«Mrs Dalloway» llega al teatro sin Virginia Woolf

Por Horacio Otheguy Riveira

Para quien conozca la novela en que se basa esta función, la sorpresa no puede ser mayor. Editada en castellano como La señora Dalloway, su arribo al teatro como Mrs. Dalloway de Virginia Woolf, es decir, con el título original e invocando a la insigne autora (1882-1941) —que la publicó en 1925— se encontrará con una protagonista que no refleja en ningún momento la clase alta a la que pertenece, ni el doloroso paso del tiempo entre bellos y frustrantes recuerdos en un contexto inglés de entreguerras. La adaptación en que participa la propia directora, Carme Portaceli, se regocija en una exposición actualizada de situaciones que respetan en apariencia episodios de la novela, pero nada tienen que ver con las inquietudes de una mujer de aquella época que organiza fiestas en medio de una soledad que borda grandes temas superficialmente, pero con una tensión dramática que en el escenario no existe. De allí la riqueza de aquellas páginas y la pobreza de esta representación que trae al aquí y ahora una trama cuyo valor principal reside en el ambiente en que transcurre.

Como es de rigor, en la mayoría de las muchas ediciones en castellano, también se ha traducido el título, de manera que en la actualidad sólo se encuentran publicaciones con esas características: «La señora Dalloway relata un día corriente en la vida de Clarissa Dalloway, una dama casada con un diputado conservador y madre de una adolescente. La historia comienza una soleada mañana de junio de 1923, con un paseo de Clarissa por el centro de Londres, gran escenario de la novela, y termina esa misma noche, cuando comienzan a retirarse de casa de los Dalloway los invitados a su fiesta. Aunque en el curso del día sucede un hecho trágico: el suicidio de un joven que vuelve de la guerra, lo notable de la historia no es ese episodio, ni los pequeños sucesos y recuerdos que la componen, sino que toda ella esté narrada desde la conciencia de los personajes y del análisis de todo lo que pasa por sus mentes antes de actuar». Esta es la sinopsis que ofrece la edición de Akal de 2015, que cuenta con una muy buena traducción de Julio Rodríguez Puértolas.

Para la presente versión se han utilizado situaciones ligadas a la propia vida sentimental de la autora y a sus crisis depresivas, una de las cuales la llevó al suicidio a los 59 años, ahogándose en un río cercano a su casa. De hecho, lo más interesante de la representación radica en este personaje que desea morir (que no es la protagonista), abrumada por una voz que la tortura, y por el tratamiento médico que reprime su creatividad, y el de su marido que intenta por todos los medios protegerla de sí misma. Aquí sí puede percibirse cierto interés, aunque en absoluto tiene que ver con lo que sucede en la novela. Todos los demás abundan en aportes ajenos a lo más interesante del original, como por ejemplo las relaciones íntimas entre mujeres, algo que interesó mucho a Woolf (bisexual felizmente casada con un hombre de letras afín al Partido Laborista, que murió en 1969 a los 88 años), aquí presentadas con ligereza de alta comedia, pero insustancial desarrollo.

Chirría la adaptación a partir de la falta de contexto histórico, apuntalados los recursos escénicos con un incomprensible espíritu narrativo, desde el comienzo la protagonista dirigiéndose al público, rematando con una bajada al patio de butacas, como si todos fuéramos sus invitados a la fiesta que está organizando para su marido, en ausencia de este. El patio de butacas lleno, el escenario enorme con muy poca gente. Todo tiene una incomprensible falta de interés porque como versión libre tampoco funciona. El aparente objetivo de mostrar a una clase social ociosa (aquí clase media) más o menos frustrada, pendiente de un feliz pasado que ya no volverá frente a dos jóvenes dispuestas a amarse alegremente… se expone a contrapelo con demasiados lugares comunes (irrupción roquera con dos temas cantados; el manido uso de móviles; insistentes frases hechas del tipo «amo a la vida»…) y sobre todo personalidades muy superficiales, sin fuerza, incapaces de convertirse en verdaderos personajes teatrales, de los que erizan la piel u obligan a sentarse en el borde de la butaca.

