Francisco Barrionuevo (Sevilla, 1943) es arquitecto y poeta. Como arquitecto obtuvo el Premio Ciudad de Sevilla 1982 y dirigió el urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla cuando se realizó el Plan General de 1987 que diseñó la ciudad en los años previos a la Expo 92. Como poeta ha publicado Celebración de la huella (2014) y con María Ruiz y Lola Terol, 3 poetas sevillanos (La Llave de Plata, 2012). Fue seleccionado entre los finalistas del I Premio Internacional de Relatos Cortos Ciudad de Sevilla en 2016 por su relato titulado El Ofertorio, publicado en la Editorial Samarcanda. En 2018 publicó 35 sonnets/sonetos de Fernando Pessoa (La Isla de Siltolá), traducción y prólogo de los sonetos metafísicos en inglés. Las revistas Turia, Piedra del Molino y Estación Poesía han publicado poemas suyos. Acaba de ver la luz su poemario Vado permanente  (Mahalta, 2025), motivo por el que le hemos invitado hoy a darnos su Primera Impresión.

 

 

Se escriben poemas como producto de una actitud vital continua

Javier Gilabert: ¿Cómo y cuándo surge la idea del libro y por qué ahora?

Francisco Barrionuevo: Se escriben poemas como producto de una actitud vital continua. Surgen en cualquier momento, sugeridos por el entorno en que vivimos, física y/o emocionalmente y la capacidad reveladora que la realidad ofrece al territorio de la poesía. Por lo general los poemas guardan cierta afinidad, más o menos como un sello personal y luego llega un momento en el que una idea, que en este caso aparece al encontrar el título del libro, actúa como una fuerza centrípeta capaz de crear una cohesión. Aquí es la idea de vado, que en el diccionario se define como el lugar en el que un río puede pasarse. Si traspasamos metafóricamente el concepto de río al que en nuestra vida crea el tiempo por el que vamos, vado puede ser entendido como el paso entre todo lo que constituye nuestro entorno, la realidad exterior en la que vivimos y el yo interior más íntimo que se forma, crece y se transforma al asimilar y reaccionar a esos estímulos que recibe. El paso entre el tiempo exterior en el que vamos y el interior e íntimo en el que nos reconocemos.

Nosotros, a partir de esa realidad asimilada creamos elementos que la transforman con nuestra conducta, con la representación que nos hacemos de ella. Hay una continua interacción en un doble sentido: de fuera adentro y de dentro afuera.

Pero esa idea que da cohesión al libro no es algo que se imponga rígida y excluyentemente sobre todo su material.  Es compatible con una necesaria autonomía en la que la presencia de este tema se difumina para que aparezcan otros que establecen un conjunto más complejo, un texto más libre. Puede decirse que la idea central que viene del concepto de vado funciona como en la música la tónica, un centro de gravitación de los acordes al que con frecuencia se recurre para crear pautas de reconocimiento, algo así como un volver a casa. Pero en otros momentos desaparece. Es la idea de camino y estancia como lugares que determinan nuestra forma de estar en el tiempo. Al final se sabe cuándo ese material ha adquirido entidad suficiente para poder ser convertido en un libro.

Pero un manuscrito no es un libro, del mismo modo que el dibujo de una manzana no es una manzana. Para que toda esa actividad fructifique es necesaria la presencia de un momento Kairós: la aparición de un editor que se interese por la publicación. Eso completa el proceso. En relación a este libro, Vado Permanente, es lo que lo ha hecho posible.

 

 

Cada vez más busco en la poesía una forma de salir de mí

¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros?

Ha cambiado en la medida en que en los veinticinco o treinta años que llevo escribiendo poesía, cada vez más busco en la poesía una forma de salir de mí. Intento que mi yo interior no se imponga siempre y capture el poema con su/mi pensamiento, deseos y contradicciones. Cada vez más cuando escribo quisiera que la mirada se dirigiera hacia el exterior, encuentre ahí, en el orden o el caos que la vida encierra y en su observación lo más objetiva posible, su mundo, al margen de mis impulsos y sentimientos.

