MIRAR LEYENDO
Por Rosa Campos Gómez
Porque creemos que el arte, y la poesía dentro de él, es fundamental en el desarrollo de la conciencia social e individual, además de una poderosa fuerza para hacer frente a esos contravalores que hieren la naturaleza y lo humano, estamos con Nuccio Ordine cuando dice que es “una forma de resistencia a los egoísmos del presente, un antídoto contra la barbarie de lo útil que ha llegado incluso a corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos. Su existencia misma, en efecto, llama la atención sobre la gratuidad y el desinterés, valores que hoy se consideran contracorriente y pasados de moda”, y entramos, desde este cariz, en Exposición permanente (Huerga & Fierro, 2025), de Javier Mateo Hidalgo, poeta, profesor, creador en diferentes disciplinas artísticas, facetas que le inducen a compartir a través de la rama artística que la necesidad de comunicar y la inspiración le reclamen, y especialmente desde la poética.
Es un placer acompañarlo desde la lectura de las páginas de este libro, en cuya ilustración de portada, obra de Eugenio Rivera, ya se nos invita a centrarnos, como acto de sutil rebeldía expectante, en la obra que nos acoge, y convenimos con Arantxa Aguirre Carballeira, autora del prólogo, en que “ha vuelto a salir al escenario del mundo para elevar su voz. Nos importa escucharlo”.
Al leer ‘Exposición permanente’ se viaja temporal y conceptualmente a través de las obras de arte seleccionadas y de la inmersión sensorial que en ellas hace J. Mateo Hidalgo. Un trayecto que nos comunica con aquello que nos impele, exhorta y ampara, en el que se percibe su persistencia en la canalización de la cultura como parte necesaria del desarrollo integral del ser humano.
Con él nos introducimos en creaciones de artistas de diferente tiempo y temática, y vemos y comprendemos en cada poema dos obras consecutivas, la observada por el poeta y la transferida y llevada al verso, proporcionando un quite de máscara, una necesidad de liberación de incógnitas y de deseos, también de temores con los que convive, porque lo que anida en la naturaleza, antes o después, se manifiesta en todo, sabiendo que si se esconde es más fácil que se aproxime lo que enajena, como también lo entendió Louise Bourgeois: “el arte como garantía de salud mental”.
Desde este itinerario nos insta a ver de nuevo las pinturas conocidas y nos acerca a otras que posiblemente desconocíamos, todas, desde el momento en que han sido compartidas, pertenecen a nuestro legado a través de los siglos, sumando humanismo. “La creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta; y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo”, dijo Paul Auster.
Tras Autorretrato, “como el modelo que espera / que su imagen sea captada” (…) “contar lo que me ha traído hasta aquí / exponiéndolo a través de distintos lienzos”, siete capítulos componen esta original exposición en la que nos ofrece singulares obras de inmensos autores en un recorrido emotivo-visual:
Orígenes. Juguetes como primeras prácticas del vivir, “todo reluce como nuevo / en la mañana de la vida”; el amor a la tierra que le hizo vibrar en los albores, Estella, “en sueños te paseo, oigo la gaita/ y busco tus gigantes”; la necesidad de un hermano “o mejor, de una hermana”. La presión al alumno y “el niño vuelve a abandonar su edad”. Tan atrevido y raro como un “violinista verde”, liberando sus miedos, “bien lo sabía este genio / que nuestros demonios salvó”, sin obviar el desasosiego de la adolescencia, “pero lo que veo me engaña”.
Bestiario. Urge la expresión de “lo que sentimos sin demora”; la posibilidad de la inocencia en pájaros ilusionados y con hambre de saborear, volanteros desde la antigua Grecia, y de un perro dócil, aunque no lo quisiera. Buscador de salidas, como el Minotauro, porque “ojalá ser hermana del otro, / luz ante tanta tiniebla cultural e histórica”, y porque a pesar de que tan escasas veces se tenga esa suerte, “renacemos tras distintas embestidas”, cual ave Fénix, a veces gritando como el caballo herido por “la animalidad pecadora / del hombre que provoca lo que ahora sucede”. Y observar el eterno pesado rotar cumpliendo esa condena a la que nunca se permite que prescriba, temiendo “la mirada de quien hace rodar / la rueda de la fortuna”.
