Antonio Gamoneda

 

Antonio Gamoneda

Fonación, palabra y escritura; pensamiento poético

 FONACIÓN-PALABRA-Y-ESCRITURA

ED. Trifolium, A Coruña, 2013.

 

Por Ricardo Martínez  

 

      He aquí el libro de un poeta que versa –nunca mejor dicho- sobre la poesía. Y para ello, para explicarnos su concepción (y valoración) de la poesía a través de la historia, utiliza, en mi opinión, el mejor camino: va de lo sencillo a lo sencillo. Así se explican las cosas importantes y trascendentes.

      El autor divide, entonces, para su exégesis, el texto en una serie de consideraciones histórico-lingüístico-poéticas que considera relevantes y que son fundamentalmente tres, recogidas en los siguientes parágrafos.

      Uno: “Llevo conmigo constantes y diversas interrogaciones sobre el valor germinal que pueda tener para el pensamiento, en particular para el pensamiento poético, el hecho de que el primate se empeñó en ser hombre y, a partir de cierto momento, el determinante mayor de su humanidad no fue otro que la aparición en su vida del lenguaje” Afirmación que ratifica lo anunciado por el filósofo Bowra: primero fue el gesto, luego el grito, luego la voz articulada, la palabra. O, lo que es lo mismo, el verbo, la expresión racional y consciente de su pensamiento, a partir de su forma más primaria.

      Dos: “Si los científicos hablan de un ‘pensamiento mítico’ y de una ‘pre-filosofía’ en relación con las pinturas rupestres, no me parece que yo entre en una interpretación excesiva si prefiero pensar en la posible existencia de una pre-escritura iconográfica o ideográfica, implicada en las pinturas y en las incisiones rupestres” El  hombre, al pintar (al ‘nombrar’) define y, por ello, posee. Junto a ello, se dota el hombre de significación por cuanto en la representación hay un signo de identificación que ha de derivar en pertenencia, y otro de invocación que ha de  derivar en un sentido de trascendencia. Digamos, a la vez, un valor ontológico que preludia el canto, la poesía.

A partir de aquí,  el salto histórico ya es muy cualitativo. Es el momento en que el autor alude directamente al ‘sentido’ del verso, al valor de la poesía como discurso, como mensaje incluso. Así.

      Tres: “Dice Góngora cuando se dirige al conde Niebla y alude a sus cacerías a caballo: si ya los muros no te ven, de Huelva, /peinar el viento, fatigar la selva” Y añade Gamoneda, “En sólo dos versos, contamos con un arriesgado y bello hipérbaton, una rima infrecuente y dos expresiones imposibles en la normalidad léxica: ‘peinar el viento’ y ‘fatigar la selva’ El lenguaje ya no es objetivo y realista, ya es intrínsecamente poético, ya es un lenguaje otro

      Hemos llegado, pues, al valor más deseado de la poesía, el pensamiento alusivo que abarca el paisaje ontológico por excelencia, el hombre y su distinción, su significación intrínseca a través de la palabra. Todo ello en relación directa con su entorno. El paisaje exterior y el paisaje interior: todo lo que importa. “Lo ocurrido es que la poesía se ha hecho propietaria de un lenguaje exclusivo, imprevisible, subjetivo, esencialmente generado por y ligado a el pensamiento rítmico” que va a constituirse en un verdadero marchamo, un signo de definición, de vinculación.

 

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