Michelle Fleischer: “El núcleo esencial de la oratoria sigue siendo el arte de conectar”.

Por: Mauricio A. Rodríguez Hernández.

En un tiempo donde el silencio parece haber sido desplazado por pantallas y estímulos fugaces, Michelle Fleischer defiende la palabra como un acto sagrado. Locutora, docente y creadora de contenido, su voz no busca likes, sino conexiones. Formada en el arte de decir con sentido, Michelle entiende la comunicación como un puente entre almas, una herramienta de autoconocimiento y transformación. Sus talleres de oratoria no enseñan solo a hablar, sino a escucharse, a narrarse con autenticidad y a confiar en el poder del cuerpo y la voz como extensiones del pensamiento. En un mundo donde la estética amenaza con devorar la ética, ella recuerda que comunicar es mucho más que entretener: es construir vínculos reales.

Con un estilo que combina filosofía clásica y sensibilidad contemporánea, Michelle crea contenido no para imponer discursos, sino para invitar a la reflexión. En sus palabras, comunicar sigue siendo un acto profundamente humano: un ejercicio de presencia, escucha y verdad.

Mauricio A. Rodríguez Hernández: Desde un punto de vista filosófico, donde la oratoria era considerada por Sócrates y Platón como el arte de conducir el alma mediante la palabra, ¿cómo interpretás el papel de la oratoria en el siglo XXI, cuando YouTube, los podcasts y las conferencias TED han redefinido la manera en que se comunican las ideas?

Michelle Fleischer: Desde la mirada clásica de Sócrates y Platón, la oratoria era mucho más que solo hablar bien: era un arte sagrado, y la palabra, me atrevería a decir, tenía un poder casi espiritual. Hoy, es cierto que cambiaron muchas cosas. Antes se le daba más importancia al contenido, y eso sigue siendo fundamental, pero ahora lo que más impacta es lo visual, cómo contamos las ideas, de qué manera llegamos al otro… aunque, para ser sincera, no me encanta tampoco ese método.  Sin embargo, para mí, el núcleo esencial de la oratoria sigue intacto: sigue siendo el arte de conectar, de influir y de mover a las personas a través del lenguaje, de la manera que sea. Hoy nos sumergimos más en la virtualidad, donde el tiempo es limitado, la atención inmediata y la competencia por captar al público es mucho mayor. Me atrevería a decir que, en este contexto, comunicar es más difícil que nunca. En mi rol como docente y locutora, veo que enseñar oratoria hoy es preparar a las personas no solo para hablar bien, sino para construir un puente efectivo entre su mensaje y una audiencia que consume información de forma distinta y fragmentada. Es cultivar el arte de conducir almas, como decía Sócrates, pero a través de los nuevos canales que la tecnología nos regala.

MARH: En tus talleres de locución y oratoria, ¿qué estrategias proponés para hablar con seguridad sin depender de un discurso leído? ¿Creés que la “facilidad de palabra” es una habilidad innata o puede desarrollarse a través de la práctica y la reflexión filosófica sobre el lenguaje?

MF: Para hablar con seguridad sin depender de un discurso leído es en primera instancia saber del tema que voy a tratar. Ensayar frente al espejo la forma en la que lo dirías, desde el lenguaje verbal hasta el corporal, más allá de que el día de la exposición eso pueda cambiar o tenga mayor espontaneidad. Hay que practicar grabar videos, mirarse, escucharse en audios de Whatsapp, porque la comunicación comienza de adentro hacia afuera. No te va a salvar un papel. No te ates al papel, confiá en lo que sabés. Es más, si la gente te ve todo el tiempo leyendo no solo que distrae y corre el foco de lo importante, sino que además van a pensar que no hay mucha seguridad detrás del contenido porque tenemos que recurrir a leer, en vez de confiar en nuestros conocimientos. El papel yo lo acepto, pero únicamente para lo que es la escritura de fechas importantes, palabras clave, como un »ayuda memoria», pero no para leer de principio a fin, porque sino quiere decir que no estamos convencidos de lo que vamos a contar.

En cuanto a la facilidad de palabra, creo que es una mezcla de ambas cosas. Hay gente que nace con el don de la comunicación, que le cuesta menos hablar que a otras personas, ya de por sí, producto de su propia personalidad o de su educación. Pero es una habilidad que si no la tenés incorporada, la podés trabajar a cualquier edad, en cualquier contexto o profesión y bajo cualquier circunstancia. No es que si no naciste con el don de hablar bien, nunca lo vas a poder trabajar ni mejorar. Hay gente que se expresa mejor que otra, o que te puede gustar más o menos, pero todos podemos entrenar nuestra comunicación a diario.

MARH: Como periodista y redactora SEO, ¿qué reflexión te merece el hecho de que las personas estén leyendo menos y consumiendo más videos? ¿Es esto una evolución natural del lenguaje o una pérdida de la profundidad reflexiva que ofrece la palabra escrita?

