Ya queda menos

Por Rodrigo Soto.

Ya queda menos. Miguel Albero. Ediciones Zutt, 2011.

 

“El único problema es que vivían en un mundo en el que había que reirse demasiado”. Esta frase, tomada de la novela “Ringolevio” de Emett Grogan -seudónimo de Kenny Wisdom, uno de los  inspiradores de la movida californiana en San Francisco,  a mediados de los años sesenta del siglo pasado-,  parece apropiada para introducir un comentario sobre la novela “Ya queda menos” (ediciones Zutt, 2011) del narrador y poeta madrileño Miguel Albero (1967).

 

La frase, en efecto, resume bien las intenciones críticas y humorísticas, satíricas y  paródicas, sobre las que se erige la novela. Centrada en la figura patética de su protagonista,  un perpetuo aspirante a funcionario público, “Ya queda menos” nos relata los descabellados y siempre fallidos intentos de Simbad Martínez por darle algún sentido a su existencia.

 

El del sentido es, como se sabe, un tema eminentemente moderno, e incluso “posmoderno”. Abordarlo con una lente satírica -a veces farsesca-, es la apuesta de fondo de esta novela.  Para lograrlo, el autor caricaturiza los proyectos mediante los cuales Martínez pretender dotar de sentido su existencia: aunque rigurosamente estúpidos, no resultan ajenos a los mandatos de nuestro tiempo y de nuestra sociedad, ni nos son desconocidos: lo gratuito y lo inútil, el nacionalismo y sus alrededores, el consumo y la ostentación, la religión y sus embriagadores perfumes… Como se ve, aunque la acción narrativa se desarrolla, casi en su totalidad, en Madrid y sus alrededores, podría tener lugar en cualquier sitio.

 

De cada una de estas tentativas regresará Simbad Martínez más perplejo y descorazonado que de la anterior, convencido de que su próximo proyecto será el que en definitiva lo redima del vacío y el absurdo de su existencia. No obstante, cada nueva aventura es asumida de la misma forma, como un intento de abrazar algo externo y acabado donde supuestamente el personaje encontrará la felicidad. De ahí sus reiterados fracasos.

 

Desde esta perspectiva, el personaje de Simbad Martínez es lo opuesto de Alonso Quijano, pues si algo caracteriza al hidalgo manchego en su trance de locura, es precisamente su convicción interna de que solo ahí, en la asunción de su destino heroico, su vida es digna de vivirse y encontrará sentido. De esa convicción interna carece Martínez, quien no hace otra cosa que perseguir los espejismos que le propone la sociedad como salvaguardia de su vacío. Mientras aquél combate espejismos, este corre a abrazarlos convencido de encontrar ahí la felicidad. El golpe que se darán es parecido pero sus intenciones, y el efecto sobre el lector, muy distintos.

Particularmente logrados me resultan los pasajes donde la mirada satírica y la perplejidad humorística alcanzan al propio narrador, quien de esta forma explicita y al mismo tiempo pone en crisis los presupuestos de su relato. Así, oscilando entre diferentes registros estéticos y narrativos -la sátira, la picaresca, la parodia, la farsa, el humor bufo- la novela de Miguel Albero se inscribe en una vertiente fundamental -y hasta donde sé, poco frecuentada en años recientes- de la tradición literaria de lengua española.

 
 
 

One thought on “Ya queda menos

  • el 5 abril, 2023 a las 3:02 am
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    Este “ya queda menos” ¿es en clave de darse animos? ¿O en clave de que? Porque, siempre con humor, es obvio que queda menos…para todo.

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