Por Ricardo Martínez.
La palabra erótica ya concita por sí un interés, un afán lector que arrastra hacia un paisaje donde el lector emocionable terminará por llegar; siempre. Es el atributo esencial del animal, pero también, a lo largo de la historia de las letras, ha producido obras interesantes y ha concitado pasiones e inteligencias varias.
El caso es que aquí hemos de referirnos al siglo XVIII, racionalista por excelencia, ahora bien, ¿quién ha dicho que lo erótico, el sexo, carece de proporción y medida y cálculo hasta el final? Y aún más allá, ay!
Eso en paisaje católico religioso es mucho decir, mucho significar:
Lo que siguió inmediato
fue besos y caricias
y dulces movimientos
que toda el alma privan
Acérquense y vean, comprueben por sí mismos (clérigos sean en el tropel) el maravilloso milagro que suscita y propicia el tema del amor. Ay, amor: más allá, más acá de la realidad, de toda la realidad:
Atrévome a besarla
en su boca divina
que tal atrevimiento
no tuve hasta aquel día
Día señalable donde los haya, día resaltable.
El libro, dígase cuanto antes, constituye un trabajo prolífico y agudo, serio y laborioso, de una temática que, por razones religioso- institucionales (la iglesia como prueba) han sido elaborados en nuestro país. Diríamos, pues, que, al margen de su temática obvia y explícita, es un riguroso trabajo académico de sociología, política y, por qué no decirlo, de humor, complemento éste que ayuda a entender desde un primer momento en la temática que nos ocupa.
Dividido en tres partes esenciales: Un cambio de mentalidad sobre la sexualidad, Freno a la lectura de textos en torno a la sexualidad y, La poesía erótica española, constituye un tratado denso y al tiempo claro, muy bien escrito en discurso sencillo y próximo al lector y, por sobre todo, informativo y docente con habilidad académica.
Entiéndase, por ello, que el asunto se dota de ejemplos de rara fisicidad amén de un tono irónico que ha de apreciarse pronto en cuanto que el deseo (lector) y la inteligencia lectora se verán bien compensados.
“Oyéndolos estaba/cierto perillán, / que logró con Juana/ mil veces folgar (léase folgar, y punto)
Mil veces, mucho antes/ que el pobre Juan, / y en ninguna de ellas/ con dificultad”
Si ya ejercían en el XVIII los bomberos en su muy valorada función flamígera, ¿no recuerda el caso de una Juana que, respondiendo a su marido brabucón respecto de sus aventuras sexuales, un día, ‘ya cansa de tanta insistencia’ se atrevió, humilde y recatada como era, a responderle al macho en habiendo visto pasar un bombero: ‘ese cuerpo fue mío’
Ay, el fructífero y prometedor, el nunca ignorado sexo: cuánto ha hecho por cada uno de nosotros, ignorados transeúntes por la vida terrena. Y qué bien se explica aquí el destacado autor en tema tan sublime.

Philip Dracon: La musa juguetona y divertida.
Poesía erótica del XVIII. Censura y resistencia.
Rds. Trea, Oviedo, 2025

