Andrés García Cerdán (Fuenteálamo -Albacete-, 1972) es autor de una extensa obra poética y ensayística. Sus últimos poemarios son Barbarie (Rialp, 2015), Defensa de las excepciones (Visor, 2018), Grunge 1997-2022 (Reino de Cordelia, 2022), Químicamente puro (Pre-Textos, 2022), Equipos de respiración subacuática (Algaida, 2023) y El gran amor (Visor, 2025). En el ámbito del ensayo, ha publicado La muerte del lenguaje. Para una poética de lo desconocido (Libros del aire, 2018), El árbol del lenguaje (Visor, 2021), sobre la poesía de Julio Cortázar, y La mirada salvaje. Poética del espejo y el espejismo (Pre-Textos, 2023). The Rimbaud Company es su proyecto de poesía eléctrica. Dirige el festival Oh Poetry!

 

 

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Andrés García Cerdán: Los cómos, los cuándos, los porqués de los libros son siempre un misterio. Lo que puedo decir es que un tsunami de entusiasmo y de asombro nos arrolló tras el nacimiento de Teo.

 

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Solo escribo un libro cada vez. No son nunca libros temáticos ni cerrados. Por el contrario, me dejo llevar por el día a día, por las lecturas, por lo que pasa en el mundo. Después los poemas van escogiendo su propio lugar en el libro. Entre ellos se hablan para decir algo en común.

 

El libro se escribió solo

¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros?

Este libro se escribió en movimiento, en viaje. Algo así quería Paul Klee: dadme una línea activa, en movimiento. De Las Negras a San Juan de Luz, de Santander a Oliva, fuimos los tres —Almudena, Teo y yo— una unidad de desplazamiento. Me gustaría pensar que el libro se escribió solo o que yo solo le presté apenas mis manos y mi lengua para decirse.

 

 

El tema de un poema es siempre el lenguaje en que se escribe

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?

El tema de un poema es siempre el lenguaje en que se escribe. Marcel Proust decía que los libros hermosos estaban escritos en una especie de lengua extranjera, una lengua en la que conviven las cosas que sabemos y las que hemos olvidado, las que adivinamos, las que suponemos, las que nos ofrece la música de lo desconocido y las que nadie sabe. De alguna forma, cada poema es una propuesta estética, un asalto al lenguaje. Una forma de pertenecer al mundo por un instante y, más que una forma de mirarlo, una forma de decir qué es y cómo esa mirada.

 

Tanta verdad tienen los sueños como los canelones de carne

¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?

Me gustaría que los lectores sintieran su “verdad”, en el sentido en que Antonin Artaud la entendía. Jamás real, sino verdadero. Todo aquello que es posible porque somos capaces de pensarlo, de imaginarlo y de decirlo. Tanta verdad tienen los sueños como los canelones de carne.

 

¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

Ordenar los textos o, mejor, desordenar los textos, es uno de los momentos decisivos del libro. De alguna forma, siguiendo el instinto, siguiendo un “orden solar” que decía Cortázar, los poemas obedecen a una fuerza interna o una coherencia alucinada que construye y destruye al mismo tiempo el decurso. Intensidad y continuidad, contrapunto y dispersión.

 

Lo que soy es lo que queda de lo que he sido 

¿En qué medida veremos en él —o no— al Andrés García Cerdán de tus anteriores obras?

En El gran amor están todos los poetas que he sido, de los que no puede uno desprenderse con facilidad. Se aferran a ti, a tus nuevas emociones. También te ofrecen su labilidad y su elocuencia y su respeto por el nuevo poema. Lo que soy es lo que queda de lo que he sido.

 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘El gran amor’, ¿cuáles serían?

Tal vez, sólo tal vez, “Surfin’ La Manga”, “Mira, Teo” y “Agujeros”

 

Lo primero es siempre música, la música

La música es una parte fundamental de tu vida y de tu obra. ¿Qué papel juega en tu proceso creativo y de qué modo dialoga con tu poesía, especialmente en este último libro?

Lo primero es siempre música, la música. El poeta pone el oído para intentar atrapar esa melodía, esa vibración misteriosa, sugerente, inapresable. Tal vez la soltura rítmica, la ruptura de patrones convencionales tengan que ver con el pop. Y luego está algo que a mí me interesa más: la música de las ideas, esa corriente subterránea.

 

Como profesor de Didáctica de la Literatura, ¿de qué manera el contacto con los estudiantes y la enseñanza han enriquecido o transformado tu visión de la poesía?

Hay aquí una contradicción: el intento de explicar el funcionamiento de un texto, de un poema, y la conciencia de su imposibilidad. Se llega a la literatura por intuición, cada uno a su manera.

 

Además de poeta, eres ensayista y crítico literario, ¿cómo conviven en ti el análisis y la creación? ¿Se contaminan mutuamente o logras mantenerlos separados?

