Horacio Otheguy Riveira.
En un escenario vacío frente a un mar teatralmente imaginario, las primeras palabras pertenecen a Dominica, y las últimas junto a su marido, frente al mismo mar con muy diferente simbolismo, también le pertenecen para cerrar el drama. De allí que la adaptación teatral de Yolanda Pallín (estupenda dramaturga con obras propias y abundantes adaptaciones y versiones) incida en el personaje como un ser desvalido a la espera de cuerpos y manos tendidas en los años 50 del franquismo, donde el sometimiento de la mujer era un principio inalterable del nacional-catolicismo imperante.
Tras recibir a su marido que fue voluntario en la División Azul, nada está a la medida de sus emociones. Él vuelve después de 12 años y Dominica comienza a padecer la amarga continuidad del desaire de su marido, quien prefirió marchar a una guerra extranjera, harto de la «empalagosa» presencia de su esposa, y cuando regresa es un desconocido, tanto para ella como para sí mismo.
Vida cotidiana bajo la opresión franquista
El panorama político solo se menciona abiertamente cuando el padre del soldado le confiesa que el despacho le espera lleno de éxitos, ya que se enriqueció en plena posguerra defendiendo como abogado a gente de todo pelaje, estraperlistas y cómplices. Más allá de este aporte, todo es política sin serlo abiertamente, porque la función está en manos de una mujer capaz de amar fuera del matrimonio, donde se la anula, radiante, reprimida en todo, pero con un cuerpo capaz de volar junto a carcajadas luminosas que el talento de la actriz, Ángela Boix, revela de diversos modos en el gris espacio de una existencia mortífera…
Intérpretes formidables
Ángela Boix (El mal de la montaña, en esta misma sala) entrega su risa más tierna al deseo imperioso de un joven virgen -su único adulterio- y carcajadas limpias al gran amigo de su esposo, y a su esposo mismo: en cada situación, un reír diferente, siempre liberado, a cargo de una actriz que domina los estados de ánimo de su gran personaje.
También resulta admirable su despliegue de movimientos, cómo pasa su cuerpo de la espera ansiosa al día a día infructuoso con un desconocido. Un tipo bruto en el abrazo sexual, y mudo cuando se le pregunta por la experiencia junto a alemanes y en campos soviéticos… Desdicha muy bien planteada en la novela y ahora en escena -con unos matices muy ricos por parte de su adaptadora- que se amplia a todo el contexto social que hace todo lo posible para ahuyentarla de sí misma.
A su lado, Toni Agustí, perdido de antemano, harto de ella -sin que ella lo sepa-, aprovecha la llamada a formar parte de la División Azul. Cuando regresa es un ser perdido en la óptima situación económica familiar donde su título de abogado puede hacer carrera, pero qué clase de futuro puede entrever cuando solo valora el cariño de un amigo al que ayuda económicamente. Un personaje muy introvertido con escasos momentos de extroversión, que en la versión de Yolanda Pallín, se permite sugerir el pleno deseo de su queridísimo amigo Germán (excelente Víctor Antona): un tipo noble, ingenuo, transparente, que ha ido del orfelinato a la División Azul en busca de un lugar en el mundo.
Muy bien elaborado por Paco Flores, el hermano menor de Antonio: al comienzo siempre al margen del héroe de guerra, luego enamorado de su esposa, sin saber si prefiere las caricias de algunos amigos que las de las mujeres. Un trabajo, como todo el reparto, en el que la dirección de Laura Garmo ha sabido acompañar con generoso respeto por la transformación de cada personaje en el vaivén de sus turbaciones.
Elena González y Mariano Llorente
Grandes siempre, encontrarlos en un escenario resulta emocionante. Les bastan pocos gestos, como la lectura de una carta o montar la mesa para la comida familiar, para que nos conmovamos con ellos y compartamos su fresca inocencia de buenos padres encajados en un mundo hostil que desconocen, ciudadanos al margen, como millones de padres de familia atenidos al día a día.
Muchas funciones en sus mochilas, para regocijo de espectadores anhelantes. De allí que las escenas en que aparecen logran potenciar el desarrollo de la representación, enalteciendo la labor de sus compañeros en un marco de maestría actoral.
Elena y Mariano forjan a un matrimonio muy cercano. Esa clase de buena gente que, al abrazar a su familia, también lo hacen a un amor incorruptible, más allá del contexto en que les toca vivir. Gente de teatro que compone sus criaturas como si las conocieran en profundidad de toda la vida, esa vida fantástica de toda buena obra de ficción.
Innovadora Carmen Kurtz en el estilo narrativo (muy interesante leída hoy) y también en el entorno de la época, tan marcado por la censura. Organiza una trama y unos conflictos de tal manera que expresa críticas veladas al sistema. Como otros grandes de la época (Juan García Hortelano, Jaime Gil de Biedma, Ángel González, José Agustín Goytisolo, José Hierro, Buero Vallejo, por ejemplo) ingresa en la ilustre pléyade de los posibilistas, talentos que no quisieron o no pudieron emigrar, y forjaron valiosas obras que expresan en voz baja lo mucho prohibido para todos aquellos necesitados de rebelarse sin poder hacerlo en su totalidad, pero sí emocional y mentalmente.
En las páginas de la novela de Carmen Kurtz leemos tanto lo que se dicen como lo que piensan, y ahí radica uno de los maravillosos retos de esta puesta en escena, porque lo no dicho en la novela es pronunciado en voz alta sobre el escenario y aparece ambiguo pero cargado de significados, humano, en definitiva. Y en este sentido la emocionante adaptación de Yolanda Pallín deja escuchar esas voces y gradúa la tensión de los conflictos sin decidir de forma definitiva en qué plano de la realidad nos encontramos. Laura Garmo

De izq. a der.: Víctor Antona, Elena González, Mariano Llorente, Paco Flores, Toni Agustí, Ángela Boix.

La inquietante soledad de dos que han dejado de amarse, con un tratamiento de teatro existencialista muy bien interpretado.

Laura Garmo dirige a los protagonistas, Ángela Boix y Toni Agostí en una de las escenas de intenso reconocimiento de un desamor histórico en el devenir de toda mujer casada en los años 50.
Autor: Carmen Kurtz
Adaptación: Yolanda Pallín
Dirección: Laura Garmo
Reparto: Dominica: Ángela Boix; Antonio: Toni Agustí; Madre/Médica: Elena González; Padre/Florencio: Mariano Llorente; Germán: Víctor Antona; Enrique/Dependiente: Paco Flores
Escenografía: Blanca Añón
Vestuario: Mónica Teijeiro
Iluminación: Pilar Valdelvira
Sonido y Música original: Benigno Moreno
Caracterización: Moisés Echevarría
Ayudante de dirección: Coral Ros
Ayudante de escenografía: Lidia Gómez
Ayudante de vestuario: Freya Medrano
Residente de ayudantía de dirección: Giulia De Crescenzo
Asistente artístico: Paul Alcaide
Producción: Teatro Español
TEATRO ESPAÑOL DEL 14 DE NOVIEMBRE A 23 DICIEMBRE 2025



