Patricia Phelps de Cisneros: “El artista tiene que vivir de su obra, y el público debe tener acceso a la cultura”.

Por: Mauricio A. Rodríguez Hernández.

La historia de Patricia Phelps de Cisneros es un caleidoscopio donde se cruzan la sensibilidad cultural, la filantropía y un profundo amor por América Latina. Su infancia, marcada por la presencia de una familia con inquietudes intelectuales y el entorno vibrante de Caracas, sembró las semillas de una vida dedicada a las artes y la educación. Desde su bisabuelo, el ornitólogo William H. Phelps, con su rigurosa clasificación de aves, hasta su tío abuelo, Alfredo Boulton, crítico y fotógrafo, Patricia creció rodeada de ejemplos que le enseñaron a apreciar tanto el valor del conocimiento como la belleza del detalle.

La creación de la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC) no solo representa un archivo de piezas artísticas de relevancia histórica, sino también un manifiesto de compromiso con la difusión del arte latinoamericano en el mundo. En esta conversación, Patricia comparte recuerdos de su infancia, anécdotas que entrelazan ciencia y arte, y una visión esclarecedora sobre los retos, logros y responsabilidades que conlleva gestionar una de las colecciones más influyentes de la región.

Desde los diálogos artísticos entre Torres-García y Mondrian en el MoMA hasta las exposiciones itinerantes que rompen barreras geográficas, Patricia reflexiona sobre la diversidad de las artes en América Latina, el impacto de la tecnología en los museos, y el papel crucial del arte como motor para el pensamiento crítico y la democracia. Con una vida que equilibra familia, trabajo y pasiones, Patricia Phelps de Cisneros nos abre las puertas a su universo cultural, invitándonos a descubrir cómo el arte puede transformar no solo las instituciones, sino también las sociedades y las vidas individuales.

Mauricio A. Rodríguez Hernández: ¿Cómo fue su infancia? ¿Alguien en su familia, estuvo involucrada en el mundo cultural?

PPC: Tuve la suerte de crecer en una familia con inquietudes culturales, y también en un contexto, Caracas, donde la cultura estaba en todos lados. Cuando iba a estudiar o salía a ver amigos pasaba por delante obras de Jean Arp, Fernand Léger, Victor Vasarely, Jesús Soto, Carlos Cruz Diez, Gego, y otros en los espacios públicos de la ciudad, y sobre todo en la Ciudad Universitaria de la Universidad Central de Venezuela, uno de los complejos arquitectónicos y artísticos más importantes de mundo. O sea que se respiraba un aire moderno, optimista y cultural en el día a día. Mi tío abuelo, Alfredo Boulton, era un crítico y fotógrafo muy importante, y tenía una colección excelente. Todo ello me llamaba la atención, y a la vez era algo natural, cotidiano.

MARH: ¿Podría compartir alguna anécdota familiar en relación a su abuelo y bisabuelo, los pasatiempos más allá de la ornitología y la conexión con el arte?

PPC: Mi bisabuelo, William H. Phelps, era un ornitólogo muy reconocido. Aunque tenía un despacho en el American Museum of Natural History en Nueva York, su pasión y el lugar donde vivía, eran Venezuela y su fauna. Era un hombre polifacético, un gran científico, pero también un empresario que trajo mucho progreso a Venezuela. ¡Fue mi bisabuelo quien llevo a Venezuela muchos de los inventos americanos como la primera televisión, el primer carro, ¡y hasta el beisbol! Tuve la suerte de convivir con él de niña, y recuerdo su empeño en clasificar cada pájaro, cada espécimen. Años después me di cuenta de lo importante que fue esa lección: que además de juntar cosas, hay que ordenarlas, estudiarlas, documentarlas con mucho rigor. Da igual que sea un pájaro o una pintura, tiene su contexto, su historia, y sus particularidades que hay que conocer.

MARH: ¿Cómo se involucró en el mundo cultural y en particular como nace la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC)?

PPC: Nació un poco sin querer, porque con mi marido Gustavo estábamos impulsando muchísimos proyectos filantrópicos y necesitábamos un sistema para organizarnos mejor. Lo que nos motivaba era la educación, la educación y la educación. Había tanto por hacer en nuestro país y lo sentíamos como una responsabilidad no solo económica, sino también a nivel de organización, ya que Gustavo tiene una cabeza privilegiada para organizar cualquier cosa a gran escala. La Fundación Cisneros nos permitía aplicar buena gerencia a los proyectos y llegar a más gente. Para darte un ejemplo, organizamos un grupo de gente para implementar el proyecto ACUDE en Venezuela, que era un sistema de alfabetización y educación en valores democráticos que ayudó a casi 350.000 venezolanos a aprender a leer y escribir. Trabajábamos día y noche en los proyectos porque siempre había más que se podía hacer. La CPPC nace desde este contexto, y por eso nos concentramos siempre en proyectos educativos desde el arte, siempre con énfasis en la libertad de pensamiento como clave para la democracia. Sentíamos un gran orgullo por nuestra cultura latinoamericana, pero nos dimos cuenta de que en el resto del mundo se conocía poco o nada, y eso había que enfrentarlo como un problema de formación y de información. Por ello la CPPC se ha dedicado a generar publicaciones, alianzas con universidades, y proyectos de formación de pensamiento crítico desde el arte.

