La chica del tren (2016), de Tate Taylor y El contable (2016), de Gavin O’Connor

Cartel de la película El contable
Cartel de la película El contable.

 

Por Irene Zoe Alameda.

Se estrenan este fin de semana dos películas relativamente entretenidas con dos estrellas rentables en su reparto; una de ella, La chica del tren, basada en el best seller de Paula Hawkins, y la otra, El contable, en el guión “maldito” de Bill Dubuque –uno de esos proyectos que circula durante años por las productoras sin que nadie lo rechace y sin que nadie lo escoja-.

Sin dejar de ser disparatados en mayor o menor medida, ambos filmes cumplen la función de mantener al público visitando las salas en estas primeras semanas del otoño, previas a la llegada en masa de las películas que sí optarán a los Oscars. Se trata, pues, de “los restos” de Hollywood, producciones de presupuesto ajustado y cuyo único gancho son actores de cierto tirón pero que no llegan a la categoría de consagrados. Productos decentes, conservadores financieramente desde su origen, en previsión de que el resultado final sea fallido –como es el caso-.

Que La chica del tren sea una película aburrida es tal vez la consecuencia natural de una novela facilona pero eficaz. Es difícil achacar a un solo motivo el fracaso resultante: ¿Un director, Tate Taylor, incapaz de crear suspense? ¿La actuación grotesca por parte de Emily Blunt, que se empeñó en interpretar a la alcohólica y obsesiva Rachel Watson y para ello persiguió al director hasta salirse con la suya? ¿Un casting disparatado en el que el desfile de actores reputados carece de carisma y es desaprovechado por un guión caótico e insípido?

 

Cartel de la película La chica del tren, basada en la novela homónima de Paula Hawskins.
Cartel de la película La chica del tren, basada en la novela homónima de Paula Hawkins.

 

Ni siquiera el desenlace, tan gore y catárquico del original literario es recogido en la cinta, con lo que los fans del libro se quedarán desencantados y el resto de los espectadores francamente indiferentes. Tan inverosímil es el cambio moral de la protagonista como las motivaciones de las otras dos mujeres de la trama. Como consecuencia, la representatividad del trio femenino de la novela homónima –la ex abandonada, la esposa abnegada y la mujer fatal- queda perdida en un filme insustancial.

El contable es una película algo más digna: el planteamiento es atractivo, el reparto acertado –el hierático Ben Affleck interpreta a un Asperger (¡voilà!), la anodina Anna Kendrick a una joven contable y el versátil J. K. Simmons a un burocrático policía- y la dirección se ajusta al ritmo y al desarrollo de los giros de la historia. Gavin O’Connor introduce astuta y sagazmente el humor en momentos en los que el argumento pega saltos tales que, en manos de cualquier otro, habrían hecho al público levantarse de la butaca. Así es como logra articular a un protagonista hermético con serios problemas de socialización que es a la vez a un luchador infalible y justiciero.

En fin: dos pelis de trámite para animar la espera de las nominadas a los Oscars.

                                     

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