A MI PERRA

Isabel Camblor

 

Este es tu único reino:

Es mi mano que desciende y orea el universo entero

Siempre en presente de indicativo

 

Coloca ahora tu cabecita de lápiz

Sobre la mano

Y oblígame a que trepe

Por tu cuello

Y Rasque tus orejas.

               Es un velo mi mano

               ¿No? Para ti es soberana

                            Inmortal. Perpetuo cordón umbilical

¡Ya te rasco! ¡Ya te rasco!

 

Y tanto que sabes de mi mano

¿Qué sabes de ti?

¿No sabías, duendecillo,

               niña peluda,

Que tu corazón

Nació sólo para amar?

Me escuchas. ¿Me entiendes?

 

¿Y ahora qué haces? ¿Te acuestas?

 

               De pronto naces en mi pecho

Pertinaz, me absorbes.

               De pronto vuelas como el pájaro

Persigues su libertad. Espíritu de pirueta.

               De pronto duermes y sueñas que corres.

Rompes el frío

               De pronto abres un ojo

Y buscas de nuevo mi mano: el universo.

 

(Para Lola, la amiga incondicional, que se me fue a pesar de que yo traté de retenerla entre mis brazos, la madrugada del cuatro de julio de dos mil doce a las cinco y cuarto)