Por Florencio Luque.
GAUDIUM ESSENDI: VERDAD, BONDAD Y BELLEZA EN LA OBRA DE MANUEL ÁNGEL VÁZQUEZ MEDEL
Valentín Navarro Viguera, Doctor en Literatura Española con la tesis El pensamiento poético de Leopoldo de Luis (Universidad de Sevilla, 2015), crítico literario, miembro de la Red Iberoamericana de Teoría y Estudios, colaborador de “Mercurio”, poeta (De lo visible, lo invisible, 2016; Nosotros en la tierra, 2018; Aquella luz entonces, 2023; Movimientos de luz, 2024) reconocido con prestigiosos premios, nos regala, en su última entrega, un extenso ensayo (Hacia la obra poética total. La poesía de Manuel Ángel Vázquez Medel, Editorial Alhulia, Granada, 2025) sobre la obra, temas e influencias fundamentales del poeta onubense Vázquez Medel (Catedrático de Literatura y Comunicación en la Universidad de Sevilla, Miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada y autor de una treintena de libros de investigación y más de doscientos artículos, así como de los poemarios Pájaro de la noche (1994), Remota luz (2019), y Mágico poder (2024) y del libro de aforismos El ave de Minerva se eleva en el crepúsculo (2019).
Lo primero que nos sorprende de este trabajo es la enjundia, la profundidad, el rigor que resuma, pues se trata de un autor, Valentín Navarro, relativamente joven en un contexto en el que se aplauden ocurrencias y trivialidades.
Me he permitido sintetizar este magnífico estudio, por razones de espacio, en tres apartados, si bien vinculados por lo que estimo uno de los grandes aciertos de esta monografía; esto es: la ausencia de fronteras nítidas entre pensamiento y poesía. En efecto, la cita inicial de Novalis lo explicita: “La separación entre el poeta y el pensador es tan solo aparente”, ya que esta urdimbre, la voz poética y la voz de la reflexión, (razón poética la llamará María Zambrano en un intento de ir más allá del raciovitalismo de su maestro Ortega y Gasset), será el hilo conductor, Symploké, de la hermenéutica que ensaya Navarro para desvelarnos la obra de Medel.
Primer apartado.
En “Sobre pájaro de la noche” y “Remota luz”, Navarro Viguera se servirá, fundamentalmente, de Heráclito para hacer una interpretación desde la poética del cambio del autor onubense. En este sentido, Navarro nos dice que pese a la relevancia de la obra del Nobel Juan Ramón Jiménez en la de Vázquez Medel, será el presocrático el que ponga los cimientos de la aportación creativa del poeta objeto de la monografía. En efecto, será el principio de enantiodromía, atracción de opuestos, tensión de cuerda y arco, búsqueda de armonía, el que aparezca a lo largo de la extensa obra creativa de Medel. Por tanto, equilibrio en la tensión dialéctica con la que el poeta, así lo subraya Navarro Viguera, nos muestra cómo la palabra poética revela la coincidencia entre los opuestos (ser/no-ser, palabra/silencio, ocultamiento/aletheia, orden/caos) ya que la poesía, al modo de los Koans en Oriente, no elimina la contradicción, sino que la transfigura en símbolo para que germine en una ontología del todo, en una ontología de lo que no puede decirse, pero que tampoco puede silenciarse.
Dialéctica, tensión, síntesis… energía reveladora que se manifiesta en el lenguaje solo hasta donde el lenguaje puede llegar: el Logos no es apropiación, sino revelación, razón poética (lo veremos más adelante) que ha de transformar en epifanía el encuentro con el Ser.
Estas son las claves que permiten hacer una lectura de la obra de Vázquez Medel desde la filosofía de Heráclito. Valentín Navarro lo hace siempre, este es uno de sus méritos, acudiendo al análisis de los versos que justifican su hermenéutica y, por tanto, estamos ante una rigurosa argumentación de aquello que nace como hipótesis para concluir en desvelamiento. Así, por ejemplo, en palabras de Navarro, (…) Ningún otro texto expresa mejor el concepto heracliteano de enantiodromía que el Interludio I, que lleva por título Solo el que conoce la nostalgia -oyendo a Tchaikosvky, op. 6. n º6-, poema en prosa de ritmo juanramoniano, del cual cito el fragmento siguiente:
Solo el que conoce la nostalgia siente el calor del hielo, la ternura del mármol, la vida de una piedra, la sequedad del agua, el goce de una herida, la inquietud del reposo, la sabiduría de los necios, la frescura de páramos desiertos, la desazón que la amistad nos deja…
Pues bien, siguiendo con Heráclito, dado que la naturaleza de las cosas acostumbra a ocultarse, habrá que encontrar en la palabra poética el intento de nombrar lo que es y lo que no-es a un mismo tiempo, y así, en la poética de Medel, amor y muerte se dan la mano, la destrucción es necesaria para la construcción. El amor, la muerte, como constante reflexión en los versos del poeta, constante tensión (también de carácter freudiano: Eros/Thánatos) en la cual Heráclito sitúa al Logos como orden del mundo. Vázquez Medel lo ha de situar, el orden, en el símbolo, es decir, allí donde el cosmos se hace conciencia y palabra, verso, poesía y, por tanto, adquiere una tonalidad mística, una aproximación al Ser, a la alteridad.
