Pepa Roma presenta "Indian Express"

Por Francisco Balbuena.

La novela “Indian Express”, reciente ganadora del Premio Azorín y publicada por Planeta, se presentó ayer en el Hotel Villamagna de Madrid. Su autora Pepa Roma estaba acompañada por la escritora y académica Soledad Puértolas, que disertó sobre las bondades de la novela y las claves que encierra.

Para Puértolas, la novela contiene dos lecturas fundamentales: un viaje por la India, un mundo inmenso y misterioso que a menudo se escapa del entendimiento de los occidentales; y un viaje personalizado en las dos protagonistas, que reencuentran el amor y la amistad. Las amigas Lola y Che emprenden su periplo a través de una India llena de contrastes, un lugar al que quisieron ir hace cuarenta años cuando eran unas jóvenes de veinte. «Porque para conocerse a uno mismo hay que separarse de uno mismo”, ha señalado Puértolas, “Hay que viajar, abandonar la tierra natal. En el caso de Lola y Ché, el viaje sirve para que las dos amigas analicen su relación».

Pepa Roma también desarrolló en la India su anterior novela, “Mandala”, que obtuvo el Premio Andalucía de novela 1997. Para la autora, el subcontinente indio es un escenario fascinante y preñado de sugerencias, el cual ha recorrido de norte a sur y en donde ha vivido largas temporadas. La idea de “Indian Express” surgió después de uno de esos viajes, hace tres años. Quiso que las protagonistas fuesen dos mujeres de sesenta años, una edad meridiana en la que las mujeres aún se sienten seductoras, cuando quizá les ha fallado el amor o ha naufragado su matrimonio. “Entonces acaban volviendo a la relación que mantienen desde jóvenes con sus amigas íntimas”, ha declarado la autora, “He querido analizar esa relación, porque a veces mitificamos tanto la amistad como el amor”.

Roma ha escogido para protagonizar su novela a Lola y Che, dos mujeres muy distintas, aunque ninguna por separado es el alter ego de la autora. Emprenden su viaje por la India en el estado sureño de Kerala, el paraíso hippie de los años sesenta, sin saber, aunque tal vez conscientes de ello sin declarárselo, que habrán de bucear en los límites de la seducción.

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