Dubhé Dubida: una estrella que duda de su propia luz.

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Por Silvia Pato / Fotos: Silvia Pato

La guitarrista gallega Alba López Sánchez acaba de estrenar “Trece” su último trabajo; un proyecto, bajo el nombre de Dubhé Dubida, donde condensa en trece minutos más de una década de vida, a través de un recorrido personal que nos conduce desde la luminosidad de temas como «Musas» hasta el estremecedor «Lenas».

 

¿Cómo nace Dubhé Dubida?

Dubhé Dubida es el nombre de un proyecto artístico, que da voz y forma a mis inquietudes musicales y artísticas, donde convergen diferentes expresiones artísticas, ya sean propias o de personas amigas, invitadas a crear o recrear conmigo. El nombre fue elegido por su musicalidad, pero también por su significado.

¿Cuál es el significado que se esconde detrás de esa combinación de palabras?

Dubhé es la segunda estrella más brillante de la Osa Mayor, mientras que dubidando significa en gallego «dudando»; así, sería una estrella que duda de su propia luz. Pienso que todas las personas tienen mucho que expresar a nivel creativo, pero no todas llegan a asumir su capacidad, su luz. Y, sinceramente, la aceptación es un proceso largo que, en mi caso, desemboca en un proceso de madurez creativo. De ahí surge Trece’, un resumen de todo ese ciclo, confluencia de distintas experiencias y de un autoconocimiento. Una vez aparecida la obra, surgió la necesidad de mostrar esa resolución creativa, que me permitiese cerrar esa etapa; pero esa decisión valiente de mostrarse con un trabajo tan íntimo me ha costado mucho, debido a lo introvertida que soy. Me ha costado mucho decir: «¿Y por qué no?».

Podríamos asegurar que no es supersticiosa, a decir del número que da vida a la obra.

No, no lo soy. Mi abuela sí que era muy supersticiosa, después de todo, en Galicia hay muchas supersticiones. Sin embargo, nunca he escuchado la superstición del número trece en casa, habiendo nacido un martes y trece. Ha sido muy curioso porque no era mi intención que el disco se llamara Trece’, que siempre ha sido mi número de la suerte, y además ha coincidido que la suma de sus minutos fuera trece y que se grabara en el 2013.

El disco está disponible para su escucha gratuita en la plataforma Soundcloud, ¿le costó mucho tomar la decisión de poner la obra a disposición del público con libertad de acceso?

La decisión de facilitar la escucha libre de Trece’ desde una plataforma digital fue sencilla, ya que es complicado editar solo trece minutos de música en formato físico, y la nube permite mostrar algo que el formato físico actual excluye. No tiene sentido editar un CD de trece minutos cuando va a terminar directamente en un mp3. Quizá se edite junto con el siguiente trabajo.

¿Qué tal ha sido la experiencia en el estudio de grabación con la guitarra clásica?

La guitarra no es el instrumento más agradecido a la hora de grabar, pero la experiencia ha estado muy bien. Me he sentido muy cómoda en el entorno de los estudios Abrigueiro, en Lugo, rodeado solo de los sonidos de la naturaleza; ayuda mucho a la inspiración.

AlbaLópezReside desde hace cinco años en Weimar (Alemania), ¿cómo acaba una guitarrista ferrolana en la ciudad de grandes clásicos como Goethe, Schiller, Bach o Liszt?

Vine a estudiar en la Universidad de Música (Hochschule für Musik Franz Liszt) con el profesor Thomas Müller-Pering y posteriormente con Ricardo Gallén, después de haber finalizado un máster en interpretación con Lex Einsedhart en el Conservatorium van Amsterdam.

Y decidió quedarse.

Sí, para aprender más. Luego, comencé a trabajar en el Conservatorio de Música de Weimar (Musikschule “Ottmar Gerster”), donde sigo en la actualidad.

¿Combina entonces la enseñanza con su faceta creativa como compositora e intérprete?

Ha sido un proceso en el que no ha habido intencionalidad, por ese motivo no me considero compositora. Sí que soy profesora e intérprete, porque me he formado para ello, y sí que ya he conseguido un control del lenguaje que me posibilita expresarme con la música, pero considero que no tengo la capacidad de aceptar un encargo para realizar una composición con unas características determinadas, ni en un momento concreto, como sí muchos compositores, en su apropiada acepción, pueden.

Marchó a territorio alemán antes de que la crisis económica en nuestro país alcanzara su punto más álgido, antes incluso de que muchos españoles partieran hacia allá en busca de un futuro mejor. ¿Cree que se ha difundido convenientemente la realidad social en Alemania, o la imagen que ha circulado en España está completamente distorsionada?

