Jesús García Calderón (Badajoz, 1959) es doctor en Derecho del Patrimonio Histórico y fiscal. Durante dieciséis años ejerció su labor como Fiscal Superior de Andalucía. Formó parte de la Comisión de Modernización del Lenguaje Jurídico creada por el Ministerio de Justicia y la Real Academia Española, donde promovió la defensa de un nuevo derecho a comprender. En su labor como penalista, destacan sus estudios para la defensa penal de los bienes culturales y la protección de la arqueología. En 2010 le fue concedida por sus especiales méritos la Medalla de Oro de la Facultad de Derecho de Granada y en 2015 fue nombrado Hijo Adoptivo de la provincia.
Su vida profesional no le ha impedido desarrollar una intensa vocación literaria. Desde que publicara su primer libro en 1991, La Provincia, en la Colección Adornáis y tras ser premiado por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, ha publicado una docena de poemarios, destacando La soledad partida (2006), su primera antología. Ha cultivado la narrativa y el ensayo, siempre con un tono multidisciplinar y relacionando el estudio del derecho y la literatura contemporánea
Es miembro numerario de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, de la Real Academia de Bellas Artes de Granada y de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada. Hoy nos acompaña para darnos su Primera Impresión acerca de Condición partisana (Entorno Gráfico Ediciones, 2025).
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Jesús García Calderón: No lo sé. En mi caso, los libros aparecen casi siempre sin avisar. No sé planificar la libertad. Salvo brillantes excepciones, tampoco se puede planificar la poesía.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Durante la espera en algunas terminales, en la soledad de habitaciones de hotel, durante breves viajes, no hay un momento preciso, fue una convicción que apareció y que poco a poco fue germinando en mis habituales paseos por la ciudad.
Con el tiempo parece que nos vamos convirtiendo en un extraño
El libro transmite una madurez lírica y una mirada serena pero combativa. ¿Notas diferencias significativas en tu proceso creativo respecto a tus primeros poemarios?
Antes me preocupaba mucho el futuro, pero ahora me preocupa mucho más el pasado. Esto me lo enseñó hace años un viejo amigo. Quizá pretenda responder a esa extraña sensación. La razón no es el remordimiento ni el rencor. Es una tristeza suave y peculiar que me asombra y que parece ir separándonos de aquel que fuimos y que ahora apenas reconocemos. Con el tiempo parece que nos vamos convirtiendo en un extraño.
¿Hay motivos, hilos o paradojas internas que aconsejarías tener presentes al adentrarse en Condición partisana?
El libro utiliza como recurso retórico, quizá por la influencia de algunas lecturas fronterizas, la paradoja. Solo aconsejaría al lector que tuviera paciencia y que sea benévolo con algunos de mis versos. Me gustaría que la lectura mostrara, aunque sea leve, esa especie de reflejo de identidad que busca todo lector de poesía.
El nuevo partisano debe exhibir una forma de rectitud
¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
El libro, si lo extendiéramos sobre un único pliego, parecería una formación cerrada, una cuadrícula. Treinta poemas sin título de treinta
versos en tres estrofas de diez. Lo partisano ha sido tradicionalmente lo irregular y lo aparentemente indisciplinado pero ahora, el nuevo partisano debe exhibir una forma de rectitud. Hablamos de una formalidad engañosa para enfrentar al mundo que pretende vencer su libertad, que quiere suicidar su intimidad para sustituirla por la identidad digital. El nuevo partisano debe combatir y defender sus ideales utilizando el arma de la aparente docilidad.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Jesús García Calderón de tus anteriores obras?
Uno puede y debe cambiar con los años. A ser posible cambiar para mejor. Vencer la desconfianza. Desgraciadamente suele ocurrir lo contrario. Creo que he sido a lo largo de mi vida varios pero siempre he sido y creo que seré el mismo poeta.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Condición partisana, ¿cuáles serían?
No sabría decirte. Quizá el primero y el último. Quizá los tres poemas que hablan de un austero cuarto de hotel.