MARH: ¿Cuáles han sido los mayores retos como directora de la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC) desde sus comienzos? ¿Cuál ha sido la decisión más difícil?

PPC: En estos proyectos, los retos son siempre bienvenidos porque te ayudan a pensar. Me acuerdo, por ejemplo, que en un momento, junto con Gustavo y mi hija Adriana, quien es ahora La Presidenta de La Fundación Cisneros, nos pusimos a pensar si sería interesante hacer un museo para la colección, pero nos dimos cuenta de que iría en contra de nuestra misión que era dar a conocer nuestro arte en cuantos más lugares diferentes posibles. Por ello decidimos no hacerlo, y dedicarnos a que la colección viajara, primero por América Latina y después por Estados Unidos y Europa. Creo que fue la decisión correcta porque hoy vemos que el arte latinoamericano está en todas partes, y antes no era así.

MARH: ¿Cuál es su relación actual con los principales exponentes de la cultura (artistas, gestores culturales, etc.) en América Latina?

PPC: Tuve grandes mentores a lo largo de los años quienes me ayudaron a conocer más arte y artistas, como Sofía Imber en Venezuela, Paulo Herkenhoff en Brasil, o Virginia Pérez-Ratton en Costa Rica, quien era una gran inspiración para toda Centroamérica. Hoy trato de mantenerme al día con los artistas y curadores que están activos en América Latina, sobre todo en Centroamérica y el Caribe, que son dos zonas que me fascinan.

MARH: ¿Cuál es su percepción sobre la cultura y las artes latinoamericanas actualmente?

PPC: Es muy difícil responder a esta pregunta porque para mí el factor más llamativo es su diversidad. Hay artistas dedicados a la abstracción, así como a la figuración, al arte conceptual, y a infinitas maneras de expresarse. Creo que es un momento muy bueno y creativo.

MARH: ¿Qué es lo primero qué toma en cuenta al momento de adquirir piezas de arte?

PPC: Me tiene que llamar la atención, sea de manera positiva o incluso negativa. A veces una obra me puede inquietar, hasta disgustar, pero hay algo allí que me llega y necesito pensar sobre ella y darme tiempo para entenderlo mejor. También me gusta conocer al artista y entender su entorno y su contexto.

MARH: ¿Cuál ha sido su mejor momento en su carrera?

PPC: Han sido muchas, pero un momento muy importante fue ver la obra del modernista uruguayo Joaquín Torres-García colgada al lado de la obra maestra Broadway Boogie-Woogie de Piet Mondrian en el MoMA, junto con tantos otros diálogos entre artistas latinoamericanos e internacionales. Me parece que se hacía justicia con los artistas latinoamericanos quienes por tantos años estaban excluidos de los grandes museos. Los curadores de MoMA y de otros museos hoy consideran América Latina a la par de cualquier otra región del mundo, y eso me hace muy feliz.

MARH: Desde su punto de vista, ¿cuál es el futuro de los museos hoy en día, en particular con el uso de las nuevas tecnologías?

PPC: No cabe duda de que la tecnología tiene un potencial inmenso para acercar el arte a las personas. Sobre todo, en los países donde no hay muchos museos o galerías, el internet y las redes sociales acaban siendo fundamentales para los artistas y para el público en general. Aplaudo todas las iniciativas que quieren dotar de contenido educativo la tecnología.

MARH: El financiar a las artes, ¿beneficia solo a los coleccionistas o también beneficia a la sociedad?

PPC: El arte es parte fundamental de la sociedad, y por lo tanto se debe apoyar, tanto desde el sector público como del privado. El artista tiene que vivir de su obra, y el público debe tener acceso a la cultura. Cuanto más complejo el sistema, mejor. No me parece que deba caer solo en manos del estado ni del sector privado, sino que debe existir una colaboración sana entre ellos.

MARH: Finalmente, ¿Qué sigue en la vida profesional de Patricia Phelps de Cisneros? ¿Qué novedades tendremos este año en la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC)?

PPC: Adicional a las obras de arte en sí, la CPPC siempre ha tenido un gran interés en recoger testimonios de primera mano de los artistas e intelectuales latinoamericanos lo cual siempre impulsa nuestras iniciativas editoriales y programáticas.  Lanzamos una nueva alianza con VoCA [Voice in Contemporary Art], una organización enteramente dedicada, hasta ahora, en preservar los testimonios de artistas angloparlantes; que, con nuestro apoyo, y una beca del National Endowment for the Arts (NEA) en Estados Unidos, expandiremos ese conocimiento, de manera gratuita, al mundo hispanoparlante para así estimular la captura de más historias orales. Por supuesto las obras de arte son importantes, pero también lo son las historias que las acompañan y que las contextualizan.

Por supuesto todo esto nos hace muy felices.