El periodo transcurrido entre sede vacante, extra omne y habemus papam da para pensar mucho. Por ejemplo, que a pesar de que el periodismo a veces llega muy lejos siendo capaz de realizar impresionantes coberturas, extraordinarias investigaciones o agudos análisis para mostrarnos todas las caras de las noticias, otras veces, sin embargo, se queda tan corto que ruboriza. Ocurre cuando cae en la paradoja de transformar la pura falta de noticias en material informativo. En tratar la espera como un asunto de interés público y en producir horas y horas de televisión en directo con el plano fijo de una chimenea de un tejado… Si bien es cierto que así a las palomas que sobrevuelan Roma se les da la oportunidad de tener su minuto de fama, algo no va del todo bien cuando la cobertura informativa derrapa y empieza a parecerse al Gran Hermano versión Vaticano. Cuando ante la ausencia total de noticias se alargan las retransmisiones rellenándolas de cualquier cosa banal para entretener a la audiencia no sea que vaya a hacer algo importante como, por ejemplo, descansar del aluvión de opiniones y comentarios sobre la nada.
En los entresijos de esa espera, resulta fascinante observar el desempeño de los enviados especiales que cubren in situ el proceso y los recursos de los que echan mano durante las múltiples retransmisiones en directo: desde los ejercicios retóricos (más o menos floridos o exitosos) para informar sobre la falta de noticias de manera distinta a como han informado de la falta de noticias en la conexión anterior; a la consabida, manida, predecible, bochornosa y deprimente “entrevista a pie de calle” pescando comentarios banales de cualquier viandante que pase por allí (a ser posible, de la misma nacionalidad que el canal que retransmite para que “los que nos ven desde casa” sientan la conexión patria).
Así, ante semejante burbuja artificial de expectación mediática, resulta que proliferan por todo el mundo las quinielas y las apuestas y que no falta quienes deciden entretenerse invirtiendo su tiempo y su dinero (sí, sí, lo han leído bien: su dinero) apostando sobre la identidad del nuevo Papa, su nacionalidad, su ideología progresista o conservadora o los días que puede durar el cónclave. Alucinante.
Fascinante es también observar el poderío del equipo de comunicación de la Cámara de la Santa Sede, encargado de gestionar y distribuir las imágenes a todos los canales del mundo. La calidad, la realización y el estilo de la retransmisión de los eventos formales no tienen nada que envidiar a los de una superproducción de un gran estudio de cine y, a ratos, merece incluso poner las palomitas de maíz en el microondas para disfrutar de las impresionantes tomas áreas, los detalles de los rituales y los primeros planos de lo que termina siendo unas de las mayores concentraciones de poder mundial. Porque, efectivamente, allí estaban todos, incluyendo quienes van a presentar sus respetos al hombre que ya no es pese a que en vida no respetaron al hombre que fue.
Y al final, a Papa muerto, Papa puesto.
Y ahí sí, a partir del habemus papam es donde empieza la noticia de gran interés mundial sea uno creyente, ateo, católico o no, liberal o progresista, de izquierda, derecha, adelante o atrás (¡un, dos, tres!). Porque con la elección de un nuevo Papa se rellena el escaque vacante del complejo (y bastante deprimente) tablero de ajedrez de liderazgos mundiales y todo parece indicar que el estilo iniciado por el Papa difunto continuará, y esperemos que se consolide, con el Papa entrante. Nada desdeñable en estos tiempos tener en la primera línea de la política global un liderazgo que pueda contraponer a otros que imperan en las cumbres del poder. Uno que a través de sus mensajes, discursos y comportamiento pueda confrontar la brutalidad con sensibilidad; el culto al lujo, al dinero y la ostentación, con la sencillez; la ley del más fuerte y el desprecio a la vulnerabilidad con la compasión; el puñetazo del abusón que golpea la débil con la mano tendida para ayudar a quien se ha caído; el ego con la humildad; a las deportaciones con la acogida.
Una contraposición de liderazgos más importante que nunca hoy día que el humanismo cotiza a la baja.
Me pregunto cómo resuelven su contradicción y conjugan las diferencias aquellos a quienes su fe religiosa y su ideología o tendencias políticas les sitúa bajo liderazgos tan distintos y mensajes y valores tan contradictorios. Porque haberlos, haylos. Y son muchos.