Siendo consciente de que el poema lo crea el yo que dentro de uno se ha ido formando desde su propia experiencia vital —razón por la que nunca podemos salir completamente de sus límites—, persigo una verdad que está fuera de mí y pertenece al mundo, algo que todos pueden reconocer.

Si digo que «el agua que llena los océanos / no tiene más verdad que el musgo / que tapiza los troncos de los árboles»…o digo que «el Universo no es más grande que yo. Cabe en mi pensamiento»”…o que Para que el pan esté en mi mesa / fue necesario un orden planetario… eso lo puedo decir “casi” desde fuerza de mí, con la mínima contaminación posible de mis propios conflictos internos. Puedo acertar o equivocarme en la traslación de la realidad al mundo de la representación que es el poema pero como todo el que intenta descifrar un enigma.

Vladimír Holan, el gran poeta checo, lo expresaba así: «La poesía es el misterio -dijo-. Debería ser la precisión».

La emoción que el poema consiga transmitir debe venir de la reflexión que contenga. También soy consciente de que no siempre se consigue mantener el poema desligado de toda la carga personal del yo que escribe, ese deíctico de persona tan complejo e inevitable, pero ese es el propósito y la luz que querría ver en todo lo que escribo.

Puede que sea un imposible al que solo podemos acercarnos. Razón por la que en el último poema de Vado Permanente se describe el libro metafóricamente como el vuelo de un pájaro que ha perseguido un imposible: tratar de alcanzar el horizonte.

 

Me interesa construir la poesía con elementos sacados de lo cotidiano

El libro habla de “vados permanentes” como caminos entre lo exterior y lo interior. ¿De qué manera se manifiesta esa idea en la vida cotidiana y en la creación poética?

“Vado Permanente” es una expresión que estamos acostumbrados a ver en la ciudad situada en aquellos sitios donde un vehículo que circula por un espacio exterior y público entra en uno privado, generalmente al lugar en el que vive quien lo usa como espacio exclusivo. Es pues un lugar de paso entre lo exterior y lo interior.

A mí me interesa construir la poesía con elementos sacados de lo cotidiano y puestos en un contexto distinto donde alcanzan una nueva significación. Creo que el verdadero territorio de la poesía no hay que buscarlo en lo inaudito y lo asombroso sino en el asombro que produce mirar lo cotidiano con una nueva luz, lejos ya de la vista cansada por la monotonía.

Trasladado al campo de la poesía y conservando la idea de tránsito entre la realidad objetiva en la que vivimos y el yo íntimo que somos, Vado Permanente da nombre a los caminos que cruzan en ambas direcciones esas dos fronteras, por donde fluyen emociones, sentimientos, ideas y reflexiones que conforman nuestra existencia.

Esa forma de ver esa realidad y al mismo tiempo estar modificándola con nuestra presencia es lo que hace que en un poema del libro se diga: Mientras miro un paisaje / soy parte del paisaje que otro mira. / Y toda la naturaleza está / dentro y fuera de mí y todo lo que él ve / está dentro y fuera de él.

Así, pues, lo que este libro se propone es indagar a través de la poesía en la relación que se establece entre el mundo como realidad y el mundo como representación.

Respecto a su estructura se ha dividido en cinco secciones donde cada una atiende a una forma distinta de la realidad circundante. En la primera, denominada Mirar un árbol para ver el viento, predomina la presencia de la naturaleza.

En la segunda, llamada Ventanas de la casa, es el pasado visto ahora desde la mirada del presente lo que adquiere el protagonismo y se toma como referencia de una realidad a la que se vuelve a través del recuerdo no exento de nostalgia.

