
Luis Miguel Sanmartín
Luis Miguel Sanmartín (Alicante, 1967) ha publicado siete libros de poesía: …Y ahora somos tres (2018), seleccionado por la Asociación de Editores de Poesía como uno de los doce libros recomendados ese año; Trece (2019); Art Nouveau (2019); Impostor, Antología de Inéditos, comentada e ilustrada (2020), que ya va por la cuarta edición; Frost (Escarcha) (2021); En tiempos del suicida (2022) y ¿Qué canción escuchamos más al fondo? (2025).
También ha sido incluido en las antologías: Piedra sobre piedra (2021), Poetas en el Puente de los Espejos (2022), La satisfacción del deber cumplido (2023) y 20 Miradas en la Tertulia Página 72 (2024). Sus poemas figuran en diversas revistas literarias, tanto en España como en el extranjero. Acaba de ver la luz ¿Qué canción escuchamos más al fondo? (Olé Libros) y por ese motivo hoy nos acompaña para darnos su Primera impresión.
La poesía me venció; se hizo conmigo.
Javier Gilabert: ¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Luis Miguel Sanmartín: Todo fue sucediendo de forma natural. Quiero decir que todo partió de un mero fluir emocional, eso sí, muy medido. Como una deriva meditada. Te pones a escribir, algo te llama la atención en esos primeros poemas y te adentras para ver hasta dónde te lleva. En el caso de este libro, mis primeras intenciones variaron pronto, viraron, pues los poemas tomaron otro rumbo. A mi pretensión de construir un libro crítico con la poesía y conmigo, se le cruzó la vida en toda su inabarcable magnitud. Y entonces me volqué en el propio canto, en la búsqueda de la expresión más pura de la emoción. El diálogo con mi voz poética se estableció, y fuimos encontrando lugares deseados. Dentro y fuera. La poesía me venció; se hizo conmigo.
Lo expresado y cómo se va expresando nace de una comunicación íntima
¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros?
Sí y no. Procuro concentrarme en las necesidades del poema. Me gusta darle aquello que me demanda. En eso siempre ha sido así. Este libro requería más claridad. La coralidad y la adición de fragmentos que buscan la unidad han dado paso a una mayor concreción discursiva. Es algo deliberado y no. Uno nunca sabe del todo a qué obedece tal necesidad. Lo expresado y cómo se va expresando nace de una comunicación íntima, endógena y exógena, que va marcando la estructura, el contenido y la forma. Un paso recaba la información necesaria para dar el siguiente. Ello me permite una mayor capacidad de concentración.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?
Algo muy importante para mí: que escuchen la música del verso; es el latido del poema. Hay mucho corazón en esos acentos.
En cuanto al contenido, creo que van a poder identificarse perfectamente con lo que se propone: el amor y el desamor, la soledad, el fracaso, la esperanza, el rumor de lo que se vivencia, la mirada fija en el instante, en el detalle (contemplar un mechero, una ventana, el vaho silencioso de una estufa…), la presencia del niño interior, las personas que alumbran nuestros días; ese intento, casi siempre baldío, de conocer el misterio que imaginamos más al fondo… Y más que van a tener que descubrir con el libro entre sus manos.
Que se pierdan sedientos por sus páginas, les diría.

Cada vez me gusta menos hablar.
¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?
La comprensión de la emoción ajena. Ese acto humanizador y universal. Un ser en todos con todos a través del lenguaje.
Y escuchar. Cada vez me gusta menos hablar. No tengo mucho que decir. Tal vez, pretendo escribir como un acto de escucha. Dejar que nos envuelva esa canción que todos llevamos más al fondo.
Organizar mi libro es organizarme a mí.
¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Pues, en mi caso, es algo que cuido bastante. Organizar mi libro es organizarme a mí. Suelo tener esa manía del orden preciso. Es algo que necesito para terminar de comprender las partes y el conjunto. Voy colocando las piezas y siento que tal acción pertenece a la escritura, es parte del acto creativo. Y lo disfruto. Vas notando, al ir tomando forma, cómo el libro es un alguien separado de mí. Yo ya no soy esos poemas; y, si lo soy, no termino de verlo o no me preocupa. Sé que tengo que terminar, concretar, y que el libro siga su camino.