La raíz de todo lo que escribo es la misma. Mi literatura es un árbol que se abre en ramas diversas y que ha sobrevivido a incendios y planes de urbanización, a sequías y deforestaciones, al hielo y al hambre. Siempre porque a lo lejos se ve la otra orilla: la inteligencia, la belleza, el amor. 

 

Me dan igual los premios 

Has recibido algunos de los premios más prestigiosos de la poesía en español. ¿Qué significado tienen para ti estos reconocimientos y cómo han influido en tu trayectoria?

Me dan igual los premios. Para mí el premio es la escritura, ese momento de intimidad total con las palabras y conmigo. Lo que quiero es publicar de la mejor manera posible y llegar a algún lector con el que seguro me entendería. Desde provincias, desde las afueras del poder, nos hemos visto obligados a luchar cada libro: ninguna gran editorial ha confiado en nosotros nunca. Hay que ganar, y luego ganar otra vez.

 

Gestionas blogs de creación y crítica literaria, y diriges festivales como Oh Poetry! Fest. ¿Qué te motiva a impulsar estos espacios y cómo los vives?

En el fondo, un intento de encontrarte con el otro, de mirarlo a la cara, de oírlo en sus propias palabras, es lo que nos mueve.

 

En la actualidad trabajas en la edición crítica de la poesía de Dionisia García. ¿Qué retos y aprendizajes te está dejando este proyecto?

Es difícil escribir sobre alguien a quien admiras y quieres desde la adolescencia. El acercamiento a sus textos ha sido siempre propio de un fan, de un admirador. Ahora intento poner cordura en mis reflexiones críticas. El reto es compartir toda esa luz con los demás.

 

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

De Constantino Molina, que acaba de editar Premio Cervantes en Renacimiento.

 

***

Tres poemas de El gran amor

 

 

 Surfing La Manga

                                                                                                                              me hablas del dolor tu cabello es rubio

                                                                                                                              a qué dolor te refieres

                                                                                                                              J. F. Kosta

Entre las ramas de los ficus

y una señal de tráfico,

entre un anuncio de telefonía

y algunos edificios

en construcción, se alcanza a ver

allá a lo lejos

una franja de mar.

 

Me hablas de la sed,

de lo que amas.

 

Para llegar al agua,

has de cruzar isletas de cemento,

líneas amarillas

y algunos callejones

donde hacen hilera los cubos de basura,

los cactus desahuciados

y algunas tiendas de comida rápida.

 

Por la Gran Vía de La Manga, nadie.

Solo el silencio

dinamitado

por las motos de los repartidores.

 

En el vacío se equilibran

los hoteles desiertos,

apenas una luz

en un bloque de veinte alturas.

 

Un cartel nos invita a clases de alemán:

Die Zukunft ist da!

 

Los periódicos dicen que a la playa

llegan miles de peces a morir

heridos de fosfatos.

 

Me hablas de Anne Sexton,

de su locura deliciosa.

 

De fondo, un rumor.

 

El cartel de Surfing La Manga

se resiste a ceder la luz

que le queda del último verano.

 

Se alquilan motos de agua,

tablas de surf, tumbonas,

pero no todavía:

ahora todo está cerrado.

 

Al fin el mar,

tras la alambrada de un desguace,

como un animal gris

que se abraza a su presa justo antes de engullirla.

 

 

 

 

Mira, Teo

 

Mira, Teo. Aún hay gorriones.

Es septiembre y se mueven

a tu lado. Los últimos

gorriones.

Se hacen 

con un trozo de pan y vuelan cerca, 

un poco, apenas unos metros,

y desde ahí te observan: te conocen.

Aunque tú no lo sepas,

su estirpe es el temblor,

el verde de los campos.

Desde antes están aquí.

Ahora bailan

en los semáforos, en la fachada

de Hacienda,

entre los coches, 

o sin decir nada se van.

No hay sitio

para ellos en el ruido.

Si aparecen, si vienen hasta ti,

es porque saben

que tú eres su hermano. Míralos: 

su eternidad,

su asombro,

su alegría.

En cada salto, el gran amor

del mundo,

una celebración del equilibrio.

Han venido a cantar contigo. Canta

con ellos. Dales pan, dales un nombre.

 

 

 

Agujeros

 

Encuentro en el armario

un jersey que llevé de adolescente.

Está arrugado,

deshecho.

Tiene agujeros de distintas formas.

 

La lana que eligió mi madre

-antes rojo burdeos-

se desvanece en la erosión.

 

La vainica es un libro

que se ha descuadernado,

un ovillo de signos

dados de sí.

 

¿Al otro lado de esos agujeros

hay alguien?

 

¿Quién nos escucha en su indolencia?

 

El descosido, la rotura,

las hebras sueltas:

semántica

de un texto lleno de agujeros,

unas pocas palabras destrenzadas

en las que algo

se está perdiendo siempre,

 

en las que siempre hay algo más.