Horacio Otheguy Riveira.
José Luis Gómez pone en práctica una técnica de teatro que aúna el distanciamiento brechtiano con su propia experiencia de actor-director, abierto a diversas corrientes.
Con semejante bagaje, aborda esta pieza de autor belga sobre hechos españoles, y en ella, se reconstruye un proceso cínico en inclemente defensa del injusto sistema social imperante a comienzos de siglo XX.
En la sutil y precisa puesta en escena, hay un lugar destacado para la máxima expresión del protagonista Francisco Ferrer: unas palabras que consagran la memoria como vigoroso mensaje atemporal, tan o más importante hoy que a comienzos del siglo XX:
Sin instrucción adecuada que conlleve libertad de pensamiento, el pueblo nunca será capaz de rebelarse.
La voluntad escénica se expresa con el aire místico de un ateo que considera a Jesús de Nazareth un hombre íntegro y el primer revolucionario de la historia, necesariamente destruido por la clase dirigente de su época. Desde esta tribuna de un juicio arbitrario con un procesado previamente condenado, surge un texto didáctico en una atmósfera de gran teatro con riguroso moldeado de palabras. Discursos pulidos por los que circulan datos y emociones bajo estricto control, pues ha de divulgarse la palabra de un librepensador con lujo de detalles.
De allí que la escenografía creada por Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán conforma un puzle de muebles de madera manipulados por los actores, como si se tratara de una coreografía, una cámara lenta de acomodación de espacios.
Y todo en la creación singular de un notable ambiente monacal; zona de una lucha desigual en la que el perdedor cae orgulloso de sí mismo, conmovedoramente acompañado por su abogado -un creyente monárquico que acaba admirando las ideas y el talante de su defendido-, y el apoyo incondicional de Sol, su quinta hija, distanciada para siempre de la madre (ambas en escena), quien disparó tres veces al cuerpo de Ferrer, entonces en vano, preludio de una balacera final…
Ecos de la Semana Trágica de Barcelona
Teatro de ideas en el que se rinde tributo a la vibrante exposición de discursos, reflexiones; debates, en fin, en el que las palabras se alinean con preciosa armonía. La represión de aquella Semana Trágica sirve hoy como mensaje revelador de una esperanza rebelde, lúcida… aunque vengan degollando.
El levantamiento social en Barcelona a principios del siglo XX, la cuestión religiosa, la reforma urbanística, la educación en manos de la Iglesia, la guerra de Marruecos, la huelga general, las barricadas, el cuerpo a cuerpo en las calles, las dimensiones de la represión posterior son los ejes en torno a una ambición de profunda libertad.
Fue en Bélgica donde se consagró el nombre de Ferrer tras su trágica muerte. Fusilado después de un juicio manipulado al servicio de la tríada feroz, formada por la Iglesia, las Fuerzas Armadas, y la Monarquía. Había que dar un escarmiento, después de La semana trágica de Barcelona, de ese mismo año de 1909, y se les sirvió en bandeja una personalidad que les brindaba la ocasión de fabular a un monstruo que se debía aniquilar, símbolo de nuevos tiempos.
El proyecto fundamental de la vida de Francisco Ferrer Guardia (1859-1909) es la Escuela Moderna , abierta en Barcelona, en la calle Bailén, en el número 56, a partir de 1901. Se llevará a cabo una enseñanza inspirada en el libre pensamiento, mediante la práctica de la coeducación de sexos y de clases sociales, la insistencia en la necesidad de la higiene personal y social, el rechazo a los exámenes y todo sistema de premios y castigos, y la apertura de la escuela a las dinámicas de la vida social y laboral, así como la organización de actividades de descubrimiento del medio natural.
Los niños y niñas tendrán una libertad insólita para la época, harán juegos y ejercicios al aire libre, y uno de los ejes del aprendizaje lo constituirán sus propias redacciones y comentarios de estas vivencias. Una ruptura verdaderamente revolucionaria con los métodos tradicionales.
Actuación histórica y decididamente atemporal
Ernesto Arias -en perfecta caracterización del protagonista- se mueve, respira y dice con la serenidad de quien sabe que no puede corregir el abuso de poder inflexible de sus jueces. Preside la ceremonia del alegato junto a compañeros igualmente integrados.
La delicada exposición escénica del maestro José Luis Gómez encuentra en su equipo la formulación precisa de su manera de ver el teatro y la creatividad de cada gesto, cada palabra.
En David Luque, un arquetipo formidable del militar con capacidad de reflexión y asimilación de otra forma de ver la existencia: modelo de interpretación al servicio de una ruptura con el prototipo de obcecado represor que interpreta el juez instructor de Jesús Barranco, para el que no hay otra que cumplir el designio estipulado. Y en el tramo final, cambio radical al ocuparse del bondadoso capellán que asiste a Ferrer a un paso de la muerte.
Lidia Otón asume tres personajes muy distintos, tres mujeres que se corresponden a modelos de conducta propios de la época en la dulce ingenuidad (la joven francesa que estudia lengua española), la fiereza clasista (en la esposa y madre que pasa del encantamiento al odio) y la hija que abandera la causa del padre. Todas creaciones encomiables que, en el marco de todo el reparto, aporta mucho al cauce general de la dirección, empeñada en ofrecer un paisaje socio-político sin estridencias, con el poder irresistible de la lucha inagotable por las causas más justas.

Una tapia, fusilamientos sumarios a comienzos del siglo XX en una España que volvería a ser dominada por fuerzas reaccionarias que ahora aspiran a regresar.
Una biografía de Francisco Ferrer en la web de la Fundación que lleva su nombre
Texto: Jean-Claude Idée
Dirección: José Luis Gómez
Reparto: Ernesto Arias, Jesús Barranco, David Luque y Lidia Otón
Traducción: Pollux Hernúñez
Escenografía: Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán (AAPEE)
Iluminación: Pedro Yagüe (AAIV)
Proyecciones: Jorge Vila
Vestuario: Deborah Macías
Música y espacio sonoro: Alberto Granados
Ayudante de dirección: Roberto Mori
Ayudante de Producción: Maria Teresa Ferrara
Realización de vestuario: Jota Studio y Paloma de Alba
Realización de escenografía: Scnik Móvil y Miguel Ángel Infante (Utilería – Atrezzo)
Producción: Teatro de La Abadía