En efecto, Navarro aborda, de forma excelente, la simbología mística en la poesía de Medel ya que, nos dice, sería propio de una ceguera lectora no percatarse del hálito místico que se desprenden de muchos de los símbolos empleados en “Pájaro de la noche” y “Remota luz”. Lo hace, Navarro, persuadido de que para el humano (animal insatisfecho, subraya Medel), para el poeta, no hay recursos creativos más hermosos que la metáfora y el símbolo: nos llevan más allá de lo inmediato y nos permiten vislumbrar la realidad invisible. Esto es: siendo la palabra tan solo una herramienta limitada, pobre, para poder aproximarse a la verbalización de lo inefable, es necesario recurrir al símbolo, antorcha que ilumina la oscuridad del pensamiento (Navarro Viguera) y que, en el caso de Medel, conduce siempre al humanismo.
Para esta indagación de la mística en la simbología de la poética de Vázquez Medel, Valentín Navarro se valdrá de las reflexiones de Evelyn Underhill según las cinco fases que esta señala: despertar del Yo, Purificación, Iluminación, Purificación del Espíritu y Unión.
El Yo despierta porque percibe una realidad extraña, una percepción que rebasa la realidad sensible y muestra una luz que ciega, una luz que persuade de que tras el velo se oculta otra presencia, una voz que nos convoca a la plenitud del encuentro con el Ser:
ALTA LA LUZ
Alta la luz, la noche
se disipa. En el extremo mismo,
luz y sombras son
presencias de la nada.
Tras el velo se oculta otra presencia.
La plenitud convoca.
Sale a su encuentro el Ser.
Por lo que hace a la Purificación, señala Navarro, es la acción, homo viator, símbolo de la peregrinación, de quien ha de atravesar la oscuridad de la noche, ya que la posesión absoluta es propia de un desprendimiento absoluto cuando es el amor el logro alcanzado.
En la fase de iluminación del yo, la más propia de la mística, se hace posible la visión de una nueva realidad: la revelación de la verdad en el amor humano. De este modo cabría decir Hombre, Ser Humano, donde la mística dice Dios, Ser Divino. Navarro, por tanto, nos desvela el correlato humanístico de la introspección mística; esto es: la armonía individual logra la unidad con el mundo, y, por ello, Medel escribe:
LA PLENITUD SECRETA DEL SILENCIO
Pues solo en Ti se alcanza
la plenitud secreta del silencio
cuando el Ser se consume
y se consuma.
En la simbología del poeta la fase Unitiva, la última, es el instante de plenitud en el que se vislumbra la eternidad. Ahora bien, lejos de un arrobo extático, se trata de aquel que, con sosiego y serenidad, se siente en armonía con los otros, pues, lo repetirá Medel, la vida auténtica es vida compartida. Sirva como ejemplo de esta vivencia de vida plena, auténtica, algunos versos de “Hombre solo en la noche”:
Hombre solo en la noche, semejante a las sombras
de este bosque que cruzas hacia el abismo oscuro:
no me ocultes tu rostro ni me niegues tu mano.
La compañía es buena: también para el olvido.
Segundo apartado.
Entramos ahora en un capítulo central del libro de Valentín Navarro. Considero que es el apartado más interesante y el que más me ha invitado a reflexionar. Se trata de la sección Como mariposas a la luz: Heidegger y Vázquez Medel. En efecto, Valentín establecerá profundos vínculos, previo descarte de otros filósofos (Kierkegaard, Sartre, Jasper, Marcel, Ortega, Unamuno, Buber), entre la poética de Medel y la filosofía del pensador de Friburgo. De entrada, ambos, poeta y filósofo, unidos por sus estudios de Teología, y, finalmente, porque el existencialismo heideggeriano también está presente en la obra de Medel. Ahora bien, Navarro Viguera es plenamente consciente de la necesidad de salvar el abismo biográfico de Heidegger; en efecto, el silencio siniestro que el filósofo mantuvo, su adhesión al nazismo, respecto al holocausto judío. Quizás tampoco esté de más recordar su “relación” con la joven estudiante Hannah Arendt; menos aún olvidar el antisemitismo que destilan sus Cuadernos Negros. Como digo, Valentín es consciente de ello y cita a Medel para señalar que no nos queda más remedio que proyectarnos exclusivamente hacia su obra, si aceptamos ese lugar excepcional que la historia del pensamiento y de la humanidad le reservarán, sin duda, en el futuro. Estrategia intelectual que ya Machado adoptara. Esto es: negar al hombre para salvar su filosofía, la de Heidegger, claro.
