En la voracidad del tiempo nadie tiene domicilio fijo

Perder la identidad no es lo mismo que entregarla

Si siento que me arrancan aquello que no es mío

sólo soy un animal perdido en su esqueleto

Cuando entrego la mirada que mira a la mirada

con un suspiro de reposo me transformo

en una imagen que rechaza a los espejos

Perdiendo plumas alcanzo el verdadero vuelo,

al pulir el diamante lo convierto en esfera,

por alargar los pasos sobrepaso el camino

Tren que deja atrás los rieles, pensamientos

como el perfume de una flor que se marchita,

tristeza que acompaña aquello que se encarna

Y sin embargo el goce de las hojas entregándose

al viento, la felicidad del grito disolviéndose en ecos,

la alegría de la mente desparramando semillas,

la certeza de una piedra que cruza el firmamento,

la risa del niño que llega a destruir el mundo, el coro

de gusanos ebrios devorando carne de santo,

danza de los cuerpos celestes alrededor de una quimera,

nadie debajo de la vil materia, el palacio ha sido abandonado,

sólo adorando la ausencia podremos tener la fuerza de vivir.

 

Este poema lo puedes encontrar en Pasos en el vacío (Visor, 2009).