Silvia Domínguez.

Camino a la Meca, de Athol Fogard, (Sudáfrica, 1932-2025) es una de esas obras que no se contemplan desde la distancia: se atraviesan. El espectador no asiste simplemente a una representación teatral, sino que entra en un territorio íntimo, casi sagrado, donde las preguntas esenciales: la libertad, la creación, la vejez, la lealtad a uno mismo, se formulan sin estridencias, pero con una hondura que cala lentamente. Esta puesta en escena convierte el teatro en un espacio de escucha profunda, donde el silencio también habla y la emoción nunca es impostada.

El texto, de una humanidad luminosa y compleja, encuentra en esta versión un cauce excepcional gracias al trabajo actoral de Lola Herrera, Natalia Dicenta y Carlos Olalla, tres intérpretes que sostienen la obra desde la verdad, sin artificios, con una honestidad que desarma. El escenario se transforma así en un lugar casi confesional, donde cada palabra parece dicha por primera vez y cada pausa tiene el peso de una vida entera.

Lola Herrera construye a Miss Helen con una delicadeza profundamente conmovedora. Su interpretación es frágil y luminosa al mismo tiempo, como una llama que sabe del viento pero se niega a apagarse. Herrera no representa el personaje: lo habita con una naturalidad apabullante. En su cuerpo y en su voz conviven la vulnerabilidad de la edad, la lucidez del pensamiento y una férrea determinación por defender el derecho a crear, a decidir y a vivir conforme a la propia luz, incluso cuando el mundo insiste en imponer sombras. Cada gesto, cada mirada perdida, cada silencio prolongado contiene una biografía entera, una resistencia silenciosa que emociona sin necesidad de subrayados.

Natalia Dicenta aporta una energía cálida y firme que equilibra el relato. Su personaje encarna la amistad como refugio, pero también como acto de valentía. No es solo apoyo: es impulso, es escucha activa, es presencia amorosa que no juzga, que acompaña y que empuja suavemente hacia la dignidad de ser uno mismo. Dicenta compone una figura llena de humanidad, cercana y generosa, que funciona como puente entre la fragilidad y la esperanza. La química entre ella y Lola Herrera es uno de los grandes regalos del montaje: una relación creíble, profunda, atravesada por el afecto y la admiración mutua, que convierte cada escena compartida en un acto de verdad escénica.

Por su parte, Carlos Olalla ofrece una interpretación de gran inteligencia y sensibilidad al dar vida al antagonista moral de la historia. Lejos de caer en el arquetipo del villano, su personaje es el de una autoridad convencida de estar haciendo lo correcto, de actuar en nombre del orden, la moral y el bien común. Esa convicción es precisamente lo que vuelve el conflicto más inquietante y dolorosamente real. Olalla construye un personaje complejo, lleno de matices, que obliga al espectador a cuestionarse sus propias certezas y a mirarse sin comodidades ni respuestas fáciles.

Camino a la Meca habla del arte como salvación y como acto de resistencia; de la vejez sin condescendencia ni edulcorantes; de la libertad personal frente a las normas impuestas por una sociedad que teme lo distinto. Pero, sobre todo, es una celebración del pensamiento libre y del valor “no exento de miedo” de ser fiel a la propia voz. Esta versión no solo emociona: deja huella. Se sale del teatro con el corazón más despierto, con preguntas nuevas y con la certeza de haber presenciado algo profundamente honesto, necesario y bellamente interpretado.

 

 

 

 

Autor: Athol Fugard
Versión: Claudio Tolcachir
Escenografía: Alessio Meloni
Vestuario: Pablo Menor
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Ayudante de dirección: María García de Oteyza
Gerente/Regidor: Leo Granulles
Técnico de sonido: Félix Botana
Técnico de iluminación: Javier Gómiz
Maquinista: Alfonso Peña
Peluquería y sastrería: Gema Moreno
Diseño de cartel: David Sueiro
Fotografía de cartel: Daniel Dicenta
Jefe de producción: Juan Pedro Campoy
Ayudante de producción: Estela Ferrándiz
Jefe técnico: Ignacio Huerta
Dirección: Claudio Tolcachir
Productor: Jesús Cimarro

ESPECTÁCULO PRESENCIADO EL 12 de diciembre EN EL TEATRO PRINCIPAL DE OURENSE