El viaje como incertidumbre y descubrimiento

Por Pablo A. García Malmierca

Se hace necesario comenzar este análisis con un acercamiento al título Gasolineras (Valladolid: Difácil), este plural nos indica, sin ningún género de dudas, el origen y el final de esta “roadmovie” que constituye el último libro de poemas de Javier Adrada de la Torre. El texto se abre con un poema que sirve como marco al resto del libro, se inicia el viaje “con el último rayo de la noche / el motor ruge y una sombra brilla /en el retrovisor”(15). Viaje que parte de una gasolinera, epítome de los tan traídos no lugares en la poesía actual. Aunque aquí como veremos en el análisis del libro no es solo un lugar vacío de paso, es mucho más, se trata de un lugar que aportará significado al viaje del yo poético a través de algunos estados de Estados Unidos. Viaje que como se anuncia en este poema lo es hacia un futuro incierto y hacia un “tiempo [que] estaba naciendo”.

Si algo llama poderosamente la atención en estos primeros versos es la utilización del inglés dentro del poema, integrándolo tanto en el significado como en el ritmo. Este recurso propio de la poesía chicana que tuvo su auge en los años 70 caracteriza la poética de nuestro autor como fronteriza, los y las autoras chicanas buscaban esta forma de poetizar debido a su sentimiento de no pertenencia a ninguna de las culturas en las que se insertaban (la estadounidense y la mexicana), en Javier Adrada también sirve para este propósito: el carácter fronterizo (entre) de la voz poética, un castellano parlante en un país como Estados Unidos, que nos lleva indudablemente a acordarnos de esa voz lorquiana de “Poeta en Nueva York” o al sentimiento de desarraigo de un Luis Cernuda que como constaremos aparece ya en el segundo poema del libro donde la ciudad es una visión construida con imágenes vanguardistas “…ciudad / enferma de enfermos caracoles / fosilizados bajo el asfalto…”                           .

Hablaba al principio de que este libro de poemas se articulaba como un viaje que parte de una gasolinera y acaba en otra gasolinera, un espacio (entre) de búsqueda de significado que paradójicamente orbita entre dos no lugares, que son realmente los que dan significado al viaje. Hablo de viaje físico, pues Javier Adrada de la Torre se basó en un viaje real por Estados Unidos, pero, sobre todo, de viaje interior e iniciático, pues al principio de este periplo se citan “los cuerpos vacíos” (18) e incluso los cuerpos inacabados con el uso de un recurso ya del gusto de Cervantes, el truncamiento, “cuerp-“. Este cuerpo vacío e inacabado vive dentro de una gran indeterminación pues sus máximas preocupaciones son el olvido “ya no era doce de septiembre / y su voz era silencio y/ envuelto en más silencio” y lo incierto del futuro pues se pregunta “dónde estará”. Esta incertidumbre se intensifica por el uso de recursos formales como terminar algunos de los poemas con un “y sin embargo.”, que deja el poema en suspenso y con un profundo sentimiento de indeterminación ante el futuro. Esta búsqueda hace que la voz poética llegue a intentar llegar a trascender, salir de lo monótono que le rodea y buscar los sublime: “un fugaz / instante de sentido un relámpago / que alumbre mi sombrío pensamiento / en el instante de mi muerte”.        

En el libro también tienen cabida la mitología: “…un ciervo sagrado / herido por la flecha de agamenón…”. (26) O la cultura popular como en el verso “my ghost in the shell” (29) o el rock de la mano de Bruce Springsteen.              

Gasolineras se divide por dos partes, marcadas por una cesura en forma de dos páginas en blanco, que también son el descanso en este viaje interior de la voz poética a través de la incertidumbre y el devenir del ser humano. Se muestra fundamental el poema que aparece inmediatamente anterior a esta cesura, donde este devenir incierto que supone el viaje iniciático se abre hacia un futuro posible:

…desimaginarte
si acaso esta línea temporal
era menos posible que
las demás
si te pesa más quién eres
o quién nunca llegaste a ser (31)

Pero también, en una clara referencia al “Je suis un autre” de Rimbaud, el “saberte a la vez yo y otro” (31). Primer parte, que finaliza con esa indeterminación, aunque también con la certeza de que el yo poético se está transformando en otro, que es a la vez yo mismo.

