Lecturas de verano (1)

Por José Angel Barrueco.

Haciendo balance de mis lecturas durante este verano, compruebo ahora que he leído algunos de los libros de relatos más impactantes de estos tiempos, varios de ellos están aún en las mesas de novedades y otros están descatalogados o resultan difíciles de encontrar. En ese balance anoto hoy los que corresponden a autores extranjeros, y dejo para el siguiente artículo los de escritores españoles.

Entre estas lecturas estuvo Sospechosos (Mondadori), de David Thomson, que prologó Rodrigo Fresán en su colección “Roja & Negra”. Sospechosos une con habilidad la entrada enciclopédica y el relato breve, y a la vez puede leerse como una novela donde se codean míticos personajes del cine. A ratos fascina y a ratos irrita: no siempre nos gusta que un antihéroe de película termine peor de lo que imaginamos.

Lo opuesto al ejercicio fabulador y enciclopédico de Thomson es el libro de once relatos de Thom Jones: El púgil en reposo (Muchnik). Textos autobiográficos en los que el autor nos noquea en cada página. Tiene uno que rebuscar sin descanso entre las librerías de viejo para hallar la obra de Jones, y esa es una de las cosas que uno no entiende. Quizá sea porque, ya lo sabemos, el cuento en España tiene las de perder. Todo escritor ha pasado por esta conversación: Autor: “Estoy escribiendo cuentos”. Conocido/familiar/amigo: “Ah… Cuentos… Pero eso es para niños, ¿no?”

Principiantes (Anagrama), de Raymond Carver, supuso otra manera de aproximarse al taller íntimo de este clásico, uno de mis autores favoritos. Esta versión me parece interesante porque, al fin y al cabo, es como una de esas versiones extendidas o director’s cut que vienen en un dvd repleto de extras, con el making of y los entresijos del rodaje. Si aceptamos esto en el cine, no veo por qué no aceptarlo en la literatura.

Próximo a Carver, aunque más agresivo, está Larry Brown con esta joya: Amor malo y feroz (Bartleby). No lo dejen escapar. Ansiamos más libros de Brown, uno de los autores venerados por Chuck Palahniuk. Jode saber que Brown ya murió y no podrá escribir más. Murió joven.

Y leí los relatos de Miranda July: Nadie es más de aquí que tú (Seix Barral), cuya prosa con un ingrediente de locura (algo que se nota en su película Tú, yo y todos los demás) es un bálsamo en el estío, donde se supone que todo es playa y orden.

Algunos lectores optan, en verano, por lecturas banales o livianas. A mí, al contrario, me gusta elegir los caminos más escabrosos (ya que el verano es “para no pensar”, uno debe hacer esfuerzos por cultivarse), de ahí que devorase varios libros de lectura no apta para consumidores de best-sellers: Extinción (Debolsillo), de David Foster Wallace, la única de sus compilaciones de cuentos que me faltaba; Un lento aprendizaje (Tusquets), mi iniciación a Thomas Pynchon; Siete pecados capitales (Sexto Piso), de Milorad Pavić, artesano de cajas chinas; y Fiebre de guerra (Berenice), de J. G. Ballard, que es la felicidad absoluta para un lector.

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