Todo transcurre con una puesta en escena visualmente encantadora en que abunda el misterio que el texto no tiene: escenografía con un atractivo gran cortinaje que parece sustituir la poética del tiempo en las 24 horas en que transcurre la acción, espacio sonoro y proyecciones ambientales sugerentes. El vacío se produce a través de una interpretación muy exterior, recitativa, de hechos carentes de conflicto, y cruce de historias que nunca llegan a comunicarse en profundidad. El buen reparto cae víctima de un concepto de dirección que subraya lo aparente y fatiga con movimientos coreográficos pero una permanente falta de acción interior. Nada suena verdadero, excepto en quienes defienden los personajes más atractivos y mejor delineados, como sucede con Manolo Solo (el lejano amor que regresa), Gabriela Flores (Angélica, la suicida) y Jimmy Castro (Max, la tragedia de amar a quien desea morir). Todos los demás hacen lo que pueden, que es mucho, con su reconocida solvencia, pero insuficiente en lo que siempre se parece más a un ensayo de prueba que a una función acabada. En el caso de Blanca Portillo su esfuerzo de adaptación no encuentra asidero; en muy pocos momentos logra acercarnos la calidez e ingenuidad de su personaje… o cualquier otra manera de abordarlo, ya que no consigue transmitir ninguna de las emociones de las que habla su Clarisa Dalloway insistentemente.

El mismo equipo que lograra muchos aciertos en el anterior Jane Eyre sorprende esta vez con una notable falta de empatía con el texto original, al menos desde el punto de vista de este crítico admirador de la obra de Virginia Woolf y del talento de Carme Portaceli en una carrera llena de grandes aciertos (las más cercanas, Jane Eyre, Troyanas, La rosa tatuada, Sólo son mujeres).

NOTA AL MARGEN:

Tampoco se aplaudió en su día la única versión cinematográfica protagonizada por un gran elenco encabezado por Vanessa Redgrave, Mrs Dalloway, 1997. En este caso. su realizadora Marleen Gorris respetó la época, pero se engolosinó con la estética de clase alta logrando bellas imágenes pero un confuso desarrollo en el cruce de historias.

Una de las escenas más logradas. El médico amigo (Jordi Collet) trae a la fiesta la noticia del suicidio de una de sus pacientes. Lo escuchan la señora Dalloway (Blanca Portillo) y su hija (Anna Moliner).
Las situaciones más interesantes se dan con esta pareja imposible: ella que insiste en el deseo de morir («déjame partir») y él que la ama y lucha por protegerla de sí misma. Estupendo trabajo de Gabriela Flores y Jimmy Castro. Estos personajes —que no existen en la novela— pretenden reflejar parte de la vida de la autora.

 

MRS. DALLOWAY
De Virginia Woolf

Dramaturgia y versión Michael De Cock, Ana María Ricart y Carme Portaceli
Dirección Carme Portaceli

Reparto:
Jimmy Castro Max
Jordi Collet Doctor
Inma Cuevas Sally
Gabriela Flores Angélica
Anna Moliner Elisabeth
Zaira Montes Doris
Blanca Portillo Clarisa Dalloway
Manolo Solo Peter

Equipo artístico:

Escenografía Anna Alcubierre
Iluminación David Picazo
Vestuario Antonio Belart
Música original y espacio sonoro Jordi Collet
Coreografía Ferran Carvajal
Diseño de vídeo Miquel Àngel Raió
Diseño de Sonido Pablo de la Huerga
Ayudante de dirección Eva Redondo
Ayudante de escenografía Marta Guedan
Ayudante de vestuario Cristina Crespillo
Estudiante en prácticas de dirección UCM Laura Fernández
Realización de escenografía: Pascualín
Realización de vestuario: Petra Porter, Rafael Solís y Mila González
Una producción de Teatro Español

TEATRO ESPAÑOL. Sala Principal. Del 28 de marzo al 5 de mayo 2019.

 

10 thoughts on “«Mrs Dalloway» llega al teatro sin Virginia Woolf

  • el 10 abril, 2019 a las 2:41 pm
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    Muy buena crítica, muy contundente y apuntando a las flaquezas de la misma con mucha precisión, desde mi punto de vista quitaría al personaje de Manolo Solo de los «destacados» pues a mi no me llegó nada su actuación. Al margen de eso muy acertada. Bravo.

