Alejandro López Menacho.
Mauricio Kartun es, sin ningún género de dudas, uno de los dramaturgos más auténticos de la escena teatral argentina contemporánea; su obra, caracterizada por una profunda exploración de la identidad, la memoria y los conflictos sociales, siempre ha dejado poso; una huella imborrable en las tablas y en los espectadores de todo el teatro latinoamericano y de parte de España. Kartun no solo es un excepcional contador de historias, también el artífice de un lenguaje escénico muy particular, donde lo poético, lo alegórico y lo político se entrelazan y difuminan.
Recuperar su trabajo es un ejercicio necesario para entender la evolución del teatro moderno y preservar un legado que sigue dialogando con los desafíos y amenazas actuales.
Exquisita edición
La labor de la editorial sevillana Ediciones del Bufón ha sido encomiable; a través de la publicación de Par Simple, el sexto libro de su excepcional colección, han contribuido a difundir y preservar el legado de Kartun, facilitando el acceso a la obra de un autor que en España se ha movido en los márgenes de la industria. Lo ha hecho presentando una exquisita edición, propia de quien ama el teatro y la literatura; y que incluye de un trabajadísimo prólogo de la profesora argentina Milena Bracciale, y a modo de díptico, las obras Terrenal y La Vis Cómica.
En la primera de ellas, Kartun teje un diálogo profundo y poético entre Caín y Abel, abordando temas como la fraternidad, la culpa y la relación del ser humano con lo divino, todo desarrollado en un espacio minimalista, donde la palabra cobra protagonismo; en el segundo de ellos, nos presenta a un actor y a una compañía en la Buenos Aires virreinal que, en plena crisis, intentan sacar adelante una obra mientras se enfrentan a sus propios demonios y a las exigencias del mundillo del espectáculo. Una reflexión que, valiéndose del absurdo, encierra una afinada crítica a la relación del ser humano con el arte.
Ediciones del Bufón nos invita así a indagar en el universo de Mauricio Kartun, en la contracultura; a mirarnos en el espejo de nuestra propia condición humana y a mantener vivo un tipo de teatro que late gracias a la vocación, al pulso de la memoria y la fuerza de lo popular.