MF: Soy muy chapada a la antigua, no te voy a mentir. Prefiero la radio antes que el streaming, me gusta más escuchar una voz e imaginar, inventar historias, crear magia en mi mente que ver una imagen, por lo que me sucede exactamente lo mismo con la escritura. Soy más de leer que de ver videos. Entonces me cuesta adaptarme a este mundo, a pesar de mis 25 años. Sin embargo, intento ayornarme porque de eso se trata también mi trabajo; de entender  que la comunicación va fluctuando y hoy todo es mucho más digital que en otras épocas. No hay que renegar de eso. Las personas tienen derecho de ver más videos si es de su interés. Pero aquel que lee, como yo, créeme, no va a dejar de leer de manera física. No creo que una cosa reemplace por completo a la otra. Para mí tenemos que intentar hacer ambas, buscar momentos de desconexión digital y reconectar con la lectura, pero si nos gusta algún video permitirnos entender lo que sucede en ese mundo audiovisual y no vivir en una burbuja. Hay que expandir la mente, ir más allá. Creo que es una mezcla de ambas cosas. Por un lado, es una evolución en términos tecnológicos, y algo de pérdida reflexiva porque los tiempos son más tiranos, la gente tiene menos energía y menos ganas de analizar, aunque ojo… hay videos que nos llevan a la reflexión mucho más que algunos libros, por lo que, tampoco creo que la gente »no reflexione» y simplemente se entretenga en las redes.

MARH: En un mundo tan saturado de estímulos y discursos, ¿cuál es el rol de la escucha reflexiva en la comunicación efectiva? ¿Cómo se entrena la escucha activa y qué valor tiene hoy, filosóficamente hablando, en la construcción de vínculos auténticos?

MF: La escucha activa siempre fue, es y será fundamental para comunicarnos con el otro. Se entrena escuchando. No hay otra forma. Saber cuándo callar, hacer silencio y aplicar pausas correspondientes. Entender que no siempre lo nuestro es lo más importante y que la palabra de los demás también tiene validez. Si yo quiero que me escuchen, tengo que saber escuchar primero. Sucede que estamos tan sumergidos en lo digital, leyendo el celular, que a veces no nos detenemos ni a mirarnos a los ojos ni a escuchar al otro y ese es un grave error. No se debe perder.

MARH: ¿Cómo se complementan, desde tu experiencia, la comunicación escrita y oral en una era dominada por la inmediatez? ¿La palabra hablada ha desplazado el pensamiento escrito o simplemente ocupa un lugar distinto?

MF: Me encantó la pregunta. Desde mi experiencia, la comunicación escrita y oral se complementan. No creo que ninguna desplace a la otra, son formas distintas de verlo. Considero que ambas se potencian, solo que el desafío está en saber cómo y cuándo utilizar bien cada formato para comunicar con efectividad. A mí me gusta más la palabra hablada, porque es más emocional y cercana, conecta con el otro, transmite matices con la voz, la expresión, los gestos, genera impacto enseguida. Pero es clave que exista el pensamiento escrito, ya que nos ayuda a ordenarnos mejor, organizar ideas, profundizar reflexiones, tomar distancia, revisar, corregir y comunicar con precisión.

MARH: La estadística clásica de Albert Mehrabian señala que solo el 7% de la comunicación es verbal, mientras que el 93% se reparte entre voz y lenguaje corporal. ¿Qué implicancias tiene esto para quien desea transmitir un mensaje auténtico y persuasivo? ¿Cómo se entrena esa conciencia corporal en tus talleres?

MF: Es una estadística muy interesante que nos permite revisar un mito: »lo único que importa es lo que digo, el tono y cómo se te escucha». Y eso es falso. Por supuesto que es necesario, pero el lenguaje corporal dice mucho más aún, y es lo que la gente suele descuidar. Son dos cuestiones que deben ir de la mano. En mis cursos siempre les digo a mis alumnos que no los va a salvar »hablar bonito o tener una linda voz», sino que lo importante es mi presencia al momento de comunicar, cómo muevo las manos, si estoy seguro, relajado o nervioso, eso es lo primero que nos expone y se nota a primera vista. Trabajo tanto la teoría como la práctica, aunque por supuesto para más detalles e información, los invito a escribirme a mi Instagram @MichuFlei o Tik Tok @LocutoraMichuFlei para tomar mis talleres y realizar ejercicios de manera personalizada.

MARH: En tu experiencia como locutora y formadora, ¿cuánto influye la imagen personal en la credibilidad de un mensaje? ¿Puede la forma opacar al contenido? ¿Cómo encontrar el equilibrio entre estética y ética en la comunicación?

