La obra literaria del madrileño Ricardo Virtanen incluye poesía, crítica literaria, diario, novela, haiku y aforismo. En el género más breve ha publicado Pompas y circunstancias (2007), Laberinto de efectos (2014), El funambulista ciego (2019), Bazar de esquirlas (2019) e Interruptores (2022, junto a Carmen Canet). Además, ha coordinado los volúmenes corales La sonrisa de Nefertiti, sobre la felicidad, y Un instante en el paraíso, sobre la belleza. Virtanen ha transitado por diversos caminos estéticos del actual aforismo: la greguería, el aforismo lírico, el filosófico o el moral, conformando lo que él ha denominado «esquirlas», bajo la imanticidad de un laberinto de efectos. Su último libro de aforismos publicado, El vigilante de la luna, título que evoca a Jules Renard, nos presenta «metaforismos líricos». los cuales combinan el elemento metafísico con el poético, donde el humorismo también tiene cabida. Sin duda, estos textos no se podrían haber escrito sin la lectura atenta de autores como Lichtenberg, Rivarol, Joubert, Renard, Ory, Cioran, Lec, Porchia, Juan Ramón o Canetti.

-¿Cómo empezó su relación con el aforismo?

Todo comenzó a principios de siglo. Me empezaron a interesar las formas fragmentadas, breves. Hablo del haiku, del aforismo, del microrrelato, del diario. Comencé a practicarlas casi de manera simultánea, aunque mi primer libro de haikus fuera de 2005 y el de aforismos de 2008. Sin duda, el que cayeran en mis manos los Aforismos de Lichtenberg y Desgarradura de Cioran  fue acicate para que yo comenzara mi transito del aforismo.

¿Qué autores han influido en su propia forma de cultivar el género?

Antes hablaba de Lichtenberg y Cioran como primera toma de corriente. En el ámbito hispánico, me interesaron Gómez de la Serna, Edmundo de Ory, Pérez Estrada o Juan Ramón Jiménez. En otro ámbito, resultaron cruciales en su momento libros de Joubert, Rivarol, Gourmont, Schnitzler, Wilde, Pessoa, Antonio Machado o Canetti, como he señalado tantas veces.

Además de aforista, usted es poeta. ¿Cómo reconoce que una idea debe plasmarla en uno u otro género?

Es cierto que el poema se concibe a partir de una idea que queremos plasmar. Rara vez es el lenguaje o la imagen los que imponen el “modelo poema”. En el aforismo, por su brevedad, casi que idea y forma surgen de forma simultánea. Es cierto que el poema puede iniciarse a partir de una serie de imágenes, las cuales van formalizando una idea que perseguimos. Mientras que el aforismo se concibe desde sus entrañas a raíz de una idea que escribimos en una o dos líneas sin desarrollo.

Pero en realidad, el problema no lo tengo con la concepción poema/aforismo, sino con la de haiku/aforismo. Cuando trabajo en el aforismo lírico, o surge este en mi cabeza, tengo que decidir si concibo un haiku (mucho más trabajoso en su concepción poemática) o un aforismo lírico, más liviano en su forma, aunque contundente conceptualmente. A veces, el texto queda en tierra de nadie, y siempre pongo de ejemplo este haiku mío de Notas a pie de página (2005), que asimismo lo he usado como aforismo: En esa sombra que te tiende la noche está tu día.

¿Es usted de los que pule el aforismo hasta que alcanza su forma consumada, o dicha elaboración se produce en el ámbito del pensamiento y no tanto de su expresión?

La literatura debe siempre pulirse. Las primeras impresiones que plasmamos en nuestros libretas (sea haiku, poema, aforismo, microrrelato o diario) debe después pasarse por el tamiz de nuestro intelecto. Si surge el texto perfecto en su primerísima concepción: ¡¡Eureka!! Si no, hay que ponerse manos a la obra. Porque lo que interesa, interesa sea como sea.

 ¿Cuál es su valoración de la llamada “década prodigiosa” del aforismo español? ¿Con qué aspectos se queda y cuáles lamenta?

Pues mire, soy de los que piensa que la década prodigiosa del aforismo (y del haiku) fue la primera del siglo XXI, cuando el aforismo se desarrolló como género de una manera clara y concisa, y tomó tierra dentro de unos parámetros literarios normalizados. Cierto es, claro, que esa “década prodigiosa” de la que hablamos, la comprendida entre 2013 y 2023, el aforismo se despliega con un inusitado número de revistas, publicaciones, congresos, antologías y editoriales, que va a ser difícil superarlo. Y esto ya lo estamos viendo en este 2025. No sabría decirle si debiéramos lamentar nada. Siempre ha habido —y habrá, sin duda— falsificadores literarios, en todos y cada uno de los ámbitos literarios desde siglos atrás. Siempre hubo originales, continuadores  e imitadores. La literatura a la modè solo hay que desentrañarla cuanto antes, como a los oportunistas de salón. Me quedo, sin duda, con este intento actual de normalizar un género absolutamente esporádico en nuestra literatura. Hay muchos libros de aforismos en el escaparate desde hace dos décadas (algo sin duda proverbial). El tiempo irá poniendo las cosas en su lugar, y el esfuerzo de unos pocos plasmado en revistas, congresos, libros o antologías debe proseguir para ir ganando terreno a la ignominia de cierta clase gourmet de la literatura que ve en el resurgimiento del haiku o del aforismo como una pretendida moda literaria.

– ¿Qué retos debe asumir el aforista para no acabar convirtiéndose en una parodia de sí mismo, recurriendo a fórmulas periclitadas o repitiéndose de manera inconsciente?

Es complejo. Por un lado, y esto lo  estamos viendo en contemporáneos primigenios, el seguir una fórmula aforística hasta la extenuación conlleva a una más que profunda crisis paródica de sus textos mejores. Por otro, no creo que haya que reinventarse en cada libro. Esto nos conduce a un tipo de fracaso involuntario; lo que se resumiría en los axiomas No querer hacerlo y Querer pero no saber hacerlo. Lo natural sería proseguir una lenta y evolución de nuestra propia obra aforística e intentar vías nuevas, pero siempre solidificándolas. Esto es, que en cada autor podamos observar unas etapas en su obra después de décadas. En cualquier caso, y como advierte la pregunta, el riesgo de repetirse (pasa en la poesía y en la novela) es un hecho más que consumado en nuestra literatura. Y el aforismo no iba a ser menos.