MÚSICA Y POESÍA: UNA TERAPIA VITAL

Por Íñigo Linaje

 

Los golpes de la vida -esos de los que hablaba Vallejo- no solo afectan a las personas, sino también a los libros que escriben las personas. Le sucedió a Sofía Díaz Gotor (Zaragoza, 1985) cuando estaba terminando, hace siete años, su segundo poemario, y su hermano, de apenas treinta, murió trágicamente. Ese hecho luctuoso condicionó por completo Astrocanto (Editorial Pregunta), que inevitablemente cobró una nueva dimensión.

Si la escritora había comenzado a pergeñar los poemas de su segundo título bajo la influencia del Ciclo de Bronwyn, de Juan Eduardo Cirlot y de la película Solaris, de Andréi Tarkowski, en aquel momento -absolutamente crítico- encontró en ambas obras “un lenguaje para dialogar con la muerte”, dice la autora en una cafetería del parque de la Alameda, en Soria, donde esta mañana, arropada por un público fiel y  selecto, ha presentado Astrocanto en el marco de Expoesía.

Sofía Díaz Gotor, que además de escritora es terapeuta y profesora (estudió piano y combina palabra y música en sus clases), dice que llegó tarde a la lírica, y que la primera lectura que le sedujo fue La tierra baldía, de Eliot. Aunque su nombre figuraba en varias antologías del ámbito aragonés, no fue hasta 2023 cuando publicó su debut, Salvida, también en Pregunta. Si aquel libro estaba compuesto por piezas perfectamente vertebradas y de notable extensión, donde la naturaleza era una presencia constante, en este opta por la concisión y el minimalismo. Y es que sus nuevos poemas tienen la parquedad y el laconismo de la poesía metafísica, esa que escapa al razonamiento lógico y está construida a partir de símbolos, sugerencias y lazos estructurales. Sofía prescinde de signos de puntuación y abre silencios en la página: espacios en blanco. Como quien abre grietas en un poema. «Como ese salto al vacío que es la muerte”.

Como toda verdadera obra de duelo, el libro surgió “de la necesidad de hablar de algo de lo que no podía escapar, de esa urgencia que viene de una experiencia interna”, apunta la escritora tras beber un trago de tónica. Y asegura que las vivencias que comparte en este libro no había podido compartirlas hasta ahora. “No es fácil encontrar belleza en la muerte, pero yo la he encontrado, por lo mucho que esta experiencia me ha enseñado…Por eso, siento que es posible transformar el dolor en belleza”, asevera.

“No es un canto a lo muerto/sino a vosotros que en la muerte/estalláis en racimos” escribe en uno de los primeros poemas del libro. Y es en versos como estos donde el lector vislumbra el mensaje epifánico de unos textos escuetos, fríos en apariencia, pero que encuentran el timbre perfecto -y la hondura- en la voz seductora de la propia autora, como reconocía algún asistente a la presentación que ha protagonizado hace unas horas junto a su editora Reyes Guillén.

Sofía reconoce que, una vez publicado un libro, es importante el contacto con el lector. “Algunas personas se han acercado esta mañana para decirme que habían perdido a un hermano este mismo año”. Y es que el dolor compartido es más llevadero y nos hermana con el sufrimiento ajeno: “Constantemente estamos viviendo duelos y enfrentándonos al vacío”, afirma la escritora. “Cuanto más te acercas a la muerte más te acercas a la vida. La muerte es la gran maestra”.

Terapeuta de profesión y amante de la música, Sofía Díaz Gotor seguirá dando clases en cuanto regrese a Zaragoza. En ellas utiliza la poesía no solo como herramienta de conocimiento sino como arma cargada de equilibrio. “Igual que una palabra puede herir, también puede abrazar”, dice sonriente tras apurar el vaso de tónica que deja delicadamente encima de la mesa. Y antes de marcharse, habla de sus lecturas recientes (Anne Carson, Sandra Santana, Blanca Varela) y del descubrimiento de un libro nuevo que le ha fascinado: La última frase, de Camila Cañeque. También de la sobreexposición de la poesía en las redes y del postureo impúdico (y muchas veces gratuito) de aprendices deficientes de un género que se alumbra en soledad y en la más estricta intimidad. Igual que hace ella en Astrocanto cuando escribe: “Nos une un mismo traslado de luz/Una forma enlutecida que nos dé paso”. Un plural que es un canto universal, una herida de todos.