Erasmo de Rotterdam, de Stefan Zweig

 

 

 

 

Por Gonzalo Muñoz Barallobre.

 

 

Erasmo de Rotterdam (1466-1536)

Estamos ante un hombre frágil, de salud delicada y cuerpo débil. Consciente de ello, hizo suya la máxima de vivir a través de los libros. Y es que sólo a través de ellos fue capaz de mirar a la realidad a los ojos, una realidad dura y espinada, y darle respuesta.

 

En él, la pasión no era más que un hilo, un hilo fino e imperceptible, frente a un intelecto poderoso, una inteligencia analítica tan afilada como un bisturí. Y desde la atalaya que era su biblioteca supo retratar el carácter de los grandes personajes de su época y captar el pulso de su tiempo, un periodo histórico marcado por la Contrarreforma y por las terribles guerras de religión que ella implicaron. Y aunque los dos bandos buscaron atraerle a sus filas, él fue tajante: “sólo respondo de mí mismo”. Un gesto que le hizo, por la lógica del “conmigo o contra mí”, ser considerado enemigo tanto por reformadores como por contrarreformadores. Así, Lutero, esa fuerza de la naturaleza, ese puño campesino de hierro, lanzó contra Erasmo flechas envenenadas, convencido de que era un cobarde temeroso de la acción, ya que en su obra Elogio de la locura (1509) había una clara crítica a la Iglesia gobernada desde Roma; y no estaba equivocado, Erasmo fue duro con esa Iglesia corrupta, pero él amaba y creía en la paz, y Lutero, con su tono incendiario, pretendía todo lo contrario. Y es que Erasmo tenía fe en el diálogo y nada le repugnaba más que el fanatismo, y eso era algo que a Lutero le sobraba. No debemos olvidarlo, Erasmo era un humanista en sentido estricto: creía en el poder de la palabra, en la hermandad espiritual que ella podía forjar y en la posibilidad de usarla como medio para resolver todo conflicto.

 

Seguir su vida es ser testigos de cómo la inteligencia fecunda a la vida, pero también, es perderse por Italia, Francia, Alemania o Inglaterra, por esas grandes cortes que llamaron a Erasmo deseosas de conocerle y compartir su sabiduría. Y es que en el Renacimiento, como bien se señala en esta obra, se da un hecho realmente interesante: el poder se interesa por la cultura y la alimenta, y no sólo eso, la respeta. Así, podemos encontrar a un Miguel Ángel expulsando al Papa al grito de “aún no esta terminado”, o a Carlos V agachándose, ante la mirada atónica de quienes le acompañaban, para recoger del suelo un pincel que se le había caído a Tiziano.

 

Pero lo mejor de esta biografía es que está firmada por Stefan Zweig (1881-1942), ese hombre en el que se dio una combinación muy difícil de encontrar: un saber monumental y la capacidad de trasmitirlo de manera sencilla y ligera.  

 

 

 

 

Erasmo de Rotterdam: triunfo y tragedia de un humanista.

Stefan Zweig

Paidós, 2011

16 euros

216pgs

 

 

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