61 Festival de San Sebastián: Día 4

Por David Garrido Bazán.

 

SAN SEBASTIAN 2013 – J04: CANIBAL, OCTOBER / NOVEMBER, CHILD’S POSE

 

Pocas películas habían generado a priori tanta expectación en San Sebastián como Caníbal, la última película de Manuel Martín Cuenca, una obra que tuvo una gran recepción en Toronto y que ha contado con un importante respaldo en ciertos ámbitos críticos incluso desde su rodaje, lo que no deja de ser un hecho tan inusual como un tanto gratuito: jamás un exceso de expectativas ha beneficiado a una película, que se ve siempre en la obligación de cumplir con tanto hype, como dicen ahora los modernos. Por suerte Caníbal se defiende estupendamente. No solo eso: probablemente estemos ante la película más importante del cine español de este año, conjugando sentido del riesgo, coherencia y un desbordante talento.

canibal Analicemos un poco. El título no lleva a demasiado engaño y efectivamente, el protagonista de Caníbal es un tipo que se dedica a comerse a sus semejantes. Bueno, no exactamente a sus semejantes porque Carlos elige siempre mujeres jóvenes para matarlas, despiezarlas y tener bien provista su nevera de filetes que luego degusta de forma austera, sin más guarnición que una buena copa de vino y masticando despacio cada bocado. No es de recibo que un émulo de Anthony Hopkins despierte tus jugos gástricos con un plato semejante pero claro, poner el pase de prensa cerca de la hora de la cena tiene estas cosas. Sigamos. Carlos es Antonio De La Torre, serio, responsable, hermético, educado y amable sastre que lleva una vida monótona y ordenada más allá de ese peculiar hábito. Se juega con la contención, con el tempo narrativo y con la mirada. Sobre todo con la mirada. Un tipo como De La Torre puede resultar de lo más inquietante con una mirada y un silencio de esos suyos. Un día llega a su apacible edificio una rumana de buen ver, alegre y masajista, que provoca su deseo. Pero ya hemos visto antes que Carlos tiene una forma un poco peculiar de cumplir con esos deseos. El espectador lo sabe, Carlos lo sabe y sus potencial victima no. Y ahí reside la gracia del asunto: Martín Cuenca juega de maravilla con las expectativas – las del espectador viendo la historia, no las de la película que decía antes – y consigue provocar tensión, humor, horror o ternura según lo que toque con una endiablada inteligencia y un muy hábil uso de los recursos narrativos a su alcance mientras su criatura se debate entre sus instintos primarios y el amor que le acaba de inspirar la mujer que llega a trastocar por completo su ordenada vida. Como son las mujeres.

Caníbal es, digámoslo ya sin rodeos, una muy notable película. No ya por su sentido del riesgo, que es considerable, ni por el talento de su reparto – en los Goya de este año el de Mejor Actor y Mejor Actriz Revelación tienen serios candidatos… y el de Mejor Película pues también – ni por el buen ojo de Martín Cuenca para mantener en precario equilibrio toda una serie de elementos que en manos de un realizador menos hábil haría que la película se cayera como un castillo de naipes. No, el punto fuerte de verdad de Caníbal es saber cómo abrirse paso hacia el espectador pese a que todo su envoltorio parece caminar en sentido contrario a los usos a los que está acostumbrado el público en estos tiempos. Como decíamos ayer a propósito de Alex de la Iglesia y sus desmadradas Brujas de Zugarramurdi, no hay nada mejor que un cineasta coherente con su trabajo al que lo que le importa de verdad es ser fiel a su estilo una vez lo ha elegido. Martín Cuenca tenía muy clara la historia que quería contar y cómo quería contarla. Y ha sido fiel a esa idea hasta sus últimas consecuencias. Se le pueden buscar debilidades – las hay en su resolución y no es difícil señalarlas – pero no cabe duda que Caníbal resulta una película original, brillante y sumamente personal que va a iniciar aquí un camino plagado de éxitos. Tiempo al tiempo. En la retina se quedarán imágenes como esa secuencia de puro terror en la playa, el innegable y definitorio protagonismo de una ciudad tan peculiar como Granada, la dulzura de la sorprendente Olimpia Melinde y la rotundidad incuestionable del trabajo de Antonio de la Torre, contenido como nunca en un personaje inolvidable.

octubreLa primera película del día era austriaca y ya sabemos la chispa que tiene esa gente y la alegría natural que corre por sus venas. Lo bueno que tiene ver una de sus películas es que a la salida eres mucho más consciente y agradeces en mayor medida la luz del sol. October / November narra los secretos y mentiras de una familia que posee un hotel en un pequeño paraje de los Alpes. El padre, gravemente enfermo, pasa de medicarse y en realidad de todo mientras espera pacientemente a diñarla sin hacer demasiado ruido. Su hija mayor Verena lleva el Hotel y mantiene una aventura con el médico que trata a su padre de sus dolencias, probablemente aburrida de que su marido sea tan buena gente. La otra hermana, Sonja, es una de las estrellas de cine más conocidas del país, lo que no impide que su vida personal sea un absoluto desastre. La enfermedad de su padre hace que sea el momento idóneo para volver y generar así una de esas bonitas reuniones familiares de las que el cine nos ha enseñado muchas veces que no sale nada bueno, sino más bien lo contrario.

Por más que me devanaba los sesos esta mañana, no acabé de encontrar una razón válida para justificar la presencia de una película como October / November en el Festival de San Sebastián. Me resulta un misterio saber qué habrán visto los programadores en una película rutinaria, correctita y aseada, eso sí, pero mil veces vista y sin el más mínimo atisbo de originalidad. Su realizador Götz Spielmann se empeña además de forma un tanto incomprensible en mostrarnos sin escatimar detalle la agonía de ese padre que se aferra a la vida con más fuerza que Jason en cualquiera de las entregas de Viernes 13. Hasta tal punto acaba ya uno harto de estertores y sonidos guturales que uno siente los deseos de que Spielmann haga de una vez un Haneke y acabe con sus sufrimientos. Y los nuestros de paso. Lo más flojo visto en la Sección Oficial a Concurso hasta ahora.

childs_poseLa cosa mejoró bastante, como no, con la Perla del Día. En Child’s Pose (La Postura del Hijo), la ganadora del Oso de Oro de Berlin de este año, asistimos a como una madre posesiva y controladora de clase alta pone en marcha todos los recursos a su alcance para salvar de la cárcel a su atribulado hijo, que acaba de matar en un atropello a un chaval de familia humilde de catorce años. La película es una nueva exhibición de fuerza del pujante cine rumano, que de la mano esta vez del director Calin Peter Netzer y apoyado en una antológica interpretación de Luminita Gheorgiu como esa matriarca de la familia cuya determinación y capacidad de manipular a los demás a su antojo ya quisiera para sí el añorado Tony Soprano, nos muestra el proceso de descomposición de una familia enfrentada al miedo y a la humillación de la cárcel. Con una insobornable cámara al hombro que a alguno puede crispar los nervios y la habitual ración de realismo que exhibe una puesta en escena muy cercana en todo momento al rostro y la palabra de esos personajes, Child’S Pose se configura como un potente drama familiar, crudo y de enorme calado emocional en su magnífico tramo final donde las catarsis se suceden de forma nada estridente, generando una peculiar sensación de abatimiento. Puede que al final la muerte de ese chaval tampoco fuera para tanto. Pero lo que ha movido sin duda lo es.

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