Niña de octubre, de Linda Boström Knausgard

Niña de octubre

Linda Boström Knausgard

Traducción de Rosalía Sáez

Ediciones Gatopardo

Barcelona 2022    176 páginas

 

NIÑA DE OCTUBRE

 

Por Íñigo Linaje

 

“Me gustaría poder contarlo todo acerca de la fábrica. Ya no puedo. Pronto no recordaré mis días ni mis noches ni por qué nací. Solo puedo decir que estuve allí durante varios periodos de diversa duración entre 2013 y 2017 y que sometieron mi cerebro a tal cantidad de corriente eléctrica que estaban seguros de que no sería capaz de escribir esto”. Así da comienzo a su tercera obra narrativa, Niña de octubre, Linda Boström Knaugard. La que fuera pareja sentimental de Karl Ove Knausgard, autor de esa desmesurada pentalogía titulada Mi lucha, una tentativa moderna de actualizar En busca del tiempo perdido, de Proust, no se mueve por unas coordenadas diferentes a su exmarido, ya que esta obra autobiográfica da cuenta de su mundo interior y quiere ser un texto memorístico, aunque no tan extenso como el de aquel.

Y es que la escritora escandinava, que ya había publicado en la editorial Gatopardo Bienvenidos a América,  su segunda novela, partiendo de la experiencia de sus estancias en sanatorios mentales entre 2013 y 2017, donde fue tratada de una depresión profunda y, por lo que intuimos en el relato, de un trastorno bipolar, encuentra en esos ingresos el pretexto para desarrollar una narración personal –con más que evidentes signos autobiográficos- donde repasa los momentos más destacables de su vida.

Al perturbador comienzo, que incluye reflexiones en torno al suicidio y anotaciones de sus vivencias en clínicas de salud mental, siguen páginas en las que la escritora va desgranando recuerdos del pasado, empezando por la niñez: “Tuve una infancia desgraciada. No feliz. No sabía quién quería ser y eso me debilitaba”. En el tramo central de la obra, consigna las difíciles relaciones con sus progenitores (el matrimonio se divorció; su padre padecía trastorno bipolar, igual que ella) y sus dificultades para adaptarse a la realidad que le rodea, así como cierta inadaptación social. Ahí aparecen también los primeros síntomas de su enfermedad, en forma de ataques de angustia y ansiedad y los primeros enamoramientos y rupturas.

Relato plagado de encrucijadas existenciales (“Un buen día me encontré sola en una casa y sin saber cómo continuar mi vida. No valía nada, puesto que nadie me quería”, escribe en las primeras páginas del libro), Niña de octubre indaga en la psicología particular de una mujer enfrentada a un entorno hostil desde edad temprana, inadaptación que se manifiesta en la vida adulta con el fracaso de su matrimonio y en su incapacidad para ejercer con solvencia el papel de madre. Además, hay un diálogo con el padre ausente, que, en realidad, es un monólogo interior.

La novela, escrita con un estilo directo y expeditivo, telegramático a veces (algo que añade tensión a una historia ya de por sí asfixiante), es un testimonio valiente y, a ratos, sobrecogedor; la autora no ahorra detalles respecto a sus bajones de ánimo y depresiones, o al tratamiento con electrochoque que sufre en sus internamientos. Tampoco alusiones a la personalidad de su expareja, notas minúsculas que va ofreciendo con cuentagotas mientras su memoria se va recuperando. Sin embargo, todo ese material –emocionalmente descarnado- no llega a perturbar al lector por una razón: la habilidad de Linda Boström para no caer en el sentimentalismo y la autoindulgencia.

 

 

 

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