El libro está dedicado a Antonio Carvajal, «El corazón más libre que conozco». ¿Qué significa para ti su figura, su magisterio y su amistad? ¿Hay un diálogo de fondo entre vuestros versos y sensibilidades?
He aprendido tanto con Antonio Carvajal que no podría acotar su influencia con facilidad. No aspiro a dialogar con su poesía, solo a leerlo con calma y escuchar su voz. Alrededor de Antonio hay una especie de familia numerosa y electa que a todos nos enriquece. Solo resaltaría esta frase que hace años leí en una entrevista cuando señalaba: No conozco forma de cultura superior a la del cultivo de la amistad. Creo que no hay palabras que definan mejor a nuestro personaje.
He sostenido que el poeta no suele elegirlo y que es la poesía la que lo elige a él
Tu biografía conjuga la labor de Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y una carrera poética de casi cuatro décadas con casi una veintena de libros publicados. ¿Cómo conviven estos dos mundos —el del Derecho y el de la poesía— en tu cotidianidad y en tu obra?
En la biografía de los poetas, suelen aparecer ocupaciones muy dispares. Oficinistas bancarios, contables, porteras de fincas urbanas, profesores de francés o especialistas en otorrinolaringología. Y estoy citando, nada menos, que las voces de poetas como TS Eliot, Fernando Pessoa, Begoña Abad, Antonio Machado o Miguel Torga. Wallace Stevens era subdirector general de una compañía de seguros. Como regla general esto no es indiferente, incluso puede ser decisivo porque los mundos, cualesquiera que sean, siempre te influyen para bien o para mal. Pero lo importante, para mí, es no mezclar el peso de culpar con el peso de escribir. Mirar a cada lado de la vida y procurar ser decente con uno mismo y con los demás. No hacer trampas con el destino y saber distinguir cuál es el verdadero papel que nos asigna la poesía. A veces he sostenido que el poeta no suele elegirlo y que es la poesía la que lo elige a él.
La poesía no es el refugio, es el camino que nos conduce hasta él
Se ha dicho que tu poesía es «vivencial» y está marcada por las ciénagas morales que atraviesa tu trabajo como jurista. ¿Crees que tu mirada legal alimenta tu voz poética o que la poesía es, precisamente, un refugio frente al rigor jurídico?
Te responderé con franqueza. Puede que sea mejor jurista por la mucha poesía que he leído. Pero no creo, y quizá esté equivocado, que sea mejor poeta por mis conocimientos de derecho penal o procesal. La poesía no es el refugio, es el camino que nos conduce hasta él.
Condición partisana plantea una defensa de la libertad y la cultura en tiempos de uniformidad y peligro. ¿Qué peligros ves cómo más acuciantes para la libertad creativa y moral en este momento de la historia?
El peligro esencial es que el mundo digital, por primera vez en la historia, pretende la creación de una nueva naturaleza. En ella, la tecnología alcanza una capacidad anticipativa de nuestras propias decisiones. De algún modo, conoce antes de nosotros lo que queremos hacer. Nos dirige. Nos engaña. Nos exige sustituir o suicidar nuestra intimidad por la identidad digital. Y quedamos en sus manos, ofrecemos nuestro nombre oculto, aquel que nadie debería conocer.
Poesía y justicia incluso pudieran ser sinónimos
¿La poesía, la justicia y la memoria son para ti vasos comunicantes o mundos separados?
Poesía y justicia incluso pudieran ser sinónimos. Fue Ernst Jünger quien señaló en sus famosos diarios que el estilo literario era, en el fondo, un acto de justicia. Una manera de sopesar la palabra, de sopesar la frase. En cuanto a la memoria, para el poeta, suele ser un camino, un sendero por el que va encontrando todo aquello que pudo sentir y ahora reconoce, todo lo que sintió sin saberlo y que azarosamente termina por descubrir. La memoria es la única y verdadera voz con la que dialoga el poeta.
