La voz sagrada de lo cotidiano
Por Mario Álvarez Porro.
«¿Qué hubiera sido sin ti? […] ¿Qué es lo que yo sin ti no hubiera sido?», se pregunta Novalis en los versos que inauguran una serie de himnos compuestos con finalidad litúrgica. En ellos se encierra ya el sentido último de sus Cánticos espirituales, sugiriendo no solo la raíz divina de toda existencia, sino su necesidad para darle sentido: ese hallazgo imposible que restaña la tensión angustiosa entre anhelo y plenitud, ese deseo infinito que mantiene vivo el espíritu.
Felipe Fernández Garrido (Sevilla, 1976), licenciado en Historia del Arte y profesor de Geografía e Historia en Educación Secundaria y Bachillerato, tras En el mar de lo posible (2014), Catorce formas de amar (2014) y Corazón sin rejas (2016), se reafirma con Donde también estoy (Colección Raro Pegaso, Ediciones En Huida, 2025) en la naturaleza de la poesía como revelación extática, convirtiendo así al poema en lugar de celebración, testimonio de la resiliencia existencial a través del carácter sagrado del sentimiento amoroso.
Desde el mismo título se nos insinúa la bilocación existencial a la que está sometido el sujeto poético al hallarse en dos lugares distintos a la vez: uno material y otro espiritual. Este hecho, lejos de causar confusión, supone un encaje armonioso de ambas facetas gracias al amor, al completarse y darse sentido mutuo.
Las citas que preceden al conjunto lírico anticipan ya el tono general que predominará a lo largo del libro, tanto laudatorio como fervoroso, y su sentido de honda y cumplida gratitud. Destaca, en este sentido, la de Carmelo Guillén Acosta: «Mi vida se reduce / nada más que a querer, / así levanto el día / y así se me hace corto». Y también la de Daniel Cotta: «Señor, no estoy viviendo. / Estoy desenvolviendo tu regalo». Ambas colocan al lector en el centro espiritual desde el que la voz de Fernández Garrido se eleva.
La obra se articula en torno a tres momentos —EN LO SAGRADO, EN MIS TESOROS y EN LA PROPIA VIDA—, donde la poesía se transforma en una acción de gracias. Estos bloques se encuentran enmarcados por un poema a modo de prólogo (INTROITO) y otro que actúa como epílogo (POÉTICA). De esta forma, el conjunto logra una circularidad significativa: el comienzo es un canto de gratitud por el don de la existencia; el cierre, una declaración de fe en la palabra poética como fuerza vital.
En el poema titulado INTROITO ya se fija el tono confesional («De algo más que de huesos fui creado, / más que de carne al fin perecedera, / por algún pretexto que se me escapa, / para ser en la Creación un alguien más»), así como el tono de celebración: «Por eso sólo vivo agradeciendo / con embeleso y continuo asombro / cada segundo que me ofrece el día / sin otra pretensión más que vivirlo».
En su primera parte, EN LO SAGRADO, poemas como ENTRE LATIDO Y LATIDO convierten la plegaria en experiencia íntima:
Es aquello que me haces
cuando me anulo a mí mismo,
cuando me entrego a los otros
y me veo crecer en ellos,
sin buscar la recompensa
ni saber qué es lo que hago.
Llega incluso a fundirse, por momentos, lo divino con la cotidianeidad de los gestos más sencillos, como comprobamos en el poema titulado CADA DETALLE:
Lo esencial está en cada detalle,
hilvanados con hilos de cariño,
dándole por fin sentido a la vida.
A continuación, en la segunda parte, EN MIS TESOROS, el amor conyugal se eleva a la categoría de sacramento, como se constata en composiciones como ARROBO:
Mi ser encuentra plenitud en ti,
en tu estremecimiento y tu suspiro,
en tu sonrisa, brillo, y en tu acento,
en tu bella manera de sentir.
De igual modo ocurre con el profundo sentimiento de orgullo que produce la paternidad (PORQUE TE QUIERO):
Porque sabes que te quiero
dices te quiero como eres,
como yo lo hago contigo,
con orgullo por tenerte.
Esta entrega afectiva se nos presenta como una nueva forma de trascendencia, de una intensidad extraordinaria (MIS TESOROS):
Ahora sólo puedo rendirme
y aceptar este momento
en que el amor de los otros,
de los que tengo más cerca,
sabe cómo redimirme.
Ya en la tercera parte, EN LA PROPIA VIDA, textos como MITOLOGÍA ÍNTIMA —donde «el amor y la belleza / merecen que se les cuide, / por encarnar en su esencia / el sabor de lo sagrado»— y GANAS DE VIVIR anclan lo absoluto en lo humano, en la celebración y el goce de lo inmediato, desde el mito clásico hasta la recuperación personal frente a la desazón existencial:
Sin embargo, ahora que casi me siento pleno
escucho el eco de aquella desazón de entonces
mientras la acaricio como a la piel de mi hijo;ahora la primavera sucede al invierno
cada año con más ganas de vivir que nunca;ahora construyo con todas aquellas piedras
una cerca para el jardín donde también estoy.
El poemario concluye con POÉTICA, una auténtica ars poetica:
El poema refuerza las ganas de vivir
en un encuentro constante con la infinitud,
desvelando los entresijos que la memoria
es capaz de fundir con el pan de cada día;cada palabra es abrazo que le ofrezco al mundo
hilvanando los versos que forman el poema
en un acto de amor con el que me deshilacho
para que, así, la vida me teja a su medida.
Estos versos acrisolan de forma excepcional la concepción poética tan exquisita de su autor: la poesía como un acto de caridad, un acto de entrega. Porque, recordando a Claudio Rodríguez: «Como si nunca hubiera sido mía, / dad al aire mi voz y que en el aire / sea de todos y la sepan todos».
Felipe Fernández Garrido oscila entre el endecasílabo heredado de la lírica clásica y el verso libre moderno, con pasajes que adoptan forma de silva blanca y otros que se expanden en versículos salmodiados. La ausencia de rima, la cadencia de la repetición y la cercanía al registro oracional le dan coherencia. No es un poemario formalista, sino que pone la métrica al servicio de un propósito: hacer de la poesía una oración íntima, flexible y de acción de gracias.
Respecto a las influencias poéticas, son ricas y variadas. Sin embargo, es justo señalar como la más destacada, por su incidencia tanto en contenido como en expresión, la de Carmelo Guillén Acosta, con quien comparte la visión de la poesía como un milagro inútil que nos salva y que hay que compartir, ya que «en medio del colapso simbólico de nuestra época, aún es posible que un verso nos sostenga, nos ilumine, nos devuelva el sentido de la existencia».
En definitiva, Donde también estoy confirma a Felipe Fernández Garrido como un poeta de hondura espiritual y mirada limpia, capaz de transformar lo íntimo en celebración. Una voz que nos recuerda que la poesía aún puede ser salmo de agradecimiento, liturgia de vida y hallazgo de lo absoluto en lo más humano.
Sevilla, septiembre de 2025