La tercera, titulada Yo era tan solo un niño y el mar no tenía edad, es una sección que sirve de ruptura, porque se aleja algo de la intención de las cuatro restantes para ser un largo poema encadenado que trata prioritariamente, pero no exclusivamente, sobre el mar, que para mí tuvo especial relevancia como espacio de luz y libertad en el que transcurrían unos veranos que conservan el tiempo más feliz de la infancia y adolescencia. En cierto modo es en esta sección tercera donde menos se alcanza ese estado de mirada despojada de la presencia del yo interior. El mar aquí está visto con toda la carga subjetiva contenida en la experiencia personal.

En la cuarta sección, llamada En compañía de otros, los temas principales son la cultura (poesía, pintura, música, personajes históricos y mitos).

Por último, en el quinto capítulo titulado Luces de emergencia, destaca como realidad la presencia de los ausentes, los que ya no están físicamente con nosotros. En uno de sus poemas se recoge a modo de cita un pensamiento de la gran poeta rusa Ana Ajmátova que dice: «unos ya no están y otros están lejos».

En un poema de la sección tercera de este libro se dice: La memoria se hizo / para que no muriera nadie.

 

 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Vado Permanente, ¿cuáles serían?

Es difícil elegir pero me decanto por el primer poema del libro, sin título y cuyo primer verso dice: El agua que llena los océanos El segundo, el titulado Septiembre y el tercero, El deseo y la espera.

 

Al escribir un poema uno desnuda su intimidad

Gabriele Morelli afirma en el prólogo que «la poesía de Francisco Barrionuevo es la declaración de un acto de amor por la vida que solo la palabra poética puede expresar». ¿Sigue siendo la poesía relevante en la sociedad actual para expresar sentimientos tan profundos como ese?

Sí y no. Por una parte la poesía sigue siendo una de las más altas cumbres del pensamiento y de nuestra mirada sobre el mundo y sobre nosotros mismos, la mejor representación del acto de vivir, conteniendo la mayor emoción y reflexión de lo que crea en nosotros nuestro paso por la vida. Me parece cada vez más necesaria, pero también es cierto que aunque probablemente aumenta el número de autores, disminuye el de lectores, aunque siempre serán esa inmensa minoría a la que se refería Juan Ramón Jiménez.

Es evidente que al escribir un poema uno desnuda su intimidad, deja a flor de piel la emoción que proviene de la verdad que observa en las cosas y en sus propias experiencias. Y eso es un acto de amor. René Char dijo: No te arrodilles si no es para amar. La palabra poética al mostrarnos así desnudos no puede ser sino un acto de amor que yo no puedo sino agradecer a Gabriele que lo encuentre en mí.

 

El proyecto de arquitectura es la expresión de un deseo a través de la técnica

¿Qué te resulta más difícil de diseñar, un libro o una ciudad? ¿Cuánto del arquitecto hay en el poeta y viceversa? ¿Y qué diferencias y similitudes encuentras entre el lenguaje poético y el arquitectónico?

Soy consciente de que he llegado hasta aquí dando un largo rodeo. El camino por el que vine atravesó un territorio llamado arquitectura, oficio al que me he dedicado desde el principio de la década de los setenta hasta el año 2018 en que terminé mi última obra.

Puedo decir que la experiencia que se siente en el momento más íntimo del acto creativo tanto en el campo de la arquitectura como en el de la poesía es de una plenitud de similar intensidad. En un caso los materiales que surgen de la naturaleza, debidamente reelaborados por la artesanía o la industria, definen un espacio que servirá a la vida como en otro la palabra dará vida a un pensamiento. Y en ambos casos hay unos códigos precisos que deben ser conocidos y respetados.

El proyecto de arquitectura es la expresión de un deseo a través de la técnica.

En la medida que anticipa la imagen del nuevo edificio y con él de la nueva ciudad que los edificios van creando y traernos ya a la mente sus imágenes, actúa como si de una segunda memoria se tratara. Una «memoria del futuro» que junto a la memoria real del pasado crea la fuerza motriz determinante de su desarrollo.

