Foto:José Luis Vila

Por Isabel Alamar.

A la sombra de los tangos, el poemario de Vicente Barberá, se presenta como una obra inextricablemente ligada al género musical que le da título. Cada poema se introduce, como una declaración de intenciones, con la cita de un tango conocido, y comparte con este un aire melancólico y pasional. Como bien apunta Alejandro A. Font de Mora, prologuista versado en la materia, el libro nos sumerge en un universo de lamentos y anhelos desde la primera página.

Rápidamente, nos enfrentamos a 48 poemas que respiran nostalgia, dolor y añoranza. Los versos transitan con fluidez por el paraíso perdido de la infancia y la juventud, como se evoca en versos como «¡Bendita juventud / de bosques inocentes, / de antorchas encendidas!» o «Hoy miro con nostalgia aquellas horas / tan simples, tan sencillas…». Sin embargo, la obra se centra especialmente en el recuerdo de amores perdidos que han marcado al protagonista, quien parece cargar con la sensación de no haber sido plenamente correspondido: «La nostalgia de amores y los tangos / alteran la noche / que se acerca sin música» o «Nunca tuve un jardín con una rosa». A pesar de ello, el poeta persiste en su vocación de amar, ya sea a parejas, familia o amigos.

Lejos de caer en un pesimismo absoluto, A la sombra de los tangos destila un mensaje esperanzador. Barberá, aun consciente de los inevitables obstáculos de la vida, celebra haber vivido con ilusión y muestra curiosidad por el futuro, contentándose con lo esencial: «seguiremos soñando lo que somos» y «Tan solo un poco quiero disfrutar / de la dicha que vuela incontrolada, de las cosas sencillas transparentes … de un paisaje de verdes repetidos … No necesito nada de otro mundo. / Un poco de cariño bastaría / y un día soleado de verano».

No obstante, el poeta asume que los momentos más felices han quedado atrás: «La pasión de mis ojos apagada, / mi pecho ya respira sin aliento / y subo la escalera lentamente / para encontrar la alcoba sola y fría, / y la cama esperando los últimos compases de aquel tango»; «Ya no habrá más palabras, ya no habrá más caricias, ya no habrá más cobijo».

La conciencia de la pérdida y el inexorable avance del olvido —«cuando ya soy vacía soledad / aspirante al olvido permanente»— llevan al poeta a ensayar su propia despedida, expresada en versos conmovedores:

«Y os diré adiós, amigos, si lo fuisteis / cuando el sol alumbraba mis mañanas».
«Ya no existen faroles / y solo habitan las sombras / en mi ambiguo recuerdo, / Frío bosque sin soles.»
«Miradme, amigos, vedme aquí / en esta habitación desvencijada / donde se pierde paulatinamente / la juventud y los deseos, / donde todas las cosas se diluyen / y el camino comienza a terminarse.»

En cuanto a la forma, Barberá elige el endecasílabo, demostrando su gusto por esta métrica clásica, y crea poemas extensos, desplegando imágenes y reflexiones a lo largo de una página o más.

El ritmo poético es lento, preciso y solemne, acorde con la reflexión sobre la muerte que subyace a la obra. El poeta se lamenta del paso del tiempo y su poder destructivo, pero lo hace a través de composiciones impregnadas de luz, emoción, belleza poética y una sincera esperanza, que le permiten afrontar la soledad, el dolor y la muerte con entereza:

«Un mal viento vendrá, / penetrará en la sombra / y un frío imperceptible / congelará mis sueños».
«Qué veis, ojos vidriosos, qué cielo se ha dormido? / Estoy solo, muy solo. / Ya no quedan plegarias. Se acabaron los versos».
«Hoy todo es una niebla lejanísima / borrosa en el vaivén de la memoria. / Pasados unos años ya no habrá / recuerdos ni memoria, solo olvido».

Un rasgo distintivo es la querencia por los títulos largos y significativos que elige para sus poemas («Con tanto peso inútil en la espalda»; «Hoy suenan como siempre, pero confusamente»; «Y sigo entristecido sin ver el horizonte»), que a menudo se repiten a lo largo del poema para enfatizar su importancia y reforzar el mensaje transmitido.

En resumen, A la sombra de los tangos nos invita a recorrer los momentos clave de la vida del poeta, Vicente Barberá, quien en esta obra se entrega a un balance vital —«Piensa en lo que ganaste y continúa / hasta el frío absoluto de tus noches»—. Lo hace con satisfacción, libertad y sin arrepentimientos, proclamando una vida vivida con conciencia, plenitud e intensidad, un amor constante por la vida hasta el final, como atestigua uno de los últimos poemas que cierra el volumen:

VIDA TE QUEDRÁS SIN MÍ

Vida, te quedarás sin mí
y nada habrá que puedas reclamarme.

Tú también perderás:
Pues yo no estaré aquí para quererte.