Por Paco Martínez-Abarca.

Fallen Leaves

Cuando entramos a la sala preparados para ver Fallen Leaves, el espectador fanático de Kaurismäki sabe en gran medida lo que va a ocurrir ante sus ojos: personajes de la clase trabajadora, humor ácido e ingenioso, música rock en bares decadentes, perros adorables… Otro espectador que pueda no conocer el maravilloso universo de Kaurismäki, se va a encontrar con una película, podríamos decir, extraña. No ubicará con seguridad la fecha en la que transcurren los hechos: todo apunta a que sucede en el presente por las noticias de la invasión rusa en Ucrania. Incluso podríamos aventurarnos a decir que ocurren en el futuro, tal y como marca un calendario del año 2024, en la cocina de uno de los bares. Sin embargo, las ropas de los personajes, ancladas en otro siglo, los celulares de los 2000, y sobre todo las radios, esas voluminosas radios (y ni una sola televisión) estancadas en los años 60, juegan con nuestra percepción, retándonos a cuestionarnos en qué época está ocurriendo esta preciosa historia de amor. Esto es, sin embargo, marca de la casa. Desde los 80, momento en que Kaurismäki rueda su primera película, los personajes y su entorno no se han modernizado. A las puertas de 2024 nos encontramos con un mundo indeterminado, imbuido por la nostalgia en un país, Finlandia, que conocemos más por otras cosas que no son las que muestra Fallen Leaves.

Fallen Leaves 2

En esta película nos acercamos a lugares de la periferia y a personajes trabajadores. Son héroes que luchan por mantenerse a flote con empleos precarios e incluso no regulados (entre los dos personajes protagonistas trabajan hasta en 5 empleos distintos en la película). La incertidumbre económica a la que están sometidos, incapaces de prosperar, se interpone en su nueva y efervescente relación de amor. Un conjunto de infortunios, fruto de la inestabilidad laboral, pero también de las casualidades (algunas poéticas, como la de la parada de autobús) será lo que provoque el “no encuentro” entre ellos. En un determinado momento de la película, a los protagonistas solo les queda la esperanza de volver a verse en el cine en que tuvieron su primera cita. Es el punto de encuentro. Es el cine como un lugar capaz de juntar a las personas. Una visión preciosa y lírica que surge de una forma de pensar y ver las películas. En Fallen Leaves hay incontables referencias al cine. No falta la mención directa a Jim Jarmusch en forma de proyección en la sala, junto con un ingenioso chiste que nos muestra, de nuevo, la pasión por el cine que tanto ha marcado al cineasta finlandés.

La melancolía constante también es visible en todos los bares por los que pasan los personajes. La música inunda las estancias, que sin ella serían sobre todo silenciosas, habitadas por personajes tristes, en los que podemos leer el origen humilde en sus rostros y su gesto. Es en momentos como estos donde Kaurismäki se detiene con su cámara a observar (y escuchar) sin prisas. Como si estuviéramos de cuerpo presente en esos bares, nos disponemos a disfrutar de los conciertos.

Una mirada que a veces se acerca a algo observacional y lírico. Ya en el propio título de la película, nos podría recordar tal vez, a Yasujiro Ozu. Para el legendario cineasta japonés también tiene preparado un pequeño homenaje en forma de pillow shot, hermosa elipsis que representa la llegada del otoño y sus hojas caer (como bien indica su título en inglés).

Dentro de toda la tristeza y el ambiente otoñal no falta humor en ningún momento, que nos deja con una sensación ambigua debido a la característica contención de las interpretaciones. Hay humor, pero no risas en sus rostros. Los diálogos son ingeniosos, certeros. Kaurismäki plasma toda su creatividad en el guion de esta película, donde nos aventuramos a imaginar todo el mimo que pone en cada diálogo. Tal vez sea este el motivo por el que solo realiza una película cada cinco o seis años.

A pesar de todas las dificultades y la mala suerte a la que están sometidos sus protagonistas, ellos buscan incesantemente encontrarse. Su deseo, un deseo de amor verdadero les impulsa a cambiar, a buscarse a lo largo de toda la ciudad y superar todas las adversidades para alcanzar un encuentro. Unas veces se acercan, otras se distancian. Pero quién sabe, tal vez este amor verdadero sea capaz de superar todos los infortunios…

En sus películas, Kaurismäki siempre muestra a sus propios perros, y además se las apaña para que aparezcan en todos los posters promocionales.