De hecho el primer documento de un proyecto de arquitectura se llama así: Memoria, y su contenido se refiere a las principales especificaciones que han de ser tenidas en cuenta en el proceso constructivo. Se divide en secciones o capítulos: memoria constructiva, de estructura, de instalaciones y otras. Hay una semejanza al definir la totalidad desde sus partes que también está presente en la estructura de un libro de poemas.

 

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

De Gregorio Dávila, y algunos de sus últimos libros, Un hombre que no conoce Nueva York; Heredar la lluvia y La limosna de los días. Los tres son magníficos.

 

 

***

Tres poemas de Vado permanente

 

El agua que llena los océanos

no tiene más verdad que el musgo

que tapiza los troncos de los árboles

y forma el tegumento de la piedra

lavada por la lluvia.

 

Lo pequeño no es menos

que lo grande. Grande o pequeño

¿comparado con qué?

                                         El Universo

no es más grande que yo.

Cabe en mi pensamiento.

 

Veo y siento la Realidad, construyo

su Representación. En mí

todo está dentro y fuera, y a la vez.

 

Atravesamos vados permanentes.

Conexión e interfaz de realidades

llevando al interior materia viva:

sentimientos, ideas, emociones,

que surgen del entorno en que vivimos

y crean en nosotros.

lo que a través de los sentidos somos

para dejar de ser lo que antes fuimos.

 

Nada en mí permanece. Soy más yo

cuando más me transformo,

 

Mis ojos pueden ver el mundo,

pero no a mí mismo.

De mi rostro tan solo reconozco

la imagen de un extraño en el espejo,

la mirada del otro sobre mí.

 

Esto lo pienso yo que no sé nada

y hablo desde el asombro que me causa

mi cierta incertidumbre.

Lo que voy conociendo al caminar

es la extensión de todo lo que ignoro.

 

Como la luz que alumbra un pozo oscuro

permite ver mejor su oscuridad.

 

 

 

SEPTIEMBRE

 

No llegará septiembre

porque se vaya agosto.

No será solo forma

ocupando una ausencia.

Llegará porque siempre estuvo aquí.

Te lo dice ya el tiempo que has vivido

a lo largo de años.

 

Si no llegaran lluvias, seguiría lloviendo

y sus noches traerían a los ojos

las primeras tormentas sobre el mar.

Aunque yo no estuviera,

un niño las vería y otra vez

le asombraría su luz indescriptible

en la ferocidad de la ensenada.

 

Yo andaré por un tiempo que aún no existe

si septiembre me deja

regresar a su casa

a dejar un recuerdo del futuro

que esperara su turno un año más.

 

Y otra vez la tristeza

en días de vendimia nos traerá

la alegre flor del vino.

 

El viento llevará como otras veces

flores en la hojarasca.

Y de nuevo las sombras del otoño

serán luz en la piel de los caminos.

 

Y sabré quien ha muerto

si septiembre no llega.

 

 

 

 

EL DESEO Y LA ESPERA

 

Vas de un lugar a otro, pero

tu verdadera estancia está en el tiempo.

Un viaje que haces por ti mismo

ignorando el trayecto y conociendo

lo que habrá de cerrarlo.

 

Sabes que no hay inicio ni final

que puedas recordar o predecir

y que todo está dentro de ti mismo:

la intemperie, el refugio, las dos alas

de ese vuelo interior que llamas vida

 

en donde al mismo tiempo

habitas en la casa y la intemperie,

el deseo y la espera. La grandeza

que ofrece la renuncia y el propósito

que acaba siendo huella.

 

Y el final era esto: haber llegado

a encontrar un refugio en la palabra,

la llave de una puerta que no existe,

la habitación final en la que esperas

que lo ausente al final

                                   cobre existencia.