Está por completo distorsionada. No es oro todo lo que reluce. Los alemanes tienen una completa desinformación de lo que ocurre en los territorios mediterráneos, y los españoles de lo que ocurre en suelo alemán. Los medios de comunicación son partícipes de un engaño que afecta a muchos emigrantes llegados a Alemania. A los alemanes se les vende que las culturas mediterráneas son lentas productivamente, y que la crisis económica es fruto de un irresponsable derroche; a los españoles, se les vende que el alemán es perfecto, productivo, responsable, que gana mucho dinero y que su eficiencia laboral es del cien por cien. Nada más lejos de la realidad. Están llegando muchos que creen que aquí hay trabajo, cuando no es cierto, incentivados por un terrible programa: Españoles por el mundo, donde nadie cuenta sus miserias; empujados por ofertas de empleo falsas, por amigos que se han ido antes y que solo cuentan la verdad a medias. Mientras, a los alemanes se les dice que los del sur vienen a aprovecharse del estado social alemán. La palabra del año 2013 en los medios de comunicación alemanes ha sido «turismo social» (Sozialtourismus).

¿Contribuye esa situación a que estén aumentando las actitudes xenófobas en el país?

Hay un incremento muy preocupante de los niveles de xenofobia y nazismo, en concreto, y los medios de comunicación alemanes tienen parte de culpa en ello, pues promueven la confrontación y no la información para la convivencia, en la nueva situación de la Europa emigrante e inmigrante. Die Zeit lleva tres semanas publicando varios artículos centrados en lo mal que hablan alemán los trabajadores emigrantes. Por el momento, se refieren solo a los asiáticos, porque es políticamente incorrecto machacar a un europeo, pero si la situación continúa, todo llegará; y por otro lado, se reitera que el sistema alemán se colapsará sino se importan trabajadores de otros países para el cuidado de personas mayores. Alemania vive en el neoliberalismo desde hace más de una década, por lo que su precariedad laboral está afianzada y no sufre de rechazo social. Compaginar dos o tres trabajos se ve como algo habitual; me resulta muy preocupante que se estén importando políticas que ellos han aplicado y que están corrigiendo, porque saben que han generado pobreza y desigualdad.

¿Es imprescindible el dominio del idioma alemán para tener oportunidades laborales allí?

Sí, es lógico. Yo llegué para estudiar y acabé trabajando aquí, pero mi objetivo en un principio no era quedarme. Al estudiar aquí y aprender el idioma, in situ, y antes de empezar a trabajar, fue más sencillo; no es lo mismo que alguien que llena la maleta con todas sus cosas y se presenta aquí, a la aventura, siguiendo lo que venden los medios de comunicación. Habiendo estudiado en Alemania, y con un título alemán, no me resultó tan difícil encontrar trabajo, pero no es tan sencillo con un título de otro país, aunque sea europeo y esté homologado. Si para un trabajo tienen que escoger entre dos extranjeros, primero van a elegir a quien haya estudiado aquí; y si tienen la opción de escoger entre un alemán y un extranjero, se quedan con el alemán.

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Con frecuencia escuchamos que es mayor el reconocimiento social y cultural de los estudios musicales en el resto de Europa que el que reciben en España. ¿Está de acuerdo con ese tipo de afirmaciones o cree que resultan, en cierta forma, exageradas?

Resultan exageradas. ¿De qué «cultura musical» estamos hablando? Hay una cultura musical, por supuesto, y en Alemania son muchos los que saben tocar un instrumento, pero, por ejemplo, también, en Galicia, casi todo el mundo toca un instrumento, como la gaita, la pandereta, el tambor, etc., o se canta, o las bandas de música… Ahí tenemos nuestra cultura popular de las foliadas y las muñeiras; aquí, el pueblo alemán tiene las melodías del siglo XIX. Gran parte de la llamada música clásica está sacada de la música popular alemana. Lo que pasa es que siempre se habla desde el elitismo y los prejuicios y no se valora lo propio. Tenemos mucha cultura musical que no es mejor ni peor, solo diferente.

¿Y en cuanto a esa idea que, a menudo, también se difunde de que la profesión de músico cuenta con mayor consideración en Centro Europa?

Yo no creo que la figura del músico esté mejor. Así como los profesores de primaria y secundaria están mejor valorados y pagados de lo que lo están en España, los profesores de música viven rozando la precariedad y están poco valorados. No hay una profesionalización de la enseñanza, en los niveles elementales y medios, generalizada, como en el estado español. Las escuelas de música y los conservatorios son la misma cosa, los alumnos están mezclados. Como profesora, puedes tener primero un alumno en enseñanza reglada, y después otro que viene a aprender a acompañar canciones. Una pregunta habitual que me han hecho mis alumnos es si me dedico a dar clases de música de forma profesional, porque les parece increíble que viva de ello y que sea considerada una profesión, y son muchos los que desconocen que nos formamos en la universidad. Es curioso porque esa pregunta, formulada con escepticismo, solo me la han hecho en Alemania, y creo que eso es sintomático. En el mismo centro de música, convivimos dos tipos de personal: profesores con un contrato laboral, en el que la Administración paga la seguridad social, las vacaciones, hay derecho a baja por enfermedad y paro, etc., y profesores con un «contrato» de trabajo de tipo autónomo, que cobran solo las horas trabajadas, no hay vacaciones pagadas, ni bajas por enfermedad, ni paro… pero realizan el mismo trabajo que los primeros. Y eso es así en la enseñanza pública. En cuanto a orquestas sinfónicas, hay más cantidad, de mucha calidad, pero sus músicos no están bien pagados, los sueldos son normales y corrientes. Y de la situación de los conciertos clásicos remunerados prefiero ya no hablar…