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    • el 20 abril, 2019 a las 9:59 am
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      Muchas gracias por asomarte a la ventana de los comentarios. Y desde luego produce vergüenza ajena un montaje de este tipo en un teatro del Ayuntamiento, en «nuestro» teatro.

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  • el 18 abril, 2019 a las 2:49 am
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    Acertada crítica. Me ha parecido un tostón y sin emocionar en ningún momento. Plano. Un texto carente de interés, diálogos aburridos, inconexos. En definitiva, irrelevante y prescindible. Lo más aburrido y empalagoso que he visto en años. Me habría ido si hubiese pagado la entrada. Hubo momentos de auténtica vergüenza ajena. Menos la Portillo y Flores, los actores me han resultado insufribles. Lo de los temas musicales, no merece comentario. Pero no se dan cuenta cuando lo están ensayando de que es un bodrio??? Me quedo con el OFF del Lara. Ahí no te dan gato por liebre.

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    • el 20 abril, 2019 a las 9:56 am
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      Es muy interesante lo que señalas, más aún desde la perspectiva del espectador que ocupa su butaca con la ilusión de ser seducido por emociones e ideas, sin el compromiso de analizar el resultado públicamente, como es mi caso. Muchas gracias por participar.

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  • el 27 abril, 2019 a las 6:44 pm
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    El montaje resulta decepcionante en su totalidad y totalmente alejado de la sensibilidad y delicadeza con la que Virginia Woolf aborda su universo creativo. Los numeritos musicales resultan insufribles y totalmente fuera de contexto, a cargo de una «actriz-cantante» que se desmelena -o lo intenta- imitando a una roquera carente de sentido en el contexto de la obra. Los actores tocando la guitarra eléctrica o bailando como poseídos de un espíritu dionisiaco, merecerían una crítica -despiadada- aparte…
    Un intento fallido para acercarse al espíritu de Virginia Woolf y su obra La señora Dalloway, en un montaje caótico y muy lejano a la esencia de su poética.

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    • el 28 abril, 2019 a las 1:11 pm
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      Muchas gracias por tu comentario.

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  • el 28 abril, 2019 a las 1:09 am
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    Yo no habia leido la novela y por ello me gustó mucho la representación. Un detalle que me pareció sinificativo. Donde yo estaba no se escuchaba ningún ruido, era un silencio absoluto. El público estaba super-atento a la representación. El ambiente con la música y las luces (las hojas del árbol que se caían) estaba muy bien logrado. Yo estaba en la fila 18 y ni veía a los actores ni los oía bien, pero a veces el teatro no necesita de las palabras (la atmósfera, las caras, los movimientos de los actores las adivinabas). En general los actores eran muy buenos aunque la protagonista no.
    Los playback estaban muy bien hechos por parte de los actores. En general la técnica teatral estaba bien lograda.
    No me gustó que Mrs. Dalloway se paseara por el patio de butacas. En general la parte de la cena me pareció muy larga y poco lograda

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    • el 28 abril, 2019 a las 1:10 pm
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      Muchas gracias por tu punto de vista. Muy interesante.

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  • el 6 mayo, 2019 a las 1:19 pm
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    Buenos días,
    El sábado pasado estuve viendo la obra. La verdad es que coincido con casi todo lo dicho. Yo no sentí ninguna emoción, y creo que si no conoces la historia y algo de la vida personal de V. Woolf, no te enteras de nada. La música sobraba, y mi también me parece que los más creíbles, o que por lo menos conseguían transmitir algo de emoción, eran Angélica y Max. Las jovencitas, para darlas de comer a parte. Y Blanca Portillo se salva, porque es B. Portillo, pero desde luego no era el papel de su vida. Una pena. menos mal que solo duró 1,30 hrs, porque sino hubiera sido imposible aguantar.

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    • el 6 mayo, 2019 a las 10:24 pm
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      Muchas gracias por participar. Y lamento el malestar que pasaste con la función.

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