Personas, lugares y cosas. Adquiere preeminencia saber mirar, “ser espectadores / olvidar ser protagonistas”, porque “la habilidad está en pintarnos / sin parecer estar en la imagen representada”, sin duda lo grande se guarda también en lo pequeño, como “lo cotidiano dentro de lo sobrenatural”; “y cada día el hambre se repone”, a través de las “pupilas gustativas”, mas, ya sea triste, pesada o graciosamente, nunca estaremos exentos de piedras de la locura; y cuando no queda reflejado el silencio es porque, a veces, las “las cosas más importantes no se escuchan”.
“Nuestro ojo es un voyeur”, mirar lo ajeno para comprender-nos en última instancia, porque “también lo de fuera nos completa”. Sentirnos atendidos, y poner el abecedario a disposición del agradecimiento, “pues la sanación se encuentra, tantas veces, expresando con palabras”; y construirnos a nuestro modo, o por lo menos saber que existe la posibilidad de hacer lo que nos dé la gana, “a cara descubierta”, esa libertad perseguida, tocándola cuando se consigue “no estar con un pie en la tradición y con otro en la tumba”.
Tallados la piedra y el conocimiento bajo el cielo, y, no obstante, “la incivilización se apodera de lo civil”, porque, en el fondo, “qué difícil obligarnos a no ser otros, / niños sin miedo a que nos descubran / tal como somos. / Hacer el papel de nosotros”.
Mateo Hidalgo sigue mirando y sintiéndose ante más creadores en los siguientes capítulos, en los que damos un giro, citando ahora, y solo, las fuentes que lo inspiran:
De otros espacios posibles. ‘Un mundo’, Ángeles Santos. ‘Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del Oeste’, Joseph Mallord William Turner. ‘Et sic in infinitum’, Robert Fludd. ‘Nocturno en negro y oro: El cohete que cae’, James McNeill Whistler. ‘Reverso de un cuadro’, Cornelis Norbertus Gysbrechts. ‘Composición VII’, Vassily Kandinsky. ‘Estudio de saltimbanquis’, José de Ribera.
Eros y Tánatos. ‘Sonrisa que todo lo enciende’. ‘En la cama: el beso’, Henri Toulouse-Lautrec. ‘Gitana y Arlequín’, Remedios Varo. ‘Amor y dolor (vampiro)’, Edward Munch. ‘Paisaje catalán (El cazador)’, Joan Miró. ‘La Maddalena Svenuta’, Guido Gagnacci. ‘El avaro’, Mariano Fortuny. ‘El sueño del caballero’, Antonio de Pereda. ‘La Isla de los Muertos’, Arnold Böcklin.
Pictorismos. Sección en la que nos entrega 28 “maxínimas” en torno a la pintura —denominadas con su propio neologismo—, que encierran amor al arte, con un chispazo de humor en algunas de ellas, dos ejemplos: “Los museos son neveras que conservan el alimento de nuestra alma”. “Se come primero con lo mismo con lo que primero se pinta: con el ojo”.
Coda. ‘Futurizando. Autorretrato’, Rembrandt. ‘Théâtre D’opéra Spatial’, J. A. Allen. ‘La danza’. J. M. H. Finaliza la exposición; la catarsis se ha dado.

Javier Mateo Hidalgo nos guía, con su saber hacer poético, de personalísimo sello, por esta magnífica muestra de obras de arte desde el contenido de sus palabras, exhortándonos a visualizarla también desde la memoria, a redescubrirla en los museos, en los libros…, entregándonos poesía muy nutritiva, desde la que germina la comunicación honda, la automirada y la fértil escucha.