¿Cuál es el siguiente proyecto de Dubhé Dubida?

El siguiente proyecto, Into your ocean, está en cultivo. Es un tipo de música diferente porque tiene que ver con otra etapa de mi vida, con la guitarra clásica como eje central. Y tal y como sucedió en Trece’, en el que ha colaborado la ilustradora alemana Hanna Sörgel; en el próximo, lo más probable es que la colaboración sea plástica.

¿Considera imprescindible entonces la conexión entre todas las formas de creación artística?

Cuando uno compone, expresa; y no solamente tenemos influencias del exterior a través del oído, también está la vista, el gusto, el tacto y el olfato. Un músico que quiere expresar algo desde su sensibilidad, se nutre de muchas más cosas, no solo de la música. Es un poco pobre quien pretenda influenciarse únicamente del trabajo de otros músicos. Ese es uno de los problemas del mundo actual. Antes, los artistas estaban más relacionados; ahora, la unión es menor. Los pintores van por un lado, los escritores por otro, los músicos por otro…

Dubhedubida. Trece¿Cree que ayuda el sistema de mercado a que todo sea así?

Los formatos no ayudan. Por ejemplo, resulta muy caro editar y comercializar los trece minutos de este trabajo; y si deseo que la ilustración de mi compañera, Hanna Sörgel, tenga peso en la obra física, tampoco puedo hacerlo, porque va a ser muy caro. La industria hace que resulte más sencillo que lo haga por mi cuenta. Es complejo, también, partiendo de una educación universitaria en la que no se fomenta la colaboración. Al músico se le enseña que lo importante son los contactos musicales, y no se le incentiva a que se relacione con otros artistas; aunque personalmente, no me preocupa tanto la no comunicación entre las distintas partes artísticas, sino la falta de comunicación entre el artista y la sociedad en la que vive. El artista vive en su mundo y tiene contacto con el exterior solo a veces. Muchas veces, solo hay una participación transformadora de la realidad cuando son las artes, y por ello el pan que da de comer, las afectadas, pero antes de que eso ocurra, cada uno está en su burbujita de horas de práctica o de lienzos inacabados.

¿Pero no debería el músico nutrirse del resto del mundo para enriquecer su visión y favorecer su actividad creativa?

Sí, pero los que se nutren de eso no son los que están dentro del ambiente de lo que se conoce bajo la etiqueta —aunque yo odie las etiquetas— de «música culta», donde no se está en contacto con el mundo exterior; los que están en contacto con el mundo son otro tipo de músicos que la usan para comunicar, demandar, emocionar, denunciar…

Lo presenta como si fuera un entorno muy endogámico. Teniendo la visión de esta situación a través de su estancia como músico en diversos países europeos, ¿considera que es un mal de nuestro país o es algo generalizado?

Es igual de endogámico en todas partes, no es un mal localizado. El problema es de raíz.

¿Las formas de difusión y comunicación actuales pueden contribuir a que se rompa esa endogamia, o no tiene esperanza de que suceda?

Me gustaría creer que sí y ser positiva. Creo que tenemos que ser positivas para transformar la realidad a mejor, pero el problema no son ni los formatos, ni los medios de comunicación o de socialización. Toda solución a esa endogamia, que no es más que el resultado de una individualidad desmesurada, reside en la educación, y, desgraciadamente, quien tiene el poder en la educación construye un tipo de sociedad u otra, una comunicación más emocional o más pragmática (como la alemana), un arte más superficial o más sincero… Por eso es tan importante que las artes y las humanidades formen parte del currículum educativo, porque el espíritu crítico, la tolerancia, la libertad de pensamiento y el desarrollo de una personalidad íntegra y sana se desarrollan en unos años determinados que, por desgracia, determinan si esas personas serán capaces de tener una vía expresiva a todos los sentimientos y emociones que nos caracterizan como seres humanos; o si, por el contrario, serán sujetos dóciles y manipulables a los intereses ajenos. La historia nos ha mostrado que las dictaduras han considerado a las artes y a las humanidades actividades subversivas más peligrosas que la armada… ¡por algo será!

 

 

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