El libro invoca el ejemplo de la «juventud moral» de la que hablaba Miguel Torga. ¿Qué entiendes por esa juventud ética en el presente y qué crees que puede aportar la poesía a las nuevas generaciones?
Otros poetas esenciales también, de una u otra forma, nos hablaron de ella. Por ejemplo Wallace Stevens cuando nos dijo que el joven poeta era un dios y que el viejo poeta es un vagabundo. Esta juventud moral es tan fácil de sentir como difícil de definir. Además creo que va mutando con los años y que se agranda en algunas personas conforme se acerca la vejez. Quizá es una aspiración, una capacidad innata para identificar cual es la forma de ser decente.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Me encantaría conocer la primera impresión de mi padre, al que perdí muy pronto, quizá demasiado pronto, pero que tuvo tiempo para enseñarme la importancia de leer y de amar la literatura.
***
Tres poemas de Condición partisana
I
Este cuarto de hotel es un resumen
de palabras gastadas, es pequeño
como pequeñas vidas partisanas
y no guarda rencores
que no quepan en una breve charla.
Ligeramente incómodo
como el desconocido que acompaña
nuestra estrecha butaca de viaje,
es un cuarto interior
con ventanas que aprenden a mirarnos.
Parece que se alzara
para ser elegido. La pantalla
tomó un color de cielo y barro
y la reserva huyó de los zumbidos
buscando algún papel donde apoyarse.
Es un lugar perfecto por su aroma
de tránsito y cansancio. Pocos saben
comprender su valor en las hostiles
calles de la ciudad. Cuando se abría
viste que era un regalo del silencio.
No es cierto que contenga
una sola ventana. Cuando atiendes
esa voz que reposa
sobre las cosas quietas las descubres.
Un espejo refleja el paso de los días.
Dos mesillas, pábulos y errores.
Tres grifos enseñan ilusiones.
La luz, las leves sombras y recuerdos.
Este cuarto está lleno de ventanas
que miran impacientes tu descanso.
II
Para llegar aquí, para tenderte
sobre la piel gastada
de este cuarto de hotel, es necesario
abandonar el cauce que te arrastra
aceptando consignas y rutinas.
Ser de una misma forma
de ser y ser distinto. Sin ofensas,
sin gritos o sin gestos señalados,
sin imponer criterios y esperando
que decidan las cosas y el alma tu destino.
Parece que ha quedado
fuera del engranaje
como espacio sobrante que se olvida
sobre la humilde ordenación del mundo.
Ese no es su destino. Otro es el signo
de su actitud. Pretende
el cuarto acompasar su limpia
sencillez con el pulso del agua y de los árboles,
y debe para ello rebelarse
a los zumbidos ciegos que lo ignoran.
Sabes que nunca se detiene. El cuarto
cruza suavemente las oscuras
mañanas destempladas de limpieza,
noches de pesadumbre, las orillas
de estancias bendecidas por el sueño.
Afuera, parece que un dios duerme
alejado del pulso común de los viajeros,
pero el cuarto persiste y alza su alabanza
convertido en un tímido
fanal de rectitud sobre la tierra.
III
Cuando la descubrimos nos elige
la reserva de hotel a nosotros.
Como si fuera turbia
amistad entre púberes traidores
nace de algún camino.
secreto, se concreta en una misma
forma de ser, de trazarse contigo
como dos líneas perpendiculares
que guardan su lealtad
por una sola noche y se separan.
Si encuentras el lugar es que venciste.
Advertirás que toda
la victoria que cuelga
de esos cativos muros
no es más que la derrota que describe
en cada atardecer el horizonte.
Ya cumpliste el deber que te asignaron.
El partisano sabe, que la verdad se esconde
detrás de los elogios, que desde allí descubre
al fracaso escondido en jirones de gloria.
La soledad del cuarto
de hotel abandonado
parece aquel viajero que despierta
una estación después de su destino.
Mientras espera, flotan las palabras
pensadas que no pudo,
ni siquiera en susurros,
encender en tus labios.
Siempre vuelve el silencio
a recoger sus frutos y despojos.

