrónicas que vaguen por el espacio para confundir a los seres de otra galaxia dentro de millones de años.

Después del baile: un aristócrata, intrigado por la aseveración de sus contertulios en la que se niega al hombre el libre albedrío, porque el hombre no entiende lo que está bien y lo que está mal, narra su encuentro y su enamoramiento en una noche de baile. Como dictaba Aristóteles, reconoció ese amor sincero por la intensidad de sentimientos a que le condujo, por una embriaguez que le hacía saberse mejor persona. Sin embargo, esa misma noche una visión atroz le provoca arcadas. La asociación entre el flechazo y la barbarie, inevitable por ser protagonizadas por los mismos personajes, le obliga a enfermar buscando una explicación. Trabado en la disociación cognitiva, sin que él lo pretenda, las consecuencias serán inevitables y se sucederán poco a poco. Tolstói certifica con esta obra maestra que sí, que sabemos distinguir entre el bien y el mal. Otra cosa es la manía de engañarnos para justificar el egoísmo o la pereza.

Hadjí Murat es, antes que nada, Historia, aunque sería un tanto extravagante considerarlo un relato histórico. No hay meditaciones sobre la historia en esta novela, que es pura narración; y sin embargo, lo que sucede en el libro no es invención del Tolstói, al menos en lo esencial.

El escritor ruso Isaak Babel, entusiasta de Hadjí Murat, decía de esta última novela de Tolstói: «Aquí la carga eléctrica procede de la tierra, viaja a través de las manos y va directa al papel, sin el menor aislamiento, apartando implacable todas las capas exteriores con una sensación de verdad.»

Quizá sea eso, la sensación de verdad, la vibrante energía que transmiten las páginas escritas por Tolstói las que han hecho decir al crítico Harold Bloom que Hadjí Murat representa lo sublime en prosa de ficción y que es el mejor relato del mundo, al menos de los que él ha podido leer.

Los acontecimientos históricos en los que se basa la novela pueden resumirse en pocas líneas. Durante la primera mitad del siglo XIX, el imperio ruso combatió sin tregua para derrotar a los musulmanes de las montañas y bosques del Cáucaso. Unidos en una guerra santa contra los rusos, los caucasianos fueron finalmente liderados por el imán Shamil, cuyo subordinado militar más competente fue Hadjí Murat, ya una leyenda mucho antes de morir en batalla. En diciembre de 1851, tras una disputa con Shamil, Hadjí Murat se pasó a los rusos. Cuatro meses más tarde, en abril de 1852, intentó abandonarlos, fue perseguido y murió luchando en un último enfrentamiento desesperado.

Muchos son los que han visto en Hadjí Murat un relato épico con reminiscencias homéricas. Otros ven en esta novela un auténtico western, con la particularidad de que aquí la guerra de frontera no enfrenta a los pieles rojas de las praderas y a los colonos del Oeste americano, sino a los montañeses con el ejército zarista. En cualquier caso, en la novela, como ocurre en los dos géneros mencionados, están presentes el odio, la ambición, el afán de venganza, el deseo obcecado de dar muerte o hacer daño al enemigo, la traición, pero también las lealtadas sustentadas en la adhesión personal y familiar.

El prisionero del Cáucaso: Durante la Primera Guerra Chechena, un grupo de soldados rusos sufre una emboscada por rebeldes en las montañas de Chechenia y los dos supervivientes son hechos prisioneros por el anciano Abdul Murat, que quiere intercambiarlos por su hijo, en manos de los rusos. Los dos presos hacen frente a la situación de maneras muy diferentes: el tosco sargento y cínico Sasha (Oleg Menshikov) trabaja para escapar, mientras que el joven e ingenuo Vanya (Sergei Bodrov, Jr.) trata de hacer amistad con sus captores y se enamora de la chechena Dina, la hija de Abdul Murat.​ Después de un fallido intento de fuga, las diferentes personalidades de los dos prisioneros determinan su destino.

Se creó un cuento corto en los años 70 del siglo XIX, y muchos críticos se sorprendieron por el lenguaje sencillo y accesible, incluso para los niños, con el que fue escrito. Además de una descripción realista de la vida de los montañeses y la naturaleza hermosa y salvaje del Cáucaso, Tolstoi presta atención a otro tema de la historia, más moral y psicológico.

Este tema es una confrontación que se revela con el ejemplo de dos personalidades, dos personajes principales del «Prisionero del Cáucaso»: Zhilin y Kostylin. La trama de la historia se desarrolla rápidamente y la descripción de todos los eventos es colorida y memorable.

One thought on “Tolstói, Crimea y el Cáucaso

  • el 9 octubre, 2023 a las 8:13 am
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    El Anillo del Cóndor.
    Buenas noches, entre ellos la
    Costumbre de el planeta entre grafía y estaño, recombinado el beneficio , de el planeta.
    El puesto de monitor es el cumplimiento, de el número cinco. Otra vez, en estaño.
    Y, lo cuecen, en alas , de farol.
    Las estrellas fijas, lo saben.
    Esto se llama, el chi , de el ser supremo y el anillo del Condor.
    Fin. Ventanas , y moradas , del
    cangrejo.
    Fin.

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