Mario Pérez Antolín (Stuttgart, 1964), además de poeta y novelista, es uno de los más destacados aforistas de la actualidad. Entre sus libros se encuentran Oscura lucidez o La más cruel de las certezas, aunque su aforística strictu sensu ha sido reunida en el volumen Mínima esencia. Ha recibido el I Premio Internacional Juan Gil-Albert de Escritura Aforística y del Yo con el título Idear lo insólito. Es el suyo un aforismo adusto, exigente, conceptuoso, que revisa las nociones comunes para examinar su consistencia real y depurarlas de adherencias ideológicas o sofísticas. En esta entrevista hace un balance de su relación con el género más breve y se pronuncia acerca de su estado actual y sus retos de futuro.

– ¿Cómo empezó su relación con el aforismo?
Yo llegué al aforismo como una evolución natural de la poesía. Mi escritura poética fue haciéndose, con el tiempo, cada vez más reflexiva, lo cual me llevó a un género transversal donde se mezclaba lo filosófico y lo lírico de forma armónica y sintética.
– ¿Qué autores han influido en su propia forma de cultivar el género?
Del ámbito de la filosofía, destacaría a estos tres pensadores: Nietzsche, Wittgenstein y Cioran. Desde un punto de vista más literario, destacaría a estos tres autores: Paul Valéry, Pessoa y Canetti. No sé si son los que me han influido en un mayor grado, pero, sin ninguna duda, son los aforistas que prefiero como lector. En ellos encuentro la perfección formal junto a la hondura de pensamiento.
– Además de aforista, usted es poeta y narrador. ¿Cómo reconoce que una idea debe plasmarla en uno u otro género?
Yo creo que es la misma idea la que me pide ser expresada de una u otra forma. En mi mente aparece un primer esbozo que necesita un desarrollo ulterior. Este embrión unas veces es el origen de una historia, de una emoción eminentemente estética o de un razonamiento ensayístico. A menudo, las tres cosas se mezclan dando lugar a un texto híbrido.
– ¿Es usted de los que pule el aforismo hasta que alcanza su forma consumada, o en su caso dicha elaboración se produce en el ámbito del pensamiento y no tanto de su expresión?
Mi técnica de trabajo se desarrolla durante tres momentos: en primer lugar, espero pacientemente que llegue la inspiración (necesito partir de una idea primigenia que me deslumbre y me arrebate); inmediatamente después viene el desarrollo, en el que se despliega y se entrelaza el contenido lingüístico, conceptual y simbólico hasta conseguir un borrador aceptable; por último, y pasado cierto tiempo, llega el momento de revisar y pulir para alcanzar el resultado óptimo.
– ¿Cuál es su valoración de la llamada «década prodigiosa» del aforismo español? ¿Con qué aspectos se queda y cuáles lamenta?
El género aforístico llevaba postergado desde hace algún tiempo. Esta «década prodigiosa» ha servido para rescatar del ostracismo un tipo de literatura que merece la máxima consideración por su forma y por fondo. Se han convocado nuevos premios literarios, se han creado nuevas colecciones editoriales específicas, se han publicado algunas tesis doctorales y se ha incrementado el número de practicantes. En cuanto a los elementos negativos, destacaría, sobre todo, la banalización y la depauperación que empieza a notarse a medida que se rebajan los estándares de calidad especialmente en las redes sociales.
– ¿Qué retos debe asumir el aforista para no acabar convirtiéndose en una triste parodia de sí mismo, recurriendo a fórmulas periclitadas cuando no repitiéndose de manera inconsciente?
Los retos más importantes, a mi juicio, son dos: la búsqueda de la innovación para crear nuevos estilos acordes con los tiempos actuales y la búsqueda de la máxima calidad con la que ir elevando el nivel del género. Hay que huir de lo trillado y de lo empobrecido. Hay que empeñarse en la originalidad y en la excelencia.