En la formación de la estructura del libro, como en los edificios, hay partes verticales y partes horizontales; hay hierro, hay hormigón y, por supuesto, también cálculo. Es diferente situar, por ejemplo, un conjunto de nueve sonetos en verso blanco (como homenaje a la pureza del canto) al final que al principio. Esto es discutible, lo asumo, podría funcionar igual si el autor lo estima conveniente, si tiene claridad en lo que ofrece, pero, en definitiva, es el autor el que establece los parámetros. Al “qué dice” y al “cómo lo dice” añadimos una tercera dimensión, “dónde lo dice”. Y ese orden es en sí un significante. Podríamos estar hablando, de la misma manera, de los tonos de un libro.
La poesía es canto, y el canto requiere partitura.
¿Qué referentes poéticos, musicales o artísticos han influido especialmente en la gestación de este libro?
Lo tengo muy claro, el autor del hermoso prólogo, el poeta valenciano José Iniesta. El título del libro, ¿Qué canción escuchamos más al fondo?, es un verso suyo, contenido en un poema (Junto a la chimenea) que me dedicó en su libro Llegar a casa. También son versos de ese poema los nombres de los títulos de los capítulos de mi libro (Junto a la chimenea, Las cumbres y los años, ¿Qué nos dice la noche junto al fuego?, Nuestra respiración y Mientras cae la nieve sobre el mundo). Y no sólo por eso, que es un regalo mutuo (también yo le dedico un extenso poema al comienzo del libro), Iniesta es para mí un referente literario y humano de gran importancia. La amistad sincera, generosa, une mucho. Y su obra, sin lugar a dudas, es digna de estudio. Nuestras voces distintas se conocen muy bien; se comprenden y dialogan.
El conocimiento ayuda a desarrollar la intuición
¿Cómo dialoga este poemario con la tradición poética o con la poesía contemporánea? ¿Sientes que responde o reacciona a algún canon o tendencia actual?
En mi caso, el gusto por la métrica me confiere un orden mental que me hace sentirme más libre a la hora de escribir. La música de la palabra me seduce. También su forma física. Trabajo mucho con el oído, pero también con la vista. No me resulta mala ordenación axial para entregarme al discurso. Explicarme a través del endecasílabo o el alejandrino, entregarme a su intensidad y sosegar el resuello en el heptasílabo o en el pentasílabo hace que viva el poema como una canción. En eso, me abrazo a la lírica tradicional. Podría matizar más este aspecto, expresar otros rasgos de hermanamiento, pero considero que la importancia que tiene la música en mi poesía es casi lo más evidente cuando uno me lee.
El diálogo con las distintas corrientes, con la infinidad de poéticas, se establece con la lectura. Hasta qué punto te influyen o afectan es difícil concretarlo. Yo siempre he procurado leer de todo, lo he hecho sin orden, tengo que reconocerlo, lo he disfrutado más así, y me he detenido donde me ha interesado, por unas razones o por otras. Como lector, me siento muy “contaminado”, creo que es necesario. Por lo tanto, puedo disfrutar de la misma manera con Garcilaso, Rosalía, Juan Ramón, Rosales, cualquiera de los Panero (padre e hijos), Cirlot, Brines, Egea, Carvajal, César Simón, Praena, Antonio Moreno, Inma Pelegrín, Sandro Luna o Itziar Mínguez, por poner algunos ejemplos. Esa “contaminación” me acompaña en la escritura, que es libre y solitaria, apartada, como dice Iniesta en el prólogo del libro. Pero antes ha tenido que mezclarse, que dialogar. ¿Qué de este o aquella hay en mi poesía?, eso es muy complicado saberlo. Lo importante es que el conocimiento ayuda a desarrollar la intuición, y la intuición llama a la reflexión en la búsqueda de la claridad. También, de la oscuridad. Y la voz se enriquece; y camina.
¿En qué medida veremos en él –o no- al Luis Miguel Sanmartín de tus obras anteriores?
Mi voz está, sin duda. En otras búsquedas, pero está. Me cuesta contestar a esta pregunta, te lo aseguro, pues yo veo que soy el mismo. Otros, que ya han leído el libro, me hablan de profundidad, de madurez, de una mirada más nítida y honda, de reflexión. No sé. Lo que procuro siempre es darle al poema lo que este necesita. Lo que yo creo que necesita, vamos. El tono, el lenguaje, el ritmo. Si en este libro he necesitado un mayor detenimiento, o más silencio, otra mirada, otra escucha, pues no digo que no. Pero todo lo que sucede en el proceso de escritura es algo tan íntimo, hay tanta entrega, que es complicado hablar sobre ello. Iré comprendiendo más cosas con el paso del tiempo sobre este libro.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ¿Qué canción escuchamos más al fondo?, ¿cuáles serían?
Me pones en un aprieto, sí, son todos muy queridos y necesarios, pero con mucho gusto te escojo esos tres que me pides: “IX”, “Ver el calor” y “Abre los ojos”.