La segunda parte del texto se abre con un poema que recuerda lo cíclico del tiempo y lo gastado del tiempo “la misma luz de otros atardeceres”, “el tiempo muy usado”, “la absurda rutina”; aunque en toda esta monotonía siempre habrá una huella del individuo en lo que pudo haber sido y no fue: “observar equivale a preguntarse / quién se acordará cuando me vaya”, “de qué color será la herida / del cielo… / de qué color el tiempo sin estrenar / el que podría haber sido” (35). Pues al final sólo seremos recuerdo “la vida / solo se deja ver por el retrovisor” (38).

Tampoco queda fuera la crítica al mundo en que vivimos “…la absurda realidad / de un mundo nuevo cada minuto /de unos jeans nuevos cada minuto”(41). Siempre desde la incertidumbre y lo efímero “esta tierra la / tierra /de las oportunidades y el delirio / tiene un vientre fértil como el humo” (46).

Este viaje, como dije, es un buscar lo inasible, lo inalcanzable “vivir fue buscar una palabra / que al final no existía” (47), viaje, por tanto, existencial, entre el vacío y la ausencia de significados. En ocasiones con un sentimiento muy similar al pesimismo barroco en forma y fondo: “el vacío de vivir para la muerte / envejecer como las tristes amapolas / cuando el otoño las pisa sin clemencia” (47).

Este viaje, lo es también, de ocasos y amaneceres, pues “cada mañana / botón de reiniciar y sin embargo” (50), el amanecer, de nuevo, pleno de indeterminación.

Conforme nos acercamos al final del libro descubrimos que este viaje iniciático es también un viaje catárquico, que busca la catarsis del dolor:

Y hoy
          esta montaña ha conocido
el desmayo el silencio el nombre el vuelo
de este animal huérfano y malherido
que bate contra el barro sus muñones (52)

Esta catarsis que trae un “despertar hacia el ayer vaciar / los atardeceres / con puñaladas de memoria”(53), lleva consigo una huella de “un mundo / nuevo te espera en el último día”, que es renacimiento y regreso a “un cielo imposible / placenta / de un instante” (54).

Y así llegamos “con el último rayo del día” (55) al poema final que se termina en otra gasolinera. Hemos asistido a ese espacio entre, que además de viaje iniciático es espacio político, tal y como propugnaba Hannah Arendt, y espacio de creación de significados. Significado que la catarsis del renacimiento hace dejar atrás el dolor “…las manos llenas / de respuestas vacías / pero un poco menos enfermos” (55) .

Las “gasolineras […] / … son el símbolo / de todo lo que llega y todo lo que / se marcha…” son aquellos no lugares que se resignifican como creadores de significado pues allí se “…contempla / historias que se detienen fugazmente / frente a los surtidores” (55). Y no solo la gasolinera como símbolo, sino que también “este hombre que aquí trabaja” (56) que se convierte en demiurgo de un mundo fugaz y cambiante, pleno de incertezas, “ahora me está mirando y se imagina / los mundos que habré visto desde aquel / último amanecer…” (56). De nuevo la especificidad de ese espacio entre donde la incertidumbre se hace significado, un entre gasolineras, un entre donde el tiempo cíclico está marcado por el amanecer y el anochecer, un entre con una sola certeza “de que en el mundo no hay hogares / solo gasolineras” (57)

Nos encontramos ante un libro abierto, viaje entre las posibilidades de la vida, pero siempre con un sentido catárquico e iniciático. El viaje como lugar de paso entre las distintas fases de la vida, el cambio como elemento significante desde el vacío que representan las gasolineras como no lugar fundamental, que aquí se convierten en fundadoras de significado personal. Un libro que es un viaje, una transformación, una catarsis fundacional de un nuevo individuo que no posee sus riendas, cuya significación queda a merced del habitante de la incertidumbre, el trabajador de la gasolinera, demiurgo inestable de realidades ajenas.

Viaje, catarsis, fundación, creación de significado a través de lo móvil, de lo cambiante, de la incertidumbre de muchos futuros posibles.

Aldealengua, 14 de junio de 2025.