MF: En mi experiencia como locutora y mentora de oratoria, te diría que la imagen personal influye mucho en la primera impresión de un mensaje, pero la credibilidad real se sostiene con el contenido y la coherencia. La forma —la vestimenta, la presencia, el estilo— es el primer filtro con el que nos perciben, y puede abrir o cerrar puertas de entrada a la atención del otro. Pero si después de esa primera impresión »no tengo nada más para ofrecer», no va a alcanzar.  El problema aparece cuando la forma se vuelve más importante que el contenido, cuando se prioriza solo “lo lindo”, “lo estético”, y se pierde autenticidad. Ahí es donde la comunicación se vacía y se vuelve superficial. Para mí, el equilibrio entre estética y ética se encuentra en usar la imagen como un aliado del mensaje, no como un disfraz. Vestirse acorde al contexto, cuidar los detalles, pero sin perder de vista quién sos y qué valores querés transmitir. La clave es que la forma acompañe al fondo, potenciándolo, no tapándolo.

MARH: Si tuvieras que nombrar un caso que consideres el mejor ejemplo de comunicación eficaz en la historia contemporánea o actual, ¿cuál sería y por qué? ¿Qué elementos lo convierten en un modelo a seguir desde el punto de vista técnico, ético y filosófico?

MF: No se me viene a la mente ningún caso que diga »Wow, este es el mejor ejemplo de comunicación eficaz». Pero sí conozco a un colega, que es locutor, mentor de oratoria y con quien trabajo en la Academia Oratoria OK que se llama Hernán Colucho. Aprendí mucho de él en sus redes, investigando su carrera y su contenido. Es además docente universitario en Punta del Este, Uruguay, y para mí él en particular es el mejor ejemplo de cómo hay que comunicar. Creo que hace todo bien. Desde lo práctico hasta lo teórico, su estética, la forma en la que transmite un mensaje, trata también mucho temáticas ligadas a liderazgo y desarrollo personal, lo que me parece fundamental hoy por hoy, no quedarnos nada más con la estructura de lo que debería ser, o los formatos meramente tradicionales. Nos invita a expandir la mente, a ir más allá de todo tipo de prejuicios y entrenar nuestra confianza. Además hoy se perdió el valor de la palabra, hay mucho insulto, mala palabra, gente tóxica merodeando. Siento que Hernán no se engancha con todo eso, da ejemplos de cómo hablar bien y jamás lo vas a escuchar insultando o faltando el respeto a alguien en sus redes o en los comentarios. Solo puedo hablar cosas positivas de él, y estoy enormemente agradecida por su generosidad para abrirme las puertas y permitir que podamos trabajar en conjunto.

MARH: ¿Qué significa ser influencer hoy, más allá del marketing? ¿Es un rol de responsabilidad social? ¿Cómo puede una persona influir de manera ética y profunda, más allá de las métricas digitales, desde el poder de la palabra?

MF: Para mí, ser influencer hoy no debería significar automáticamente tener un rol de responsabilidad social, porque no toda persona que crea contenido tiene por qué asumir esa carga. Le estamos dando a la figura del influencer un espacio enorme, como si todo lo que diga tuviera que tener un peso social o educativo, y eso no siempre es así. Ahora bien, sí creo que hay una diferencia entre alguien que crea contenido desde un rol profesional o temático —por ejemplo, un abogado, un profesor, un divulgador— y alguien que crea contenido solo para entretener o compartir su vida personal. En el primer caso, la responsabilidad es mayor, porque hay un mensaje, una formación detrás, y el público lo sigue buscando cierta orientación. Pero si hablamos de entretenimiento puro, no podemos esperar responsabilidad social como si fuera un deber implícito. Eso sí: toda persona que comunica influye, aunque sea desde lo cotidiano, y ahí es donde cada uno puede elegir si quiere tener una influencia superficial o más profunda.

Desde mi lugar, como docente de oratoria, creo que la verdadera influencia ética no se mide en números, sino en la capacidad de usar la palabra con coherencia, autenticidad y propósito. Más allá de las métricas digitales, influir de manera profunda es conectar con valores reales y ser consciente de cómo nuestro mensaje impacta en los demás.

MARH: Finalmente, ¿creés que aprender a comunicar con efectividad es también una vía hacia el autoconocimiento? ¿Cómo transforma la práctica de la oratoria la relación de uno consigo mismo y con los demás?

MF: Totalmente, es una vía hacia el autoconocimiento. Porque estamos en constante aprendizaje, viéndonos, escuchándonos. Inevitablemente nos vamos a encontrar con miedos o inseguridades, pero conforme pase el tiempo y adquiero más experiencia, más me conozco a mí mismo/a. Principalmente, debemos entender que no existe una buena comunicación con los demás si no empezamos a trabajar primero la comunicación interna. Todo comienza de adentro hacia afuera. Si te sentís bien con vos mismo, es mucho más probable que te rodees de personas que te potencien y que tu manera de comunicar sea cada vez más auténtica y efectiva. En cambio, si te tratás mal, si la comunicación que tenés con vos es negativa, es más probable que atraigas vínculos que refuercen esos patrones.