Uno no se nota el crecimiento.
¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
Yo no lo noto. Siempre he hecho lo que he querido y lo sigo haciendo. Siempre he tenido esa sensación de libertad en todos mis libros. Uno no se nota el crecimiento. O sí. Afortunadamente, no estoy seguro de casi nada. Fíjate lo vivo que me siento. Muchas veces el resultado viene dado por el lugar desde donde se parte. Qué tengo dentro, qué veo afuera, cuáles son mis intenciones. Todo eso sí varía, a veces, de un libro a otro. Hablar de inflexión me resulta un tanto drástico. Podríamos hablar de un leve giro o de una evolución mantenida.
Y en cuanto a la segunda parte de la pregunta, decirte que ahora lo que toca es el barbecho. Llevo casi un año sin escribir. Lo necesito así. «Y, mañana, Dios dirá»”.
¿En qué proyectos poéticos estás trabajando actualmente?
Hay algo que escribí en el pasado, sobre la pintura, y me gusta cómo quedó. Y bueno, iremos viendo lo que hacemos con él.
Te pregunto ahora como lector. Puedes elegir a cualquier poeta para que comparta aquí su Primera impresión, ¿a quién te gustaría ver entrevistado en esta sección?
Dos Rosas: Rosa María Marcillas y Rosa Cuadrado.
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Tres poemas de ¿Qué canción escuchamos más al fondo?
IX
¿Qué canción escuchamos más al fondo?
¿Qué luz hay más al fondo, con qué sombras?
¿Qué ausencias nos abaten más al fondo?
¿Qué amor no prenderemos al final?
¡Qué lunas invisibles la memoria!
¿Por qué cantar, qué alegra el corazón?
¡Qué desmesura el Mundo y esta vida!
¿Qué pensamos de todo al empezar?
¿Con qué sonido, piel, significado
iremos más allá, hasta el fulgor
que late en cada cosa y nunca vemos?
¿Qué seremos sin canto, ventanal,
chimenea, dormidos, ya esqueleto?
¿Qué seremos? ¿Qué somos? ¿Qué habrá sido?
VER EL CALOR
porque con sólo ver ya hiciste el pensamiento.
ANTONIO MORENO
Lame la sombra
difusa
del calor irradiado
el cajón de un pequeño sifonier.
Ha aparecido un algo diferente,
un algo físico,
sensato a la vez que embaucador.
Lo sé porque el reflejo lo descubre:
el vaho silencioso de una estufa
desiste de su invisibilidad.
El destello apagándose en la tarde
atraviesa el cristal de la ventana
y hace de lo caliente una forma chinesca.
Es la luz en su avance la que origina el nombre.
Es la luz la que ha escrito este poema.
ABRE LOS OJOS
¿Tanto he cambiado? Porque yo a ti sí te reconozco.
ALEJANDRO AMENÁBAR, MATEO GIL
Al clarear,
una sombra le ha dicho: “ya has dormido bastante”;
no sabía ni a quién se estaba dirigiendo.
La luz de la alborada se parece
a un espectro de plomo, un ramo de ceniza
que busca emborronar
lo poco que ha entendido de las cosas:
el miedo es una forma de hallarse en el camino,
un destello perenne ante sus ojos.
“Tendré que levantarme”, le susurra en la frente
su atávica conciencia,
caparazón molido por la edad.
Cuando sale a la calle
todavía conservan las figuras
algún resto de noche.
Por un momento piensa,
no se sabe muy bien si erróneamente,
que está dispuesto a ser
aquel que imaginaba de pequeño.
Se ha pasado la vida haciéndose preguntas
y no le ha merecido la pena. Algún tirano
sibilino se muere de ganas de enredar.
Mira una marquesina del autobús, le llama
la atención su estructura, su inerte solidez.
Le resulta una pieza de museo
que ha salido a mostrarse por su cuenta.
Ve en el cristal a un hombre casi idéntico
a sí mismo y lo escruta
con una exagerada meticulosidad.
«Crecer es doloroso. Envejecer
es la respuesta
que siempre
has estado buscando»,
le suelta así, a traición.
Lo mira con un gesto de ternura,
se sube las solapas del abrigo
y sigue caminando…
Ya no se reconoce.


Enhorabuena por la elección. Luis Miguel Sanmartín, Luismi para los amigos, es un gran poeta. ¿QUÉ CANCIÓN ESCUCHAMOS MÁS AL FONDO?, su último poemario por ahora, es una prueba de ello.
Muchas gracias, Vicente.