Las aventuras de Juan Lázaro, de Rafael Yuste Oliete y Ricardo Pedro Polo
Pregunta Ediciones, 2024. 123 páginas

Nada está escrito, todo es desnudez. R.Y.
Hay libros para leer, el gozo que producen es, esencialmente, intelectual; hay libros para leer y disfrutar, y el gozo que provocan es, además, también, sensual. Este libro ilustrado, Las aventuras de Juan Lázaro, tan primorosamente tirado por la zaragozana Pregunta Ediciones es de los segundos: las ilustraciones de Ricardo P Polo y los textos de Rafael Yuste, sumados a la primorosa, cuidada y elegante presentación material del libro, a cargo de unos editores como Dios manda, que se decía antes, hacen del mismo una auténtica fuente de gozo de la mente y de los sentidos.
¿Es poesía lo que nos encontramos en sus páginas?, sí, es poesía, una poesía verbal y visual, a un tiempo, maravillosamente imbricadas… ¿Son poemas, los de Rafael Yuste, lo que nos vamos a encontrar dentro?, no exactamente, al menos, no todos; son textos –aunque tienden, todos, a la síntesis y a la brevedad– que podrían considerarse, unos, aforismos y sentencias, otros, prosa poética de naturaleza expositiva, otros, fragmentos de un relato lírico más amplio en series versificadas, con la disposición clásica de los poemas en versos libres, sutilmente medidos: hay series combinadas de endecasílabos, heptasílabos, pentasílabos, octosílabos o tetrasílabos, porque, a fin de cuentas, Las aventuras de Juan Lázaro es el relato del espíritu de una vida y de las hazañas íntimas de su protagonista, Juan Lázaro.
Lo que sí es innegable es que todos mantienen un diálogo coherente, enriquecedor y permanente con las hermosas ilustraciones (auténticos poemas visuales) de Ricardo P Polo.
Las hazañas, recuerdos y noticias acerca del protagonista y de su mundo se despliegan en siete secciones, precedidas por su propio epígrafe: ‘La balada de Juan Lázaro’, ‘La guerra de los pájaros’, ‘Perro’. ‘Confesiones de un cinocéfalo’, ‘Historia de Bruck’, ‘Frío y romántico’, ‘Camino y muerte de Juan Lázaro’ y ‘Antes del final (fantasía póstuma de Juan Lázaro)’.
El tono general no puede ser, así, pues, otro que la memoria de lo ido, del tiempo sin regreso; y es que, a cierta edad –y Rafael Yuste la ha alcanzado–, todo lo inunda el recuerdo, pues «el tiempo se reúne en esta orilla / atento al despertar de los anfibios»; y ese recuerdo está tamizado por la nostalgia de lo perdido, de aquellas albercas y de aquellas higueras de dulces frutos, en aquellos veranos interminables de silenciosa y perezosa canícula, antes del desastre.
No es de extrañar que las dedicatorias de las primeras secciones sean para las abuelas y los abuelos que reinaban en aquel tiempo mítico y terrible (a veces, lleno de cadáveres en la noche, antes, durante y después de «la guerra de los pájaros»), en el que, no obstante, «la belleza nos miraba»; un tiempo que, quizás –es solo una posibilidad–, jamás existiera de esa exacta manera, aunque este mínimo detalle, el de la existencia material, al final, poco importa, pues existe, ahora, ya, realmente, para siempre, en la memoria poética del poeta: porque, al fin, un recuerdo tira del otro y todos tiran de los nuestros, ya que «son las piedras las que nos llevan a los pájaros» (de la infancia…)
Nieva en el soto,
arde mi pecho (enfermo)
de petirrojo.
El tiempo de la infancia y, luego, también, el de la madura amistad, el de la «historia de Bruck», el del mero gozo de las olas, del sol y del mar… Cuando, «a nuestros pies / el mundo entero era playa y pereza», y ensoñación del infinito oceánico, aunque invariablemente nos espere, ineluctable, al final del sueño, el (duro) despertar…
Que es la decadencia y, por fin, la muerte, la de Juan Lázaro y la nuestra; porque «tu cansancio es el mío», afirma, el poeta. Su cansancio es el nuestro, su insatisfacción por lo no vivido, por lo solo eternamente deseado, mas no cumplido, vale decir, es la nuestra; por más que deseemos, incluso en la decadencia y la muerte cercana, si fuera posible, «despertar a la pereza» o, en su caso, «vivir con la gravedad de los que aman», aunque, finalmente, nos conformemos con alcanzar, solo, a «querer lo que tenemos». Sin sueños. Sin alma. Con miedo/pánico. Aunque, con memoria –pues «somos recuerdo», antes que nada–; lo único que nos queda en el abismo del «oscuro estanque que es el cosmos».
Y, aun así, una afirmación y juramento de vida…
Juro que fui feliz
Que estoy tranquilo, que no me arrepiento…
Amén.

Rafael-Yuste-Oliete_foto-de-Anton-Castro
Rafael Yuste Oliete, Zaragoza, 1968. Filósofo y poeta.

Ricardo Pedro Polo Cutando.Foto de Aitor Borruel.
Ricardo Pedro Polo Cutando (Vilafranca del Penedès, 1970). Diseñador gráfico e ilustrador