Pero vayamos de nuevo al verso y al pensamiento. Navarro hará, a modo de introducción, una excelente exposición de las líneas generales de la propedéutica antropológica heideggeriana para el estudio del Ser. En efecto, las filosofías del pasado han buscado responder a las cuestiones fundamentales, a las propiamente filosóficas, postulando un estado excepcional de las cosas o de la mente, desde el cual acceder al desvelamiento del mundo. Pero el caso es que Heidegger va a realizar una indagación fenomenológica de los entes humanos en su cotidianidad. Esto es: pensar en qué consiste “ser humano”. El filósofo alemán encuentra que nos distinguimos de todos los demás entes en que podemos hacer de nuestra existencia un “tema”, es decir, somos capaces de hacernos preguntas esenciales que a todos nos conciernen, somos capaces de preguntarnos por el Ser de los entes. Cabe entonces decir que es en los entes humanos donde el Ser se desvela; en efecto, “Ser y tiempo” es una propedéutica de carácter antropológico para el acceso al Ser de los entes.
Pues bien, el Dasein, el ser/estar-ahí, los entes humanos, no se definen por su esencia, sino por su existencia. Es precisamente ahí, en su existencia, donde Navarro ubicará el eje que articula el vínculo más hondo con la poética de Vázquez Medel, porque para el poeta la autenticidad del ser/estar-ahí pasa por la vida compartida. Esto es algo en lo que el poeta onubense insiste, una y otra vez, a modo de lema que sintetiza su poesía. Así, por ejemplo, apela a Anne Dufourmantelle que, en estos tiempos negros, tan llenos de miserias, nos deja un mensaje de esperanza, porque la vida auténtica es vida compartida.
Existencia, en efecto, a la cual le es inherente el tiempo; ser tiempo es tener como horizonte la muerte y, con ella, la angustia. Es decir, temporalidad, muerte, Nada. Tríada para la que Heidegger arbitra una única respuesta: autenticidad, la cura (sorge), el cuidado; una especie de protoecologismo con tintes místicos, que hace responsable a cada cual de su vida y de los recursos (bien lejos de la actitud tecnológica). Todos estos conceptos los irá desvelando Navarro Viguera a través del análisis de los versos de Medel, por ejemplo, de forma explícita, cuando señala el poema “El sentido” como breve tratado existencialista:
EL SENTIDO
No nos ha sido dado con la sangre y la carne.
Mas un hálito interior nos incomoda…
Acaso,
el oculto sentido de la vida
es la mirada misma que lo busca.
Sólo buscar sentido:
la secreta condena,
la gloria de lo humano.
Tercer apartado.
Voy a concluir, siendo consciente de obviar aspectos muy interesantes de este excelente libro (Gaudium essendi, Resonancia de Hartmut Rosa, Marcel, Fromm, concepto de “esperanza”), con la vinculación que el autor, Viguera, establece entre la razón poética de María Zambrano y la obra poética de Vázquez Medel. Escribe Navarro: Las semillas de esperanza de “Mágico poder” crecen en los claros del bosque de María Zambrano (…) mística y poesía se funden en estos floridos jardines: mythos y logos, razón y sentimientos juntamente descubren lo que está más allá, lo simbólico, lo perfecto, lo acabado, la muerte, la nada, el todo. El ser es nombrado por aproximación, por alusión, más que por definición. Es decir, Zambrano, en Claros del bosque, intenta que aprendamos a ver, a encontrar en la distinción descripción/contemplación, una ontología no dual, una ontología de la luz, pues el poeta ha de contemplar para transformar lo que percibe, o para manifestarlo, en lo es, atemporal.
La razón poética no es razón instrumental, sino una forma de acceder al ser de los entes lejos de la disponibilidad que ya lamentaba Heidegger, lejos de una lógica de dominio y explotación, de posesión y control, de “desarrollo” me atrevería a decir; no busca explicar el mundo, desentrañarlo, sino escucharlo, abrirse al misterio, diluirse en el fluir de lo contemplado. Este es el “Mágico poder” de la palabra, el temor y temblor de lo numinoso, lo que nos proporciona el símbolo, la poesía, aquello que transfigura la realidad para que podamos intuir su dimensión invisible. Todo ello lo irá desvelando, magníficamente, Valentín Navarro en su lectura de los versos de Medel, para concluir señalando que “Mágico poder” cuenta la posibilidad de un encuentro, el de aquel que otrora fuera un ser escindido, pero que ahora recorre el camino de la esperanza para llegar al Absoluto, suma del yo con lo Otro. En efecto, recorrer un camino de esperanza en el que, lo dijo Pessoa, nos acompañen todos los sueños del mundo y en el que la voz del poeta nos muestre un futuro luminoso:
Otra niña vendrá
con luz entre sus manos,
con brillo en su mirada,
con sonrisa encendida
en las brasas intangibles de la tarde.
Otra niña vendrá
para poner conciencia entre los sauces,
para llevar el sueño hasta las olas
y parir el crepúsculo
desnuda y en silencio.
Entre el alba y la tarde
tendrá una vida plena:
descubrirá la sombra
que se enreda en sus pasos,
descubrirá la risa,
descubrirá el amor,
descubrirá el olvido.
Entre el alba y la noche
tendrá una vida luminosa.

