Horacio Otheguy Riveira.
Sin artificio, exento de excusas, llega al teatro un radiante colibrí portador de aventuras, de esperanzas, de asombros… Ave tan pequeña, presente en numerosos poemas sin fronteras. Lo encontramos homenajeado en los versos del poeta turco Nazim Hikmet, como en el mexicano Octavio Paz, así como en encendidos versos de García Lorca, por citar a unos pocos,encabezados por la ternura de Marha San Antonio:
Se movía con destreza
y potencia muscular,
formando ángulos cerrados
con toque de habilidad.
Con movimientos rotatorios
marcaba su trayectoria,
con un rictus de victoria
respirando libertad.
Se perdió en sutil andanza
allá en el ancho cielo,
Cubierto de terciopelo
desapareció en lontananza.
Celebración del vuelo con el diminuto volador en portada diseñada por Ángela Monleón, directora de este valioso trabajo con muchas voces en torno a la dimensión crítica y poética del teatro. Referencias poéticas que no aparecen en este Primer Acto, pero me han llegado no más conectar con la portada; travesía de crítico teatral que no para de asombrarse al navegar por estas páginas en cuyo editorial se ha escrito…
Nuestro pequeño colibrí no ha parado de sobrevolar incendios, de verter agua con su pequeño pico aquí y allí. Es definitivo. No hay lugar para el desaliento. A los que escribís y a los que leeréis este número. Gracias por el vuelo. Buena travesía.

De tan nutrido cantar de cantares, una breve selección para abrir boca y alentar milagros:
En Travesías. Incendios. Incendios nuevos, poco cotidianos por Beatrice Bergamín. Extracto…
«Una ver vi arder una casa de madera y a la dueña de la caza a abrazada a su perro sentada en el jardín. En su cara, inundada de lágrimas e iluminada por las llamas y las luces parpadeantes del camión de bomberos, una sonrisa descomunal le tapaba los ojos y la boca.
Una vez escuché el crepitar de las estrellas en alta mar, ordenadas y libres en el mapa profundamente azul de un cielo de verano.
Una vez sentí la alegría incendiada de la infancia.
Una vez los ángeles dejaron de bailar, se posaron en los tejados de las casa bajas y en las azoteas de los rascacielos, replegaron las alas y, desde ahí, nos miraron pasar.
Nosotros pasábamos corriendo, siempre corriendo, tratando de salvar del incendio una foto, una carta, un oso de peluche, unas llaves… Sin inmutarse, los ángeles movieron los ojos tratando de entender qué nos pasa, quiénes somos, porqué corremos, a dónde vamos…»
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La posición de un país ante su historia depende de su capacidad para soportar la verdad.
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«… En aquella capital de provincia donde yo estudiaba en 1927 nadie se dio cuenta de que «aquel romance popular en tres estampas» no solo revelaba la existencia de un gran poeta lírico, sino que apuntaba una nueva temática para el teatro histórico español. El gran lírico triunfaba un año más tarde; el dramaturgo seguiría después otros caminos. El ejemplo de Mariana Pineda quedó ahí, sin seguidores. Lo que se ha visto después sobre temas del siglo XIX vuelve el tópico y el conformismo, es decir, ha dado una vez más la espalda a la verdad». (Hemeroteca. Gonzalo Torrente Ballester. Artículo publicado en el número 50 de Primer Acto, febrero 1963.) Páginas 91 a 93.
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SEIS HECTÁREAS DE OLIVOS. Aina Tur. Traducción del catalán Jairo Sánchez. Extracto de una edición completa de la obra, estrenada en 2024…

«Una casa grande.
Rodeada de un olivar.
Hace calor. Sopla levante.
Las chicharras gimotean.
Y el canto de los mirlos tropieza
con el latido de las alas de un ruiseñor.
Silencio.
Cae el sol.
Entre ramas.
Hojas.
Y troncos.
Enmarañados
Silencio.
Acabo de llegar.
Y traigo dos bidones de gasolina.
Silencio.
Esta mañana:
Me he despertado llorando.
Sollozando:
Tengo miedo…
Todavía dormida:
Tengo miedo.
Miedo…
Y el aire no podía entrar.
Ni salir.
De mi cuerpo.
Silencio.
Me he sentido
De nuevo:
Pequeña.
Vulnerable.
Y ridícula.
Silencio.
Ente lágrimas.
Y agotada.
He dicho:
¡BASTA!
¡LO VOY A HACER!
Y aquí estoy.
Silencio.
Ahora:
Los huesos
desgarran la suela de mis zapatos.
Y berrean
Piso fuerte
Amordazándolod.
Gritan.
Más fuerte. Pero no:
No tengo miedo. No tengo miedo.
Ya no tengo miedo
Y avanzo
Con determinación.
Comprimiendo cada paso.
Los aplasto.
Uno tras otro:
Silenciados.
Para siempre.
Silencio. […]
Un infarto: no.
Ahora no, Nuria.
Respira.
Respira.
Así.
Tranquila.
Solo son huesos.
Silencio.
Respira…
Silencio.
Un lamento.
Repentino:
Nítido.
Preciso.
El olivo.
Grande.
Antiguo.
Se enfoca.
Majestuoso.
Y me reclama…»
*** *** ***Otros textos completos en este Primer Acto 368: Malditos Tacones, de Ignacio Amestoy. AKA Hamlet, de Hernán Gené.*** *** ***
Y UN HASTA SIEMPRE
Juan Margallo (Cáceres 1940- Madrid 2025) O la maravillosa intransigencia por Ángela Monleón, páginas 320-321)…

… Juan Francisco Margallo Rivera fue el tercero de los nueve hijos de una maestra y un militar, siete de ellos chicas. Pasó su infancia semirrural alternando la vida en la capital cacereña y en Montánchez, entre carros de paja, vacas, burros, gallinas, cerdos y el perro león. Descubro ahora que su primera incursión en el mundo de la interpretación fue actuando como Profesor Margus en funciones benéficas, cumpleaños y otros festejos… Su debut en el teatro profesional fue en La loca de Chaillot, de Jean Giraudoux, dirigida por José Luis Alonso…
[También en CULTURAMAS: Feliz recuerdo de Juan Margallo en ¡CHIMPÓN! con Petra Martínez.

